Los Románov y Kandinsky, frente a frente en el Museo Ruso de Málaga
La pinacoteca exhibe obras de la dinastía de zares y la evolución del genio de la abstracción
Las actuales propuestas del Museo Ruso de Málaga, que renueva completamente sus fondos, son esenciales para comprender parte de la historia de ese país. La nueva exposición permanente, además, es una rareza en Europa occidental porque repasa de forma muy completa los 300 años en el poder de la dinastía Románov, con sus 18 zares y zarinas, desde Miguel I, que llegó al poder en 1613, hasta Nicolás II, destronado por la revolución bolchevique de hace justo un siglo y asesinado junto a su familia en 1918. La muestra temporal está protagonizada por Vassily Kandinsky (Moscú, 1866 – París, 1944) y descubre la evolución del artista hasta convertirse en uno de los padres de la abstracción.
Dinastía Románov se puede visitar hasta enero de 2018 y es un vasto montaje con 247 piezas entre retratos solemnes, pinturas de batallas, porcelanas, mobiliario palaciego o trajes de época que se exhiben cronológicamente. Como antesala a la representación artística de la dinastía real y su época, la exposición se acerca a los años de Iván IV El Terrible (1547-1584) y exhibe un cuadro anónimo del primer zar de Rusia, o por lo menos, una representación basada en los textos históricos y literarios. “Nadie sabe cómo era en realidad”, ha subrayado este martes Evgenia Petrova, directora artística del Museo Estatal Ruso de San Petersburgo, que abrió su sucursal en Málaga hace dos años.
La pinacoteca está estrechamente vinculada a los Románov porque fue creada por orden de Nicolás II en memoria de su padre, el zar Alejandro III (reinó entre 1845 y 1894). Antes de acercarse a estas dos figuras, en las paredes aparecen colgados retratos que muestran desde batallas por el poder y asesinatos a escenas domésticas y cotidianas de las tradiciones que imperaron en Rusia hasta el ascenso de Pedro I El Grande, el zar que se acercó a Occidente. “La costumbre de cortar las barbas y el pelo y de cambiar el vestuario de las mujeres se impuso por él”, ha recordado Petrova. En esta etapa, el arte ruso dejó de ser exclusivamente religioso y de estar copado por los iconos.
El retrato de Nicolás II es obra de Iliá Repin y muestra al monarca tranquilo, posando en 1896 con un traje militar que le queda algo grande. El retrato de su hijo y heredero, Alekséi Nikoláievich, fue realizado en 1911 por Serguéi Yegórnov. Otros artistas presentes son Nikolái Gue, Aleksandr Litóvchenko o Andréi Riábushkin, encargados de transportar al espectador con mucha imaginación a la corte imperial.
“La historia rusa tiene páginas que ni siquiera los rusos entendemos a veces, pero hemos pensado que ese dramatismo puede ser interesante para el público extranjero”, ha subrayado Petrova sobre el repaso que se hace a la dinastía Románov en el museo malagueño. También es comisaria de la temporal Kandinsky y Rusia, una propuesta totalmente alejada de la anterior que no solo se centra en las geometrías y los elementos zoomórficos del genio de la abstracción, que también, sino que muestra la evolución del artista, reivindica sus orígenes rusos, pese a su vinculación con Alemania y Francia, y ofrece su lado artístico más desconocido.
Esta muestra, visitable desde este miércoles hasta mediados del próximo julio, está integrada por 78 piezas, 29 de ellas del protagonista. Del pintor hay varios paisajes impresionistas, realizados en los primeros años del siglo XX, y ejemplos en los que el arte figurativo empieza a mezclarse con lo abstracto, como en Improvisación nº 11 (1910). El montaje intenta transmitir la influencia que tuvieron Rusia y sus artes populares en una de las figuras imprescindibles del siglo XX. Se exponen seis obras de coetáneos rusos que fueron invitados por el artista a participar en la primera exposición de El Jinete Azul en Múnich, en 1911, y En blanco (I), lienzo de 1920 que cierra el montaje y que es puro Kandinsky.
Delicados y rotos cristales pintados
La exposición temporal sobre Kandinsky en la Colección del Museo Ruso de Málaga exhibe cinco pequeñas joyas del artista que utilizó la espiritualidad y el sentimiento para llegar a la abstracción. Son óleos sobre vidrio, una técnica antigua de la tradición popular alemana que el pintor utilizó en varios momentos de su vida. Algunos de los cristales que se muestran están incluso quebrados, algo que evidencia lo delicado de la pieza. "No solemos prestarlos", ha advertido Evgenia Petrova, comisaria del montaje. El vidrio está rasgado, por ejemplo, en Nube dorada y en Con frutas, de 1918. Son óleos en los que hay libertad para las proporciones y la perspectiva, las figuras aparecen planas y los colores son muy llamativos. La temática suele ser de carácter fantástico y laico.
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