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DISCO DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Demasiado guay para ser un verdadero trovador

Con un ojo puesto de nuevo en la música brasileña, el largo navega entre la delicadeza y la fragilidad, entre la intensidad y el sentido del humor, entre Caetano Veloso y Syd Barrett

Xavi Sancho

Artista: Devendra Banhart

Disco: Ape in Pink Marble.

Sello: Warner.

Calificación: 6 sobre 10.

Hace tres años, Devendra Banhart editó Mala, un disco que sirvió no tanto como resurrección musical, sino también como confirmación de que la era en que este texano criado en Caracas era uno de los personajes más guays y, por extensión, más insufribles del planeta, había quedado atrás, a pesar de tener una novia que diseñaba lámparas caras y en cuyo idioma, el serbio, el título del disco significaba “pequeño”. La primera década del siglo XX, con sus hijos de sus últimas estrellas indieblancas y globales que jamás habían colocado ni una película entre las más vistas ni un disco entre los más vendidos, y sus parejas perfectas —Banhart fue durante unos meses de 2008 novio de Natalie Portman, que no es serbia pero tiene un Oscar—, formaba ya parte de aquella zona del pasado que se puede considerar superada y a la que no se volverá salvo emergencia. Él aprovechaba la nueva realidad para presentarse ligero de equipaje, pero provisto de un puñado de buenas ideas. Esta vez las iba a ejecutar con el cuidado del que tiene algo que demostrar fuera del encuadre de la última foto. Funcionó.

Ahora, con su imagen pública restaurada, básicamente, porque ha sido casi borrada, este señor que compagina su faceta como músico folk viajado con su más que interesante aportación al arte plástico de galería mediana en código postal bueno, presenta ahora Ape in Pink Marble.

Nacido de varios procesos catárticos (muertes, viajes iniciáticos y descubrimientos varios) y con un ojo puesto de nuevo en la música brasileña, el largo navega entre la delicadeza y la fragilidad, entre la intensidad y el sentido del humor, entre Caetano Veloso y Syd Barrett.

La inicial Middle Names es de aquellos temas que uno escucha casi inmóvil, temiendo que si se mueve para alcanzar siquiera un vaso de agua algo se rompa. Espartana y diminuta. Bellísima. Lo mismo Good Time Charlie. En ambas, Banhart parece prometer que dejará de ser ese hippy insufrible e intenso —pero guapo— para convertirse en un sencillo y sincero trovador. Desafortunadamente, este prometedor arranque desemboca, a medida que avanza el álbum, en cierto sopor. Fancy Man o Fig in Leather, con aires algo vacilones y una forma algo más explicita y menso conceptual de integrar las tan cacareadas influencias brasileñas, luchan por reactivar las constantes vitales del disco. Demasiado pronto para lo que sería recomendable en una obra que aspira a ser escuchada por completo y del tirón, ese mantra tan repetido últimamente y que sirve para certificar la validez de un álbum en toda su inmensidad, Ape in Pink Marble empieza a colapsarse. Empiezan a sucederse cosas anodinas pero bonitas con cosas bonitas pero anodinas. Así, cuando arriba el momento de Lucky, que es la canción que hubiese escrito Lou Reed si hubiese sido buena persona, uno ya está recuperando todos los interrogantes que han decorado la carrera de este tipo que cometió el error de ser más guay que su propia obra y los está repartiendo inopinadamente por los agujeros muertos del disco. Y del personaje.

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Sobre la firma

Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

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