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“No estamos preparando a los niños de hoy para lo difícil”

Gilles Lipovetsky presenta 'De la ligereza', su reflexión sobre esta condición que ha embargado la vida de las personas

Berna González Harbour
Gilles Lipovetsky, filósofo y sociólogo francés, en Burgos.
Gilles Lipovetsky, filósofo y sociólogo francés, en Burgos. Jaime Villanueva

Al vivir no reparamos en ello pero, tranquilos, alguien como Gilles Lipovetsky lo ha hecho por nosotros. Todos nuestros actos, desde que nos despertamos con miedo al paro hasta cuando compramos chuches al niño, tecleamos un wasap, nos reímos con Revilla en televisión o nos asomamos furtivamente a una web de infidelidad están tintados de una salsa espesa que ha ido adquiriendo consistencia en todos los ámbitos de la vida y que tiene un nombre: lo ligero. El filósofo y sociólogo francés que definió la posmodernidad, la hipermodernidad, el vacío del consumismo y la estetización del arte ha traído a Burgos y a las librerías españolas su reflexión sobre la ligereza que ha embargado nuestro ocio, nuestro sexo, nuestra política, nuestras relaciones laborales y nuestra comunicación. Lipovetsky (Millau, 1944), que acaba de publicar De la ligereza (Anagrama) fue este jueves la estrella del Foro de la Cultura de Burgos, donde habló con EL PAÍS.

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Pregunta. Su libro contiene una gran paradoja: vivimos en la sociedad del individuo y sin embargo el individuo es cada vez más débil.

Respuesta. La sociedad contemporánea pone en valor al individuo, cierto, y le da más poder sobre sí mismo para decidir sobre su vida, pero al mismo tiempo aumenta su fragilidad, lo estamos viendo con los índices de depresión o estrés. Y es que en las sociedades antiguas la educación dura te preparaba para vivir en un mundo difícil. Hoy, les educamos dulcemente, queremos que los niños sean felices y no les preparamos para lo difícil, para lo que Freud llamaba “el principio de realidad”. También hay una razón estructural: en esas sociedades tradicionales no se planteaban preguntas sobre la organización de la vida porque se organizaba como lo habían hecho los padres. Hoy las tradiciones han perdido su fuerza y cada uno debe construir su vida, desde la educación a la alimentación. Y eso es duro.

P. ¿Nos equivocamos al abrazar tanta ligereza?

R. No nos equivocamos, es inevitable, es el precio de la libertad. Hemos ganado la libertad de elegir y hemos perdido la seguridad de no tener opciones. La pareja, por ejemplo, también se peleaba sin plantearse otra cosa y ahora te planteas separarte. Hay una segunda capa. Si antes no eras feliz no hacías nada. Hoy miras en la educación, la vida amorosa, el trabajo, la salud como territorios en los que tomar decisiones. La sociedad individualista te ofrece condiciones de vida ligeras (placer, turismo, bienestar, tecnología) pero la vida es un peso. El consumo es ligero pero se vuelve una carga, se vuelve un trabajo si el presupuesto no es tan grande como tus necesidades.

El consumo es ligero pero se vuelve una carga si el presupuesto no es tan grande como tus necesidades.

P. Usted no está de acuerdo con que la levedad del ser sea insoportable, como escribió Milan Kundera.

R. Decir que la levedad del ser es insoportable... esa idea es la que me parece insoportable. La ligereza no es insoportable, no podemos hacer una filosofía trágica de la ligereza, no es ella, sino el miedo que provoca lo que puede ser trágico. Hay que defender la ligereza, pero no toda la ligereza. Mi libro ha querido diferenciar eso: yo defiendo la sociedad de la ligereza porque nos ha librado de los males del siglo XX, lo que no es poco, es considerable. El nazismo, el fascismo, el franquismo no eran ligeros. Ahora estamos protegidos de esas ideologías por la sociedad ligera: por el consumismo, la felicidad, la conservación. Esas sociedades ideológicas eran extremas y eso es lo que fue insoportable: dos guerras mundiales, la shoa, millones de muertos con el comunismo. Yo no siento nostalgia de eso y la ligereza nos ha librado de eso, la gente quiere vivir bien, ya no quiere morir, quiere divertirse. No parece muy elevado divertirse en facebook, pero ya no hay masacres en Europa y todo el mundo quiere venir aquí. La ligereza ha reforzado la democracia. Y luego por supuesto, hay que afrontar la complejidad de las cosas: esa ligereza crea otros problemas, es difícil, problemática, pero no insoportable. Paul Valéry dijo: hay que ser ligero como el pájaro y no como la pluma. Esa es la idea.

P. Describe también cómo se han perdido las estructuras colectivas: la religión, la familia. ¿Ya no tenemos estructuras grupales?

R. Lo que se ha minado es la organización y las imposiciones colectivas de la vida. Antes por ejemplo la Iglesia decidía por nosotros. Eso no significa que hayan desaparecido las instituciones, pero ya no dirigen nuestra vida. A su vez hay nuevos colectivos: las asociaciones, la cooperación, el gusto por la política, pero de otra manera. Ya no está el marco de Iglesia, partidos, Estado y familia. Antes no te podías divorciar porque la familia era más importante que el individuo. Ahora el individuo es más importante que la familia como institución. Eso es la individualización. Pero se subestiman otras formas de colectividad: Wikipedia, por ejemplo, escrita por todo el mundo sin retribución ni interés personal, es muy interesante. El individuo obsesionado por su placer no se desvincula del exterior. Hay generosidad, hay empatía, pero en la sociedad individualista las instituciones colectivas ya no nos dirigen, esa es la diferencia.

P. ¿Y los partidos han sabido adaptarse? ¿Qué papel están haciendo en ese desdibujamiento de las instituciones?

R. La política del espectáculo se ha extendido, los políticos nos hablan de su vida privada, intentan ser próximos y simpáticos... Pero si hay un dominio que ha fracasado es la política. La gente está disgustada con la política y el disgusto no es ligero. La política no es ligera. El paro en los países del sur se debe al fracaso de la política, no es una fatalidad. Otros países como Suiza, Alemania, Dinamarca, Austria no tienen ese paro y es la política la responsable de eso, no es el capitalismo.

P. ¿Qué ha fallado? ¿Liderazgo?

Antes no te podías divorciar porque la familia era más importante que el individuo. Ahora el individuo es más importante que la familia como institución.

R. Liderazgo, sí. Y que ya no hay políticas que nos hagan soñar. Antes la política significaba soñar y eso nos trajo desastres. Pero ahora la política consiste en estadísticas, no es portadora de nada. Y no tiene poder. Antes los revolucionarios venían a cambiar el mundo y ahora nadie cree que los políticos puedan cambiar nada. Tsipras lo creía y lo ha hecho como cualquier otro.

P. La política ya no nos hace soñar. ¿Tal vez por eso ascienden otros partidos que lo intentan? ¿Hay un nexo entre el ascenso de Le Pen, Tsipras, Trump, Podemos?

R. Claro, la crisis de la política, los fracasos de la política hacen crecer otras opciones. Hollande fue elegido con un discurso contra las finanzas y tomó como ministro a alguien que venía de Rothschild. Pero Le Pen crece porque él fracasa. La gente escucha nuevas soluciones porque los otros han fracasado. Si los políticos hubieran arreglado los problemas que afectan a la gente no habrían crecido los partidos populistas.

P. ¿Y Podemos?

R. No es Le Pen, claro. Podemos considera que el liberalismo es la causa mayor de problemas y persigue una política antiliberal, pero políticamente es un error. Tsipras estaba ahí y ya ve el resultado, acepta todas las medidas porque está obligado, hay contratos colectivos y la política ya no va de sueños. Y Podemos retoma la gran tradición ideológica, la retórica. Pero Chávez y Corea del Norte son desastres absolutos. Eso no significa que liberalismo es bueno pero si crees que puedes escapar a la liberalización cometes un error. Hace falta solidaridad y el Estado no puede dejar el mercado sin reglas pero no hace falta sistemáticamente denunciar el capitalismo como causa de los males de la humanidad, eso conduce a desastres. El Estado no crea empleo, ya vemos la Unión Soviética, pero tiene un rol para preparar el futuro. Vemos ascender ideologías de combate radical pero creo que son posturas, discursos, retórica.

P. Usted escribió en La tercera mujer sobre el peligro de regresión. ¿Trump es una muestra de esa regresión para la mujer?

R. Puede haber estancamiento pero regresión no. Afortunadamente Polonia y España pararon el intento de ir hacia atrás en aborto. En Estados Unidos creo que ganará Clinton y será imposible la regresión pero es un proceso largo. En el trabajo doméstico las mujeres siguen ocupándose de la gran mayoría, en las grandes empresas hay techo de cristal, en la pequeña empresa y en la política va más rápido. La razón no es el machismo, eso es una visión fácil. La organización no está hecha para las mujeres.

P. ¿Y no es eso machismo?

Si los políticos hubieran arreglado los problemas que afectan a la gente no habrían crecido los partidos populistas.

R. Tengo mis dudas. Es la organización que no escucha, que es masculina, hecha para los hombres, pero no por machismo. No es exactamente lo mismo, creo. Hay que hacer evolucionar la estructura pero los hombres ya no creen que las mujeres sean inferiores.

P. Habla de los selfmedia frente a los mass media. ¿Se terminó el poder del los mass media?

R. No se ha acabado, pero las pantallas han implantado otra lógica. El ciudadano es emisor también en los selfmedia. Es bueno que sean más activos pero la mayor parte del tiempo dicen estupideces. Entre el consumidor del selfmedia y mass media falta un cuarto elemento para que sea positivo y es la educación. Internet no educa a nadie y hay estudios que indican que los que menos enganchados están a la pantalla del móvil mejores resultados tienen. La tecnología no es la solución a nuestros problemas sino la educación. El siglo XXI va a ser el siglo de la educación y ese es un reto colectivo. La fatalidad no es la responsable de los malos resultados en España por ejemplo. Y el futuro no lo hace Facebook ni las máquinas, el futuro lo debe preparar el Estado. Hay medios mediocres porque hay un mercado que pide eso. Si la gente se interesa en la vida sexual de los famosos es porque no tiene otros centros de interés. Los medios no son la causa, solo están porque hay mercado. Es la escuela lo importante.

P. ¿Internet ha cambiado las relaciones sexuales?

R. La vida sexual se ha hecho más ligera aparentemente, el sexo ya es consumo, es cool, busco un encuentro en Internet y ya está, como un supermercado. Pero en realidad no es verdad. No comparto la tesis de Houellebecq porque él ve el drama, el fracaso de la revolución sexual, pero es un fracaso limitado. Una de cada dos mujeres tiene una vida sexual satisfactoria, mucho más que hace tiempo, según los estudios. En Pensilvania los primeros americanos dedicaban tres minutos al acto sexual porque eran puritanos, ahora el sexo es lúdico, las prácticas se han diversificado. Hay frustración porque tenemos un ideal más elevado, porque comparamos mejor. Pero no es un supermercado. Las rupturas causan depresiones, la ansiedad de no volver a ser amado, la necesidad de ser amado y eso no es supermercado. Hay consumismo en el sexo, sí, pero en general la gente busca un compañero, una relación más global, no solo sexual. El amor aporta una valorización de uno mismo y es individualista. Eres el preferido y eso es supergratificante. No serlo es duro. El amor no es arcaico, no es un vestigio, es individualista “me ha mirado, piensa en mí”. Puedes usar webs de contactos pero luego todo empieza como siempre. No tenemos relaciones virtuales, sino sensuales. Lo virtual no ha destruido lo sensual. Cuanto más estás conectado más te relacionas. La gente sufre con las relaciones, como siempre sufrió.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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