Jazz se escribe con eñe
Tres noches intensivas de conciertos en Valencia para festejar este género musical
…O con “ny”, “gn”... resulta que la españolidad, o “espanyolidad”, del jazz, no conoce de grafías, de donde que a la misma se acojan catalanohablantes y magrebíes; cubanos y centroafricanos; vascos y mesetarios... lo que importa es lo que hay detrás del asunto, el espíritu, o como quiera llamársele. Así es este JazzEñe, un a modo de festival, feria de muestras o mercado al por mayor, venido a la ciudad de Valencia por segundo año consecutivo para celebrar el hecho diferencial de un género que empezó mestizo, y mestizo sigue siendo. El jazz de las diversas Españas, incluyendo las extra peninsulares, conviviendo en paz y armonía. Algunos podrían tomar nota. A su reclamo acudieron, invitados por la organización, programadores de conciertos llegados desde Francia, Alemania, Rusia y así. De puertas afuera, JazzEñe han sido tres noches intensivas de conciertos, del 29 de septiembre al 1 de octubre, a razón de cuatro agrupaciones por día elegidas por un jurado designado al efecto. Escenario: el teatro Rialto, joya del art déco valenciano, situado frente al Ayuntamiento de la ciudad.
Durante el JazzEñe, programadores y músicos son sometidos a un estricto programa de encuentros y audiciones. La idea: abrir una brecha en el muro que separa al jazzista con eñe del resto del mundo. “Los resultados”, asegura Manuel Aguilar, presidente de la Fundación SGAE, organizadora del asunto, “comienzan a dejarse ver aunque, naturalmente, es un proceso largo y complejo. Pero ya hay varios artistas que han sido contratados para actuar en diversos festivales de Europa gracia al JazzEñe, y las perspectivas son halagüeñas”.
La cosa, que en el JazzEñe uno nunca sabe lo que va a encontrarse; puede ser una vocalista funk cantando en gallego –Verónica Ferreiro- o el más canónico de los tríos de saxofón, contrabajo y batería -Ramón Díaz Group-; allá, el requiebro moruno y flamenco de Sinouj, acá, el jazz-fusión estricto sensu del guitarrista Joaquín Chacón; o el jazz gozosamente convencional del barcelonés Joan Monné; o la novedosa propuesta electrojazzística de Perico Sambeat, héroe de la afición local, músico paseado como pocos por los escenarios internacionales del jazz, con o sin eñe.
Llamaron la atención la pianista Marta Sánchez, madrileña, crecida musicalmente en Nueva York donde su música ha adquirido músculo y consistencia, y el saxofonista Luis Verde, músico de fuste, creador de la “conga extremeña”, que es marca registrada suya. También el cubano Ernán López-Nussa con su danzón con sabor a Nueva Orleans; y Javier Vercher, con su aspecto de Olaf, rey de los vikingos, y su jazz delicado como la princesa de Rubén Darío.
Un envalentonado Ernesto Aurignac –malagueño, saxofonista, 34 años- dio que pensar a los programadores presentes en la sala. Así, Régis Guerbois, director del festival Jazz Des Cinq Continents con sede en Marsella; un certamen multitudinario al que acuden artistas de los 5 continentes, pero no de España. “Y eso que somos casi vecinos”. A Guerbois, como al resto de la delegación empresarial venida al JazzEñe, le ha sorprendido la variedad y calidad de las propuestas, “algunas más, algunas menos, pero está claro que aquí hay dónde rascar”. Un dato: en el programa del JazzEñe 2016, apenas hubo lugar para el flamenco-jazz, solo Chiqui Cienfuegos, venido desde Sevilla con su bailaora, su cantaora, y su canesú o su piano.
Paralelamente al JazzEñe, ha sido abierta al público la exposición Alfaro i el jazz (colegio Rector Peset, hasta el 23 de octubre), con una selección de la obra del escultor y dibujante dedicada al género musical. Para Carles Alfaro, hijo del artista, “mi padre tenía una visión nostálgica del jazz. Para él, simbolizaba los sonidos de su infancia, el patio de vecinos donde vivía, las canciones de los niños con esa mezcla de tristeza y alegría…”. Billie Holiday hecha hierro y latón; la trompeta de Armstrong convertida en una plataforma espacial parecida a las que pueden verse en los cómics de Flash Gordon. “Más que animarnos, pienso que mi padre hizo todo lo posible para que odiáramos el jazz. Era, podría decirse, su reducto privado”.
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