Pinazo y la estética de lo inacabado
La obra del gran pintor valenciano, que quedó un tanto eclipsada por la de Sorolla, se reivindica en una muestra en su tierra, que explora el entorno artístico de principios del XX
El mismo año (1909) que Ignacio Pinazo Camarlench presentaba en Valencia su conocido cuadro Últimos momentos del Rey D. Jaime I, un avasallador Joaquín Sorolla exponía en Nueva York. Casi 160.000 personas fueron a ver sus cuadros. Esta comparación delata de algún modo el relativo eclipse que vivió Pinazo (1849-1916). “El problema es que cuando se habla de pintura valenciana sólo se ven a Sorolla, y en esta muestra se aprecia que hay muchos más matices y nombres al margen de él”, afirma Javier Pérez Rojas, comisario de la exposición Pinazo. Del ocaso de los grandes maestros a la juventud artística. Valencia 1912-1927, que reivindica su obra. La relación entre los pintores valencianos fue cordial aunque nunca íntima. Sorolla dijo de él: “Fue un filósofo que basaba sus razonamientos en la observación de la naturaleza”.
Y la naturaleza es recurrente en los cuadros de la muestra que le dedica el Muvim (Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat, hasta el 16 de octubre) a este artista alérgico a las grandilocuencias de la pintura, afecto a la contención y defensor de lo pequeño. Pinazo prefirió retirarse a su casa del pueblo de Godella, cuando estaba en el punto álgido de su proyección pública, tras pintar los retratos de Alfonso XIII y de otras personalidades del Estado en Madrid.
La muestra abarca no sólo los últimos años de la vida del pintor valenciano, sino fundamentalmente un entorno de arte valenciano que eclosionó de modo notable en esos cuatro años comprendidos entre 1912 —fecha en la que se le concedió a Pinazo la Medalla de Honor en la Exposición Nacional de Madrid y punto de inflexión que marca la crisis del arte tradicional y la apertura a movimientos de vanguardia— y 1916 —año de la muerte de Pinazo pero también del pintor José Benlliure Ortiz (Roma, 1884-Valencia, 1916).
“En este 2016 se cumple también el centenario de la primera exposición de La Juventud Artística Valenciana, una agrupación auspiciada por Sorolla y Benlliure que aglutinó a muchos jóvenes creadores que dinamizaron de una manera extraordinaria la vida artística entre 1916 y 1920”, afirma Pérez Rojas. Se trata, por tanto, de conmemorar tres centenarios que se vertebran en una sola exposición que, a su vez, se articula en tres grandes partes: La encrucijada de 1912-1916, El regionalismo en su cenit. La juventud artística valenciana y Hacia los tiempos modernos. Tres ámbitos que permiten desplegar, como hasta ahora no se había realizado, todo el talento de la creación valenciana de arraigada tradición pictórica en un momento absolutamente fértil.
La exposición arranca con una selección de dibujos de Pinazo realizados en 1912 y 1915 que se muestran, casi a modo de gabinete, junto con otras creaciones de Benlliure Ortiz, González Martí, García Falgás, Segrelles o Pascual Capuz.
A pesar de que Pinazo fue un pintor cotizado fundamentalmente como retratista, es cierto que su faceta más experimental —presente en la muestra— de formatos pequeños y con apariencia de estar inacabada ha sido menos elogiada.
Faltan maestros
Se sabe que era un hombre de pocas palabras pero las que pronunciaba pesaban quilates. En su discurso de ingreso a la Academia de San Carlos titulado La ignorancia en el arte en 1896, afirmaba que “sobran profesores y faltan maestros”. “Pinazo practica la estética de lo inacabado en fechas muy tempranas, sobre todo en los pequeños apuntes que tomaba directamente del natural durante sus recorridos por el campo o la ciudad. Tenía obsesión por captar lo instantáneo, lo que transcurría a su alrededor, casi como si fuera un reportero” sostiene Pérez Rojas. Quizás la gran revolución de Pinazo fue trasladar esta técnica del inacabado al gran formato: “Más que inacabado, está desarrollando una especie de dicción informalista de gran fuerza plástica”, concluye el comisario.
Las dos últimas partes de la exposición que irán desde el regionalismo plástico valenciano con obras como las de los hijos de viejo maestro, José Pinazo Martínez e Ignacio Pinazo Martínez, hasta un art déco de raíz modernista con propuestas como la Luis Dubón para la revista Blanco y Negro cierran de modo inmejorable esta recuperación de la creación valenciana donde se entrecruzan la pintura, el diseño gráfico, la escultura y arquitectura de unos años dorados.
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