Niños Mutantes no tienen “edad para tonterías”
La banda independiente, al borde de la ruptura hace unos meses, culmina en Granada la grabación de su nuevo disco
La carretera a la casa del productor Martin Youth Glover, miembro de Killing Joke, se estrecha de tal forma que parece imposible que el coche llegue hasta allí sin despeñarse. Se suceden curvas y desniveles en un sendero de tierra mientras a la derecha se abre el valle de Lecrín, a los pies de Sierra Nevada. La casa de Youth, que ha trabajado con Primal Scream, U2, Depeche Mode o Guns N' Roses, está llena de recuerdos y de ella se cuentan leyendas urbanas propias de la mitología musical. Como en cualquier hogar de un artista uno nunca sabe a quién se va a encontrar allí; el año pasado Paul McCartney, que toca con Youth en The Fireman, estuvo grabando unos temas.
En ese refugio -Casa Estudio- en Albuñuelas (Granada), una mañana de sábado de diciembre Juan Alberto Martínez, líder de Niños Mutantes, canta a capella de forma machacona delante del micrófono: “Óyeme bien, jovencita: todo lo bello se marchita”. Una y otra vez. Va cambiando el tono de una forma tan ligera que prácticamente sólo él lo percibe. Él y, en cualquier caso, Abraham Boba, productor junto a César Verdú del nuevo disco de la banda granadina. Los dos, Boba y Verdú, son parte del grupo del año para los críticos de EL PAÍS, León Benavente. Es Boba quien espera el diamante, la versión final del “óyeme bien, jovencita” que hará peores los demás intentos. Juan Alberto, moño arriba y ojos verdes, termina consiguiéndolo. Andrés, Miguel y Nani, el resto de mutantes que en ese momento observan al otro lado del cristal, asienten.
Jovencita es corta, pegadiza, guitarrera. Hay un puñado de temas que tras escucharlos en estudio un par de veces no se sacan de la cabeza: Los glaciares, FGL -con guiño a Lorca-, la oscura Salmo). El tema que pasan a grabar a última hora de la mañana es Menú del día. Es un momento oportuno: dos horas después están todos alrededor de la mesa. Como es sábado se discute si bajar a Granada esa noche; el disco está casi finiquitado, queda por grabar al día siguiente un tema. Tras el debate, se decide dar el último arreón de trabajo. Miguel está contento: se han comido los plazos, se han venido arriba en la grabación y les ha sobrado tiempo. Eso, a pesar de que cuando llegó Josiño se le comunicó que estaba todo patas arriba y que habría que alquilar el estudio una semana más. En la grabación de un disco el tiempo es mucho dinero. Pero era sólo una broma.
Diez es el nombre del álbum de los Mutantes. De noche, tras la cena y con unas copas, mientras pinchaban música, los integrantes de grupo le dieron una última vuelta al nombre del disco. Una invitada preguntaba si el título no se interpretaría como prepotencia: un disco 10. La sacan del error: diez son los álbumes de los referentes indie, vecinos de una ciudad, Granada, que ha dado a la música independiente a Los Planeras y Lori Meyers además de ellos.
2016 fue su año de aniversario: dos décadas en el escenario. Lo habían planeado de descanso, ajenos a la efeméride, cuando Josiño Carballo, su manager de Ernie Producciones, los llamó desde Ponte Caldelas (Pontevedra) para sugerirles disco con sus éxitos versionados. Por si dudaban, les adelantó el trabajo: al teléfono les puso seis canciones suyas que ya habían sido grabadas. La primera de ellas de una leyenda del indie, Fernando Alfaro, que cantaba No puedo más contigo. Fue una voladura controlada para Niños Mutantes; hasta que escucharon a Alfaro pensaron que Josiño estaba de coña. Ellos habían crecido musicalmente entre Pixies, Nirvana, Brincos, Beatles y Surfin' Bichos. Ya grababan donde McCartney; ahora Alfaro cantaba uno de sus grandes temas.
A finales de noviembre, con letras de Juan Alberto, los Mutantes se fueron a Albuñuelas con los deberes de un disco más oscuro, con letras menos festivas, más crípticas y amargas. El resultado, a mediados de diciembre, no es el que esperaban. “Uno tiene las canciones en la cabeza, luego en el papel y al final acaban siendo lo que ellas quieren”, dice Juan Alberto. Nani, el batería, se ríe: “Ni tan oscuro ni tan amargo, aunque desde luego no es un disco alegre”. No lo es por una razón. Mutanciones se llamó el homenaje que les hicieron entre otros Zahara, Lori Meyers, Havalina o Russian Red por sus 20 años. El final de fiesta fue el 16 de abril en la Riviera a rebosar y con todos los artistas invitados. Una semana después, una pelea en la furgoneta que los llevaba a Granada de vuelta estuvo a punto de terminar con el grupo. “Casi llegamos a las manos”. El episodio lo relató su discográfica, Ernie Records: los jóvenes que se habían conocido en el instituto descubrieron esos días que en 20 años habían acumulado amor “y una ingente cantidad de mierda que salió a borbotones” de repente. Como no se hablaban entre ellos, podían romper o simplemente tocar.
Seis meses después había 20 canciones listas que procedieron a cribar para que la primera del disco funcione a modo de declaración de intenciones, Balada del hombre libre. “Cargaba con el peso / de la culpa a mis espaldas / Iba consumiendo / el tiempo que me quedaba / Lo perdía sin remedio / como el pájaro en la jaula”. En primavera se conocerá el resultado, y el 6 de mayo se presenta el disco en directo en Madrid. El lugar que casi certifica su muerte es el elegido para la resurreción íntima del grupo. “Ya no tengo edad de tonterías”, cantan en otro tema del nuevo disco, “ni me sobra tiempo que desperdiciar”.
Babelia
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