El festival de Venecia sale del agujero
El certamen arranca este miércoles con enormes ambiciones, grandes nombres y un programa que abarca hasta series y realidad virtual
Lo primero que veía el visitante al llegar al festival de Venecia era un enorme agujero, justo al lado del Palazzo del cinema. Allí, en 2008, se intentó construir una nueva sede para el certamen. Resultó, sin embargo, que el terreno rebosaba amianto, así que se pararon las obras y quedó el bautizado como “hueco de la vergüenza”. Aparte de costar millones y restar glamur, la vorágine engulló al propio certamen, que alternó ediciones aplaudidas con otras criticadas, a la vez que perdía público, estrellas y sufría la competencia del festival de Toronto. Pero este año, por fin, el agujero ha quedado cubierto. En su lugar, surge una flamante sala, rodeada de árboles. A la vez, La Mostra que arranca mañana también busca alzarse con renovada fuerza, con una competición repleta de grandes nombres y mucha presencia latinoamericana, y un programa que intenta abarcar todo lo que se cocina en torno al cine.
De la inauguración se encargará La La Land, el regreso de Damien Chazelle, que sorprendió al mundo y a los Oscar con Whiplash. Y que confía en recuperar la tradición que Everest destrozó el año pasado: en 2013 Venecia comenzó con Gravity en 2014 con Birdman, dos triunfos de crítica y estatuillas. Por cierto, el Oscar al mejor filme del año pasado también salió del Lido: Spotlight se presentó fuera de competición.
Tras empezar con un musical, el certamen quiere seguir bailando a un ritmo desenfrenado hasta la entrega del León de Oro, el 10 de septiembre. Ya el primer día se verá La luz entre océanos, de Derek Cianfrance (Blue Valentine), con las estrellas Michael Fassbender y Alicia Vikander. Y luego desfilarán por el Lido las nuevas películas de Dennis Villeneuve, Wim Wenders, Terrence Malick, François Ozon o Emir Kusturica, entre otros, así como divos del calibre de Amy Adams, Emma Stone, Jude Law o Natalie Portman.
“El año pasado fue una temporada un poco árida. El programa estaba lleno de elementos nuevos, distintos. Pero esta edición es riquísima: hemos tenido que trabajar cribando, dejamos fuera muchas películas que en otros años habrían entrado”, asegura el director, Alberto Barbera. Aunque el responsable sostiene que el riesgo sigue presente en la competición: en The woman who left, filme de cuatro horas del filipino Lav Diaz, en Spira Mirabilis, el documental sobre la inmortalidad de Massimo D'Anolfi y Martina Parenti, o en el hecho de que 12 de los 19 directores opten por primera vez al León de Oro. Entre ellos, la única cineasta de la competición: Ana Lily Amirpour. Uno es también el número de directores españoles en el certamen: Raúl Arévalo, con su debut en la dirección Tarde para la ira, en el apartado Horizontes.
Lo que nunca falta, en el festival de Barbera, es un foco hacia América Latina. Hasta cuatro filmes del área aspiran a tomar el testigo de Lorenzo Vigas, el venezolano que triunfó en 2015 con Desde allá: los chilenos Pablo Larraín con Jackie y Christopher Murray con El Cristo Ciego, el mexicano Amat Escalante con La región salvaje y los argentinos Gastón Duprat y Mariano Cohn con El ciudadano ilustre. “Se está convirtiendo en el área productiva más importante e interesante del mundo del cine”, defiende Barbera.
Más allá del camino por el León de Oro —y de los premios a la carrera para Jean-Paul Belmondo y Jerzy Skolimowski—, La Mostra ofrece la miríada inabarcable de propuestas que caracteriza cualquier festival de esta magnitud. Hay encuentros sobre cómo adaptar un libro al cine o cómo coproducir con China, homenajes a los fallecidos Michael Cimino y Abbas Kiarostami, un ciclo centrado en los migrantes o un documental sobre Rocco Siffredi. Pero, según Barbera, hay también un esfuerzo por mirar a todo el sector audiovisual. Así se explica el estreno mundial de El joven papa, la esperadísima primera serie de Paolo Sorrentino. O la presencia de varias películas rodadas en realidad virtual. Prácticamente, no quedan huecos en el programa. Ya está cubierto hasta el de la vergüenza.
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