Una película de ciencia-ficción que no avergonzará a los eruditos
'La llegada' lleva su excepcionalidad al extremo de que la protagonista es una lingüista profesional. Hemos sustituido a Bruce Willis por Amy Adams
Desde los gloriosos tiempos de las pelis de serie B sobre hombres-planta, lagartos alienígenas y mutantes calvos, Hollywood se ha entregado a fondo al abyecto, denigrado y ultrajado subgénero de la ciencia ficción. El desarrollo exponencial de los efectos especiales y la computación gráfica lo ha convertido en una máquina registradora de proporciones planetarias, pero el género solo rara vez produce una buena película, una que no se avergüencen de citar los intelectuales y los eruditos. A la escuálida lista que encabeza 2001, una odisea del espacio, de Clarke y Kubrick, se puede añadir ahora, seguramente, La llegada, de Denis Villeneuve. No olviden que ese tipo va a hacer una segunda parte de Blade Runner, y que por tanto solo puede convertirse en el heredero de Ridley Scott o estrellarse contra el duro asfalto de los remakes.
Mis pelis favoritas de ciencia ficción no son las más tecnológicas, sino las más lingüísticas. La mayoría de las pelis sobre contactos o guerras con otra especie inteligente se olvidan del problema central que plantearía –o planteará— un encuentro de ese tipo: ¿en qué lenguaje nos entendemos con los marcianos? La llegada es una de las raras excepciones a esa regla de plomo, y lleva su excepcionalidad al extremo de que la protagonista es una lingüista profesional. Hemos sustituido a Bruce Willis por Amy Adams, lo que por sí solo merecería un oscar.
Spielberg hizo un buen intento en Encuentros en la tercera fase. Sospechando que los humanos no tendrían forma de entender el lenguaje de los marcianos, Spielberg apostó por un mensaje musical, en concreto una melodía pentatónica que varias generaciones llevamos grabada en la mente desde entonces. La música es una apuesta inteligente, porque tiene ángulos lingüísticos (como una sintaxis propia) pero no es un producto tan arbitrario e impredecible como nuestros lenguajes. Hay una física de la música, una razón universal por la que las melodías y armonías que nos satisfacen pueden ser las mismas que en el planeta Mongo. Spielberg es listo.
Pero hay un creador de ciencia ficción que es todavía más listo que él. Carl Sagan, muerto en 1996, astrofísico, exégeta del programa SETI de búsqueda de inteligencia extraterrestre y autor de la serie de documentales Cosmos, que ha estimulado la vocación científica de varias generaciones. En su novela Contact, que Robert Zemeckis (un antiguo secuaz de Spielberg) llevó al cine en 1997 con Jodie Foster y Matthew McConaughey, Sagan consideró a fondo la cuestión lingüística y apostó por las matemáticas.
En su novela 'Contact', Carl Sagan consideró a fondo la cuestión lingüística y apostó por las matemáticas como forma de comunicación
En primer lugar, la señal de los marcianos consistía en una serie de pulsos que Jodie Foster pudo reconocer sin problemas: 2, 3, 5, 7, 11, 13… ¡Los números primos! La serie de los números primos no puede ser natural, así que revela de inmediato que la señal proviene de un ser inteligente. La segunda clave lingüística es una idea todavía más interesante: que un mensaje de dos dimensiones no se puede entender a fondo sin añadirle una dimensión más, sin convertirlo en un objeto tridimensional, sin abstraerlo en un ‘concepto’. Ya sé que esta película no le gusta a nadie más que a mí. Pero yo sé que Sagan era un genio, y eso me da una ventaja competitiva sobre los demás críticos.
Sobre la apuesta lingüística de La llegada, no puedo decir gran cosa sin incurrir en spoiler flagrante. Pero es una idea muy interesante, relacionada con la abstracción, el holismo (o ciencia del todo) y la relatividad de Einstein. Es la obra de un cerebro plenamente moderno, uno que ha entendido la complejidad del mundo.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.