Falsos perdedores
Aleksandar Hemon regresa con una novela decididamente humorística sobre un guionista treintañero cobarde e irresoluto que sueña con llegar a ser algo
A Aleksandar Hemon (Sarajevo, 1964) la guerra de los Balcanes le sorprendió en Chicago, donde reside desde entonces. Se dio a conocer con un libro de relatos que llamó inmediatamente la atención: La cuestión de Bruno. Ha publicado además dos novelas y otro libros de relatos. Cómo se hizo La guerra de los zombis es su tercera novela. En ella hay una novedad importante: es una novela decididamente humorística, de un humorismo sarcástico, una parodia que incluso se adentra en el territorio de lo grotesco.
La parodia lo es también de una cierta literatura americana actual. Aquí tenemos a unos personajes que podrían catalogarse como perdedores si tuvieran algo que perder. Un tal Joshua, que escribe guiones de cine y se reúne en un taller de guion con otros inútiles como él, es también profesor de inglés para extranjeros, y a su clase asisten, entre otros, un par de bosnios, Bega y Ana. Joshua tiene una relación estable con una muchacha llamada Kimiko, una joven ordenada, pulcra y encantadora, todo lo contrario que él. No conviven, pero están a punto de hacerlo.
El lector decide en seguida, antes de que ocurra nada, que la próxima convivencia de la pareja será irrealizable porque todo lo que tiene Kimiko de limpia y ordenada lo tiene Joshua de vago, sucio y desastrado. Esta figura del treintañero cobarde e irresoluto, que sueña con llegar a ser algo y que se comporta de modo totalmente contrario a como debería ser para lograrlo, es un prototipo de personaje. Hamon ha querido escribir una comedia hiriente y a fe que lo ha conseguido, con un humor constante —algo reiterativo, pero que no abruma—, montando muy bien las escenas y secuencias de tiempo donde se desarrolla la cutre vida de este cutre grupo de vagos y maleantes.
Sin embargo, con ello no pasaría de haber escrito algo divertido e ingenioso, que no es poco. Hamon es alguien que aspira a mucho más, y lo cierto es que hay más en su libro. Mientras se desarrolla la comedia, de modo sutil y aparentemente secundario, las pullas y sarcasmos tienen una lectura secundaria. Tenemos dos mundos, el judío —al que pertenece Joshua con su familia— y el de los refugiados al que pertenecen los bosnios y otros. El mundo judío, como no puede ser menos, es carne de cañón para la crítica costumbrista. Pero en un momento de la novela, cuando se establece una relación entre Joshua y Ana (su alumna bosnia), la dureza de la vida de uno y otra entra en contraste dramático: lo que en Joshua son falsas tragedias (acontecimientos del día a día propios de un desharrapado como él), en Ana es exilio y tragedia verdadera. Aquí es donde la historia da un giro, y entonces comprendemos que el relato de humor no es sólo un factor de diversión, sino la representación de un mundo en completo desorden que, como en el guion que Joshua está escribiendo, (La guerra de los zombis) está cerca de reventar por su falta de sentido y su falta de propósito. Un guion, en el fondo, no es sino una representación del absurdo y el sinsentido de esas vidas y de la sociedad en la que se pudren. Y ahí trasciende el círculo de esas vidas.
Lo que Hamon no resuelve bien es el final de la novela, que se queda en tierra de nadie. Pero, a pesar del mimetismo con esa literatura americana de falsos perdedores, el libro funciona estupendamente, es hilarante, es audaz y está escrito con la sensibilidad de un escritor de primera.
Cómo se hizo La guerra de los zombis. Aleksandar Hemon. Traducción de Eduardo Jordá. Libros del Asteroide. Barcelona, 2016. 336 páginas. 23,95 euros
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