Muere el bailarín y coreógrafo Juan Carlos Santamaría a los 51 años
Premio Nacional de Danza en 2008 y Premio Villa de Madrid, el artista dirigía en la actualidad la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León
Me llamó a mediados del mes de julio. Una vez que ya había acabado con su etapa en la Dirección del Conservatorio de Danza de Castilla y León quería que le asesorara sobre qué master hacer para el curso que se avecinaba tras el verano para intentar luego hacer una tesis doctoral. Cuando ya habíamos hablado un buen rato sobre qué master podía irle mejor me dijo que le habían diagnosticado un cáncer recientemente. Pero no me dio demasiados detalles porque lo que le interesaba es que pudiera tener plaza para septiembre. Con esa actitud, Juan Carlos afrontó los últimos tres meses de su vida.
Juan Carlos Santamaría, Premio Nacional de Danza de 2008, ha fallecido este sábado en Cabezón de Pisuerga, en Valladolid, a los 51 años, víctima de un cáncer, según han informado fuentes familiares a través de un comunicado.
Cuando nos vimos luego en septiembre en el Hospital de Valladolid, y a pesar de que la enfermedad le impedía ya levantarse por sí mismo, y que tenía afectado un ojo, no había resquicio en la conversación para la pena, la queja o la desesperación. No, él quería disfrutar de cada palabra de la conversación que iba de lo profundo a lo banal recurrentemente. Desde decirle a mi pareja que le encantaba el pelo que llevaba a preguntarnos a los dos qué proyecto vital conjunto teníamos aquí, ahora, en el futuro. Él era consciente de su situación pero me repitió que era muy feliz, que disfrutaba la experiencia de la vida y que había hecho en la vida todo lo “lo que me ha dado la gana”. Esa fue la última vez que vi a Juan Carlos tras una despedida dulce.
Conocí a Juan Carlos a inicios de los noventa cuando ya no bailaba y empezaba su labor al frente del taller de coreografía del Conservatorio de Danza de la Calle Soria de Madrid, germen de lo que hoy es el Conservatorio Superior de Danza de Madrid. Virginia Valero, la directora del centro, le encargó dirigir el Taller del conservatorio y ahí se forjaron muchos bailarines que hoy están en grandes compañías del mundo, en musicales de la actual cartelera de la Gran Vía y muchos que han formado parte de la Compañía Nacional de Danza. Antes había sido bailarín allí, en la etapa de María de Avila, Maya Plisetskaya y los comienzos de Nacho Duato.
No estaba muy orgulloso de su corta etapa de bailarín por que era una etapa necesaria para llegar a ser lo que él ambicionaba desde pequeño: ser coreógrafo. En el Taller del conservatorio creo coreografías propicias para ese nuevo público de la danza que tanto se necesita: El sueño de Tina, (El Carnaval de los animales, Saint-Saens) o Sonidos de un Jardín Secreto (Secret Garden) son joyas que tendrían que reponerse en algunos conservatorios si bien lo que España necesita son más compañías y muchos menos conservatorios fruto de una política cultural torpe, miope y descoordinada. Con él me embarqué en la creación de su compañía y a lo grande con un Cascanueces que giró por toda España y que supuso para mí hacer una larga etnografía de los procesos de creación y producción en un país que no da opciones para este tipo de proyectos de medio formato. Juan Carlos en Francia hubiera sido director de un Centro Coreográfico Nacional durante muchos años o también en Alemania o Gran Bretaña. Aquí nunca fue posible, tuvo que trabajar en la precariedad de una compañía siendo autónomo, malviviendo con unas subvenciones públicas ineficientes y unos teatros públicos que no están a la altura mínima de la profesionalidad en su gestión y recursos. Manutuvo con algunas intermitencias su compañía compaginando su labor de Director en los conservatorios profesionales de Castilla y León en Burgos y Valladolid.
Premio Nacional de Danza por el Ministerio de Cultura en 2008 en la modalidad de creación, no se amilanaba ante las grandes músicas de los clásicos, Embrujo (Manuel de Falla) o Moz-art (Mozart) y tenía un especial talento para coreografiar los solos –Angelito loco- o los pasos a dos -Stella Pas de deux-. Fue coreógrafo invitado en el desaparecido Ballet de Zaragoza y en el Ballet Nacional de Cuba, entre otros. Tuve el privilegio de conocer la danza desde la cocina. Gracias, amigo, te debo una parte del sentido de mi vida.
J. Arturo Rubio Arostegui, adjunto al vicerrector de Investigación, Universidad Nebrija.
Santamaría, nacido en San Sebastián (Gipuzkoa) en 1964, fue director de la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León en sus dos sedes de Burgos y Valladolid hasta hace tres meses. Aunque nació en San Sebastián, fue en Valladolid donde inició sus estudios de danza en la Escuela de Mariemma, y en 1992, tras seis años como bailarín de la Compañía Nacional de Danza, bajo las direcciones de María de Ávila, Maia Plisétskaia y Nacho Duato, inició su labor como coreógrafo en el Real Conservatorio Profesional de Danza de Madrid. En 1998 fundó Santamaría Compañía de Danza, con la que creó más de una treintena de ballets, como Cascanueces, Embrujo, Polvo o Romeo + Julieta. Según han recordado las mismas fuentes, contó en sus producciones con artistas como Ouka Lele o Francis Montesinos, y colaboró con instituciones como el Coro Nacional o la Orquesta de la Comunidad de Madrid, con la que se presentó por todo el territorio nacional, al igual que en países como México, Italia, Argentina, Uruguay, Andorra, Portugal, Francia y Chipre.
Santamaría también realizó coreografías para el Ballet Nacional de Cuba, Ballet de Zaragoza, Compañía Diástasis (Chipre) y para el musical Maribel y la extraña familia, o en obras de teatro como La visita de la vieja dama para el Centro Dramático Nacional, Las Bacantes para el Teatro Romano de Mérida, o las producciones coreográficas sobre las vidas de María Callas y Joaquín Rodrigo para RTVE, entre otros. En 2008 recibió el Premio Nacional de Danza en el apartado de creación, otorgado por el Ministerio de Cultura, y ese mismo año fue distinguido con el Premio Villa de Madrid 2008 Antonio Ruiz Soler.
Durante los últimos diez años, Juan Carlos Santamaría se centró en la docencia como director de la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León en sus dos sedes, la de Burgos, donde estuvo durante diez años, y la de Valladolid, que dirigió durante cuatro. La familia ha destacado también su calidad humana y su convicción de que la danza era un instrumento para lograr un mundo mejor: "La danza nos enseña a crear un mundo mejor, porque cuando es buena, es mágica", sostuvo.
Babelia
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