Fito Páez deleita a los porteños con un repaso de su carrera
Con varias referencias a su padre musical, Charly García, el rosarino se amiga con Buenos Aires
“¡Qué noche hermosa! Que suerte que me dejaron vivir tantos años adentro de sus corazones”. Fito Páez se despide del escenario de la Ciudad Cultural Konex con la tarea cumplida. Los aplausos del público confirman que cumplió con las expectativas. No es para menos: en casi dos horas completó un show contundente, sin errores y en el que resaltó una gran química con los presentes, una empatía difícil de prever cuando todavía muchos recuerdan aquellas duras palabras de 2011, en ocasión de la elección ganada por Mauricio Macri para alcalde de la ciudad. “Da asco la mitad de Buenos Aires”, dijo el nacido en Rosario en una columna publicada por el diario Página 12. En tiempos donde el tango ha elegido el camino instrumental, son cada vez menos los artistas que le cantan a la capital de Argentina. Páez, aún con una relación de idas y vueltas, es uno de los pocos que lo hace.
El carácter retrospectivo -así se llama el espectáculo preparado para esta ocasión- está impreso hasta en su vestimenta: remera blanca, mono de jean y unas zapatillas iluminadas. Como recién bajado del Delorean de Regreso al futuro. La lista de 23 temas incluyó cortes de todas sus placas grabadas hasta mediados de la furiosa década del 90, salvo el disco Del 63. El adjetivo responde a la forma que arrancó el show, con la violenta El chico de la tapa, tal vez la semilla del rock urbano, una tradición que a la postre interpretó como nadie el inefable Pity Alvarez, creador de las bandas Viejas Locas e Intoxicados, y uno de los pocos artistas de ese subgénero que es respetado por tipos como Fito Páez. Por eso es que en la noche del Konex interpretó una versión de Nunca quise, una balada ineludible para quien se decida aprender guitarra en Argentina.
Pero no fue el único cover interpretado por el rosarino. Casualmente o no, en el mismo día en que Charly García lanzó un disco luego de siete años, Páez interpretó dos temas de su maestro, con quien empezó en la escena grande tocando el teclado para el disco Clics Modernos: Fanky y el último de los hits, La máquina de ser feliz. Incluso, modificó el cierre programado para rendir un tercer tributo: Necesito tu amor. Clics Modernos no sólo le dio a Fito Páez su salto a la fama, sino que también consiguió una novia. Fabiana Cantilo, vocalista en ese álbum y también en el primer disco solista de García, Pubis Angelical, dijo presente en casi todo el espectáculo, en una suerte de indulto sentimental por parte de Fito, derribando las diferencias que han tenido luego de la ruptura. La química entre ambos sigue intacta aunque el show tuvo tiempo para una parodia: “Yo me muero con Fabiana Cantilo” lanzó el músico. Ella se permitió dudar con un gesto.
Da la sensación de que el artista puede hacer lo que se le antoje arriba de las tablas, apoyado en un sinfín de éxitos. Páez parece mantener una soga medianamente corta con sus dos mejores álbumes, Tercer Mundo y El amor después del amor, a los que siempre regresa. En esta ocasión, con El chico de la tapa, Brillante sobre el mic, Y dale alegría a mi corazón y A rodar mi vida. Buenos Aires reconoce a Páez más allá de sus posturas políticas. Fue el primero que rapeó, fue quien ponderó la canción por sobre todas las cosas, es el legítimo heredero de Charly García y es, sin lugar a dudas, quien más reflejó su intimidad en las letras. Por eso, otra intervención en medio del show completa el círculo: “El tiempo, Fabi, nos ayuda a olvidar”.
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