Deseo sobre la hierba
Corsini consigue en el filme algo realmente complejo: capturar una desbordante plenitud sensorial, sin negar, ni dramatizar su inevitable condición efímera
Lo primero que escuchamos en Un amor de verano es una frase que el padre dirige a la protagonista, Delphine, encarnada por una sutil Izia Higelin que levanta a su personaje sobre las fuerzas enfrentadas del descubrimiento vitalista y la ocultación estratégica. Es una frase aparentemente inofensiva, pronunciada con más inercia que malicia, pero que agrede al personaje con el peso de una asfixiante tradición de roles preasignados de género. Delphine es una chica de campo. Y es lesbiana. En el primer tramo de la película, una temporada en París no supondrá la reconciliación con una identidad sexual ya perfectamente asumida, sino el encuentro con inesperadas complicidades, la emergencia de una conciencia política y el nacimiento de la relación que da título a este noveno largometraje de Catherine Corsini.
UN AMOR DE VERANO
Dirección: Catherine Corsini.
Intérpretes: Izïa Higelin, Cécile de France, Noémie Lvovsky, Jean-Henry Compère.
Género: drama.
Francia, 2015.
Duración: 105 minutos.
Un amor de verano encuentra su justo tono cuando fija su atención en las complejidades de esa historia pasional: la película abandona entonces cierto impulso programático y su ingenua fetichización de la nostalgia militante para explorar las vulnerabilidades que salen a la luz en esos dos cuerpos deseantes. Lidiando con la intolerancia de su entorno afectivo y con la dependencia sentimental de su amada, Delphine se acaba erigiendo en una figura casi heroica. A su lado, Cécile de France, en la piel de Carole, ofrece un conmovedor recital en torno a la erosión de viejas certezas e identidades que todo amor verdadero conlleva. Corsini consigue algo realmente complejo: capturar una desbordante plenitud sensorial, sin negar, ni dramatizar su inevitable condición efímera.
Babelia
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