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El público eleva a las tablas un rosario de quejas

El auge del teatro participativo da pie a la creación del festival Ser Público

Raquel Vidales
Público en la obra 'We are still watching', de Ivana Müller.
Público en la obra 'We are still watching', de Ivana Müller.ian douglas

En mayo de 2005 un exótico grupo 15 personas se plantó en medio de una plaza de la ciudad británica de Birmingham y se puso a cantar. “¿Por qué mi ordenador va tan lento? ¿Por qué es tan cara la cerveza? Siempre llueve en esta ciudad. Los autobuses tardan demasiado en llegar a las 6.30 de la mañana y los conductores son antipáticos”, decía la letra de su canción. No eran músicos profesionales, sino simples ciudadanos que se habían conocido apenas unos días antes tras ser reclutados por dos artistas finlandeses, Tellervo Kalleinen y Oliver Kochta-Kalleinen, para componer entre todos un tema que recogiera quejas de cada uno y después cantarlo a coro en público.

Un año después otro colectivo parecido aunque bastante más numeroso, con 90 ciudadanos, hizo lo mismo en Helsinki. Estos protestaban porque el amor no dura para siempre, porque Finlandia nunca gana Eurovisión y porque las camisas bonitas siempre destiñen mientras que las feas no. Poco a poco el ritual se fue extendiendo y, dado su éxito, los creadores finlandeses dieron permiso para que cualquiera pudiera replicar su idea. Incluso elaboraron una guía con nueve pasos para llevarla a la práctica. Los coros de quejas se han reproducido desde entonces en casi 150 ciudades de todo el mundo.

En España hasta ahora solo se había formado uno en Sevilla. Se montó en 2010 y los coristas se lamentaban, entre otras cosas, del tráfico de la ciudad, las obras, el carril bici, las multas y el calor. Por fin el colectivo Poderío Vital, formado por Itsaso Corral y Óscar Bueno, está creando otro en Madrid. Aún está en la fase de recogida de lamentos y candidatos para cantar. En los próximos días los artistas elaborarán una dramaturgia musical y ensayarán con los voluntarios. El resultado se verá el próximo 19 de noviembre en una plaza del céntrico barrio de Lavapiés.

La actuación de este singular coro se incluye dentro de la programación de un no menos singular festival escénico que empieza mañana en la Casa Encendida de Madrid. Se llama Ser Público y trata de responder a varias preguntas: ¿qué tienen en común un grupo de desconocidos que se reúnen una noche en un teatro?; ¿cuál es su potencia?; ¿qué podemos hacer juntos que no podamos hacer solos? “Me puse a buscar proyectos que reflexionaran sobre la idea del público como colectivo activo. Y encontré muchos, suficientes para montar un festival. Quizá porque los movimientos ciudadanos participativos que han acompañado el ciclo de protestas que empezó en 2011 en España también han impregnado las artes escénicas”, explica Victoria Pérez Royo, comisaria del festival.

Un espacio para romper las normas

Las piezas programadas en el festival Ser Público no se limitan a invitar a la participación en un determinado momento, sino que son los propios espectadores los que fabrican la obra siguiendo una serie de directrices. ¿Puede esto considerarse un verdadero hecho artístico o solo un espacio para que un grupo de desconocidos se exprese? "Por supuesto que sí. Porque el teatro es un espacio en el que las normas de la calle quedan suspendidas; donde las cuestiones políticas pueden expresarse de manera artística a través de la ficción y el juego", afirma la comisaria, Victoria Pérez Royo.

Así ocurre, por ejemplo, en We are still watching, de la croata Ivana Müller, que propone a los espectadores que lean juntos un texto. Durante la lectura ocurrirán cosas (provocadas por la dramaturgia) que les obligarán a tomar decisiones. Y esas decisiones del grupo harán que cada función sea diferente.

Hay quien habla de un giro participativo en el teatro. Esto no es nada nuevo en la historia de las artes escénicas. El concepto de cuarta pared, que obliga al actor a ignorar al espectador, no aparece hasta el siglo XVIII y empieza a romperse de nuevo con las vanguardias de principios del siglo XX. Pérez Royo prefiere ser prudente. “Es cierto que en este momento hay muchas propuestas que invitan a la participación del público, pero esto no significa que esta tendencia vaya a determinar el futuro del teatro. Más bien, lo que indica es una gran diversidad de propuestas y de público”, opina.

Un ejemplo de lo que se podrá ver en el festival es la obra Clean Room, del coreógrafo y performer español Juan Domínguez. Esta propuesta, que utiliza la estructura episódica de las series de televisión, invita al público a involucrarse en sucesos concatenados. “El objetivo es que los espectadores sientan el proceso por el cual dejan de ser individuos aislados y se van organizando como grupo. Eso es una experiencia teatral única”, explica Domínguez. “Cada vez vivimos más en el mundo virtual de las redes sociales y menos en las relaciones físicas. Quizá por eso la gente está buscando este tipo de espectáculos en los que se busca interactuar con otras presencias”, concluye el creador.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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