Una buena ‘Coppélia’
Toda compañía académica que se respete debe tener esta obra en repertorio y mostrarla
El sábado 26 de noviembre de 1949 se estrenaba en el Estudio Auditorio S.O.D.R.E. de Montevideo la Coppélia del Ballet Alicia Alonso (luego Ballet de Cuba), en su primera gira continental. El papel de Copelius el Juguetero era interpretado en esa única función por Enrique Martínez (La Habana, 1926 – Nueva York, 1998). El carácter del oscuro viejito que elaboraba complicados autómatas sacado del terrible cuento de Hoffmann, y todo el ballet, lo había aprendido Martínez de Léon Fokin (sobrino del gran Mijáil), que remontó en Cuba la versión que recordaba del Teatro Mariinski y reglada por Marius Petipa a fines del siglo XIX sobre un original más lejano: el de Arthur Saint-Léon de 1870 en París y recreado en Rusia apenas unos lustros después. Julio Bocca no ha hecho otra cosa que, de manera muy justa al proponer esta Coppélia, retomar el pasado, ponerse en función de la historia y la continuidad. En aquella función de 1949 actuaron como complemento algunas artistas locales de Montevideo, algo habitual entonces.
COPPELIA
Coreografía: Enrique Martínez; música Leo Delibes; escenografía y vestuario: José Luciano Varona. Ballet Nacional de Uruguay SODRE. Director artístico: Julio Bocca. Orquesta Sinfónica Verum. Director musical: Martín García. Teatros del Canal. Hasta el 1 de enero.
La coreografía de Martínez sigue casi a la letra la de Léon Fokin (incluso con las famosas y difíciles escopetas del tercer acto, esas cargadas diabólicas para las seis parejas solistas) y muy pronto se entronizó como la más bailada de Occidente, ya en 1968 entró a formar parte del repertorio del American Ballet Theatre sustituyendo la de Semenov (1942), y luego pasó al Teatro alla Scala de Milán, y también al Teatro Colón de Buenos Aires. ¿El secreto del éxito? Apoyarse en la tradición franco-rusa, no eludir la dificultad de los pasajes de virtuosismo y mantener los más sutiles detalles del estilo particular de la obra, presente en valses, mazurcas y chardas. Estrellas como Carla Fracci, Erik Bruhn, Mijail Barishnikov, Marianna Tcherkasski y Eleanor D'Antuono sellaron estilísticamente los roles principales según la versión de Martínez hasta que una generación siguiente tomó el relevo, donde están, entre otros, el propio Julio Bocca o la argentina Paloma Herrera, que después tuvieron que amoldarse a la versión de Frederick Franklin, que también (¡cómo no!) había trabajado con Léon Fokin. El papel de Swanilda tiene su sello propio, a medio camino entre la tesitura de la soubrette y un lirismo bocetado en lo tierno y fresco. María Ricetto estuvo muy en su papel, incorporó con convicción la muñeca del segundo acto y dinamizó la giga escocesa y el bolero español, piezas de lucimiento llenas de complejidad tanto rítmica como estilística.
La labor de resurrección y rigor que ha logrado imprimir Bocca a la compañía titular uruguaya está fuera de toda duda, es una realidad palpable y objetiva, un arduo trabajo no exento de sinsabores que el argentino ha sorteado con gallardía y un tesón digno de elogio. Coppélia estaba ya en sus planes originales, pero se ha dado el tiempo necesario para contar con la agrupación adecuada, lo que ocurrió en marzo de 2015. Toda compañía académica que se respete debe tener Coppélia en repertorio, mostrarla y mantenerla en activo. Los decorados y vestuario del argentino José Luciano Varona (Mendoza, 1930) son exquisitos de dibujo, gama cromática e imaginación plástica; Varona tiene a su haber al menos cuatro producciones más de Coppélia: los teatros municipales de Río de Janeiro y Caracas primero y Balanchine (1977) y el Teatro Colón (1983) después. La iluminación en el Canal estuvo entonada aunque un poco baja en algunas escenas. El Copelius de Daniel Galarraga rezuma experiencia y el malagueño Ciro Tamayo dejó su impronta virtuosa en la breve pero intensa mazurca del primer acto; a este buen bailarín español que ha optado por buscar sus horizontes profesionales lejos, se le podrá ver en Franz (el rol protagónico) hoy día 28 y el 1 de enero.
Babelia
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