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Crítica | THE VESSEL
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Técnica de la espiritualidad

Julio Quintana convierte su cámara en un omnisciente ojo ingrávido, mientras se plantean estimulantes cuestiones sobre la distancia entre tragedia y milagro

Fotograma de 'The Vessel'.

Si uno visita la muy escueta web personal del director debutante Julio Quintana, puede comprobar, no sin cierta sorpresa, la extrema importancia que su responsable concede a su condición de propietario de un sofisticado equipo de cámara RED Epic Dragon. Junto a la página de inicio y el apartado destinado a contactar con el cineasta y operador, la única sección específica es la dedicada a desglosar los elementos, capacidades y características de ese equipo técnico último modelo, con su correspondiente despliegue de lentes y tarjetas de memoria capaces de contener hasta 6 horas de metraje en calidad 6K. No es una información inútil a la hora de afrontar el análisis de The Vessel, opera prima de Quintana, pues de sus imágenes podría uno inferir que la representación de la espiritualidad y la trascendencia es para este cineasta antes un problema técnico que una cuestión de estilo.

THE VESSEL

Dirección: Julio Quintana.

Intérpretes: Lucas Quintana, Martin Sheen, Jacqueline Duprey, Aris Mejías.

Género: drama. Puerto Rico. 2016.

Duración: 86 minutos.

Tal y como indagó Paul Schrader en El estilo trascendental en el cine, la obra de cineastas como Robert Bresson, Carl Theodor Dreyer y Yasujiro Ozu se había enfrentado, desde contrastados contextos religiosos y culturales, a la espinosa cuestión de acuñar una caligrafía cinematográfica para representar la revelación de lo sagrado en lo cotidiano. Por caminos diversos, los tres cineastas encontraron sus respectivas respuestas en un proceso de esencialidad y despojamiento. A pesar de que, en The Vessel, Quintana delata que el cine de Bresson ha dejado algunas huellas temáticas, que no estilísticas, en su discurso —tanto Baltasar como el cura de Ambricourt encuentran aquí discutibles reencarnaciones—, su punto de partida es otro: la estética del desbordamiento extático que Terrence Malick, aquí productor ejecutivo, y Emmanuel Lubezki propusieron en El árbol de la vida (2011) y que The Vessel reduce, sin pretenderlo, a la condición de tópico visual.

En The Vessel, la fe de la comunidad pesquera de un pueblo portorriqueño se quiebra tras la trágica muerte de todos sus niños. Un joven que parece canalizar el mito de Lázaro (o el mito crístico) será la pieza clave para restituir la esperanza bajo el silencio de Dios. Quintana convierte su cámara en un omnisciente ojo ingrávido, mientras se plantean estimulantes cuestiones sobre la distancia entre tragedia y milagro, pero la dirección de fotografía de Santiago Benet Mari, en clave muy sub-Lubezki, acerca el resultado a una estética publicitaria que, en su empeño de homenajear la memoria del neorrealismo, la vacía incesantemente de materialidad.

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