Muere Jaime Davidovich, un artista de artistas
Fue un experimentador en arte y tecnología, una figura seminal en el naciente mundo del video art de finales de la década de 1960
"Vivir es morir", escribió Thomas Mann. Y morir es vivir, para quien como Jaime Davidovich (Buenos Aires, 1936-Nueva York, 2016) la muerte se reduce a la destrucción orgánica, sin afectar a la integridad de un legado que, en su caso, irá creciendo a medida que transcurra el tiempo. Jaime fue un artista de artistas. Una cabeza privilegiada, cuya imaginación desbordaba su propia obra y se expandía entre la de otros artistas contemporáneos. Fue un experimentador en arte y tecnología, una figura seminal en el naciente mundo del video art de finales de la década de 1960. Y, sin duda, un pionero en utilizar la televisión con fines creativos, muy a principios de la década siguiente. Su loft del SoHo, cuando ese barrio neoyorquino estaba habitado por artistas, se convirtió en el plató del primer programa de arte emitido directamente por cable. Incluía video art, los primeros vídeos musicales (conocidos más tarde como videoclips), performances y entrevistas con artistas. Por allí desfilaron, entre otros, Laurie Anderson, Eric Bogosian, Tony Ousler, Michael Smith, Nam June Paik, Bill Viola, Zush o Muntadas, de quien era muy amigo. Nunca más he vuelto a ver un programa en el que los artistas conceptuales hicieran arte en vez de contarlo o explicarlo. Uno de ellos, obviamente, era el propio Davidovich.
Además de fundar Cable SoHo (1976) y presidir el Artists' Television Network, creó el ya legendario The Live! Show (1979-1984), cuya mascota era un dibujo animado llamado TeeVee. Su personaje central, el Dr. Videovich, encarnado por él mismo con bata blanca y la cicatriz de su mejilla izquierda resaltada para la ocasión, daba consejos de cómo curarse de la adicción televisiva. También recibía llamadas en directo, lo que ponía de relieve una gran capacidad de improvisación. Su vanguardista sentido del humor abarcaba desde la sátira política hasta anuncios de objetos relacionados con la industria de la televisión, producidos por él mismo en forma de múltiples, que se vendían en una tele-tienda llamada Videokitch.
Llegado a Nueva York en 1963, adquirió un gran espacio dentro de lo que pronto se convertiría en una de las zonas más caras de la ciudad. Durante años fue consultor para sondeos de mercado de compañías norteamericanas, japonesas y chinas, prediciendo tendencias. El año en que Dukakis se presentó a las elecciones presidenciales (1988) propuso el color aqua como referencia a Grecia; aconsejó fabricar kits con los utensilios necesarios para una cena japonesa (apenas empezaba a ponerse de moda esa cocina), o diseñaba pequeños adornos con temas de actualidad para colgar de los abetos navideños… Objetos que se vendían en grandes superficies a precios asequibles. Todo, decía, era fruto de la simple observación. Y a ello dedicaba su tiempo, ya se tratase del primer shopping mall (de él oí por primera vez esta palabra) o del lobby de hoteles de lujo de Nueva York. Tuve la suerte de acompañarle en algunas de aquellas “visitas”. “Para predecir el gusto de millones de personas es necesario comprender la filosofía de Walt Disney”, confesaba. A lo largo de los años, lo entrevisté para diferentes publicaciones, entre ellas El País (31-3-90). En una conversación mantenida en 1986, declaraba: "El televisor es la iglesia, el amante y, probablemente, será la sepultura". Por supuesto, nos unía mi entonces intensa dedicación al medio televisivo, que ambos concebíamos como un lugar de experimentación, a pesar de que la vena comercial se imponía día tras día. Ideamos un programa que propuse sin éxito a TVE. Se trataba de descubrir las facetas más insólitas de la Gran Manzana. El proyecto se redujo a un teaser, pero fue el germen del programa Dos en raya (TVE2, 1984-85), que inevitablemente heredó el espíritu de nuestra malograda colaboración.
Jaime Davidovich fue un activo participante de la escena Fluxus y buen amigo de muchos de sus integrantes. En 1978, grabó la boda/performance de George Maciunas, durante la cual los novios se intercambiaban la ropa. Filmaba con fines documentales, pero también artísticos, y nunca dejó de producir piezas bidimensionales en las que, fiel a su vertiente conceptual, ensayaba todo tipo de materiales, desde el astro turf a la cinta adhesiva de pintor de brocha gorda, con la cual recubría monitores de televisión que convertía en esculturas. En sus video paintings, demostró que se puede pintar filmando. Infinidad de instituciones y museos internacionales expusieron y adquirieron sus piezas. En España, Artium (Vitoria), CaixaForum (Barcelona) y Vanguardia (Bilbao) organizaron muestras individuales de su trabajo.
El año 2014 envió a sus amigos una felicitación de Navidad vestido de Papa. “¿Sabes?, es que yo jugaba a la pelota con Mario Bergoglio por las calles de Buenos Aires”, comentó cuando le acusé recibo. No era ninguna ocurrencia Dadá, aunque también Maciunas, llamado el Papa del Fluxus, se había disfrazado de Sumo Pontífice en alguna ocasión. Bergoglio y Davidovich nacieron en el barrio Flores de Buenos Aires exactamente el mismo año, 1936. Nuestro amigo, cómo no, es el primero de los dos en haberse decidido a explorar el otro lado.
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