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EL HOMBRE QUE FUE JUEVES
Columna
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Viajes Señor Serrano

Marcos Ordóñez

No había visto nada suyo, y eso que llevan diez años volando. El misterioso señor Serrano es uno y muchos, una feliz banda que arma juegos de ahora mismo en espectáculos fulgurantes de no más de una hora. El Lliure les ha abierto su sala grande para que muestren sus grandes éxitos, una trilogía (Brickman Brando Bubble Boom, A House in Asia, Katastrophe), de la que vi las dos primeras entregas. Cuatro días intensos, el pasado fin de semana, con óptima respuesta de público.

Ha sido un festival insólito, porque Agrupación Señor Serrano presenta sus espectáculos en medio mundo (Brasil, China, Polonia, Francia, Estados Unidos, Irán) a razón de 70 bolos por año, pero aquí con cuentagotas. “Y eso que todo lo que necesitamos”, dicen, “cabe en tres maletas”. Tienen algo de titiriteros futuristas, que combinan alta tecnología y muñequitos de plástico, minicámaras que filman en tiempo real con maquetas minuciosas que se agrandan en pantalla y crean nuevas realidades, y fragmentos de viejas películas con nuevos diálogos, a lo Retrospecter. Su mirada prismática está hecha de espejos, ecos, recortes, sobreimpresiones, mutaciones. Como las moscas, parecen sobrevolar y procesar una gran cantidad de información a una velocidad casi contemplativa. Hay algo profundamente situacionista, con más zumba placentera y menos brasa teórica, en esos juegos que fascinarían por igual a Ballard que a un niño.

Sobre el papel, Brickman Brando Bubble Boom, que se vio en el Matadero madrileño, va sobre la crisis de la vivienda y del sistema hipotecario, pero no teman una soflama: la especulación explota en la cara como una pegajosa burbuja de chicle. Agrupación Señor Serrano narra dos historias en paralelo: la biografía de sir John Brickman, un gran constructor de la época victoriana (que resulta ser apócrifo) y la del actor que interpreta su papel, un tal Marlon Brando, cuya vida también parece inventada. Si tuviera que sintetizar la triste y doble historia de Brickman y Brando, recurriría a otra pareja, Bacharach y David, y pincharía la tristísima y ligera A House Is Not a Home en la voz cimbreante de Dionne Warwick.

En A House In Asia, que les valió el León de Plata en la Bienal de Venecia, hay un vértigo de espejos. Tres casas: la que habitó Bin Laden, en sus últimos días en Abbottabad; la que construyó la CIA, idéntica, en una base militar de Carolina del Norte, y la que Kathryn Bigelow utilizó para el rodaje en Jordania de La noche más oscura. A partir del nombre en clave de la operación  (Gerónimo), los Serrano Boys multiplican las ficciones y arman un wéstern que arranca con el atentado de las Torres Gemelas visto desde un simulador de vuelo, en el que Bin Laden se transforma en jefe apache y en Moby Dick, y un sheriff llamado Ahab tiene el rostro de Gregory Peck y las palabras de Bush, y el eterno enfrentamiento entre el Bien y el Mal se cuenta como un juego de Risk, y No Easy Day, las memorias del Navy Seal que presuntamente acabó con el dragón, llegan a ritmo de country line (e incluso de Take That), bajo la luz nocturna y alucinada de una película de Lynch. Con Viajes Señor Serrano se vuela muy alto y muy lejos: no se lo pierdan si aterriza cerca de su casa.

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