Ribera: rarezas y caprichos
En sus dibujos, el pintor da rienda suelta a su imaginación, a sus obsesiones más oscuras, esas que no lleva a los óleos y que deja en el ámbito privado, lo que le permite mayor libertad
El pintor de los claroscuros, el caravaggiesco, el de los filósofos y santos —ya sean Jerónimos, Estébanes u otros tantos—, el español que vivió y murió en Nápoles es mucho más que eso. Esta es solo su parte pública, la célebre, la de las estampas con motivos religiosos. Pero hay un José de Ribera, El Españoleto (Xàtiva 1591-Nápoles, 1652) íntimo, menos conocido y más libre, un maestro del dibujo, como reza el título de la exposición que se puede ver en el Museo del Prado hasta el 19 de febrero del próximo año. Muestra que viajará después al museo Meadows de Dallas (EE UU) y se podrá disfrutar a partir de marzo con el título Between Heaven and Hell. The Drawing of Jusepe de Ribera (Entre el cielo y el infierno. Los dibujos de José de Ribera).
Los dos títulos hacen un buen resumen del Ribera dibujante. El español muestra que fue virtuoso en cualquier técnica —pluma, lápiz, sanguina...— "Su limpieza y claridad son reflejo de su superioridad mental", señala, durante el montaje de la muestra, Elena Cenalmor, coautora del catálogo razonado completo de los dibujos del artista junto a Gabriele Finaldi y Edward Payne. El estadounidense refleja su bifurcación temática, con una vía oficial (lo que se espera, lo sujeto a la norma) y otra más independiente que refleja sus obsesiones, en la que da rienda suelta a su imaginación con motivos poco comunes en sus lienzos. Entiende el dibujo como una actividad autónoma que, según el biógrafo de artistas napolitanos Bernardo de Dominici (1683-1759), no paraba de realizar: "Por las tardes se entretenía conversando con quienes iban a su casa, pero seguía haciendo dibujos de lo que tenía que pintar al día siguiente. Tan pronto como encontraba una acción, la dibujaba del todo (...) De su continuo estudio da fe el gran número de dibujos suyos que se encuentran".
En la segunda vía —la que refleja su particular vocabulario visual— se encuadran las cinco hojas de dibujos misteriosos y fascinantes que muestran pequeñas figuras encaramándose a otras mayores. “Su significado exacto se nos escapa”, manifiesta Finaldi, comisario de la muestra. Hay teorías que dicen que pueden estar relacionadas con la metáfora formulada en el siglo XII por Bernardo de Chartres que decía: "Somos enanos subidos a hombros de gigantes" y así explicaba que el progreso se va construyendo sobre lo que ya han edificado otros antes. Ribera es prueba de ello, su pintura no sería la misma sin la atenta observación de Caravaggio; ni su dibujo sin el conocimiento de otros grandes maestros como Rafael o Miguel Ángel.
Los caprichos y rarezas de este artista entremezclan temas. Así, uno de los personajes que suben por la figura del capitán, uno de los protagonistas de la Comedia del Arte italiana, de Escena fantástica: caballero con hombrecillos encaramándose a su cuerpo (1627-1630), concretamente el que asciende por su espada, tiene posición de funambulista que repetirá en Acróbatas en la cuerda floja (1630) y también son similares a los que aparecen en Hombre con gorro frigio por el que trepan figurillas (1637-1640). Este último se relaciona con otros de los temas en los que Ribera muestra interés: las distintas maneras de cubrirse la cabeza, que, a su vez, lleva a los estudios de testas y a las cabezas grotescas en las que manifiesta su gusto excéntrico, su interés por la fealdad (bocios, verrugas, orejas puntiagudas, representadas en varios dibujos de la muestra junto al óleo de 1638 Vieja usurera). Y de ahí a lo escatológico solo hay un paso, los hombres defecando son habituales en sus láminas.
Aúna estos temas en Cabeza grotesca con figuritas en el sombrero (1637-1640), unos de los dibujos de reciente atribución. La nariz ancha y el gorro de bufón le dan un aspecto satírico, humorístico. Sobre él, las diminutas figuras que recuerdan a otras láminas de esta temática y colgando de ellas un hombre ahorcado (representación de una escena que podría haber tomado del natural) y otro que podría ser un acróbata de los que ya ha dibujado. Uno de los personajes que está sobre el sombrero aparece en cuclillas defecando, tema, que aunque poco llevada a los lienzos oficiales, tiene una larga tradición. Las novelas de François Rabelais (1494-1553) sobre Gargantúa y Pantagruel son las más representativas pero también personajes como Mozart comparten este gusto por lo escatológico. Existe una ilustración de Pantagruel realizada por Gustave Doré y publicada en 1894 que se parece mucho a este dibujo de Ribera.
Estas escenas, junto con algunos dibujos campestres —extrañas en él ya que era un pintor de ciudad—, forman un pequeño grupo de los 160 dibujos atribuidos a Ribera. A partir del catálogo razonado del corpus del autor, surge Ribera. Maestro del dibujo, donde se exponen 52 de ellos, además de algunas estampas y pinturas. Una suerte de colofón a la tesis doctoral que Finaldi, director de la National Gallery, presentó a mediados de los noventa y que ha venido estudiando y ampliando durante más de 20 años hasta comisariar esta exposición.
Babelia
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