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Estrellas de la arquitectura como Foster, Koolhaas o Souto de Moura compiten por ampliar el Prado

Cruz y Ortiz, Nieto Sobejano, Chipperfield, Gluckman y Garcés De Seta Bonet son también finalistas al concurso para rehabilitar y transformar el antiguo Salón de los Reinos

Ferran Bono
Fachada del Salón de Reinos del Casón del Buen Retiro de Madrid.
Fachada del Salón de Reinos del Casón del Buen Retiro de Madrid. EL PRADO

Todos cuentan con una reputada experiencia en rehabilitación de antiguos edificios para transformarlos en modernos museos. Tres son premios Pritzker (el Nobel de la arquitectura, según reza el apelativo), como Norman Foster, Eduardo Souto de Moura o Rem Koolhaas. Y el resto de los ocho equipos seleccionados este martes para la redacción final del proyecto de ampliación del Museo del Prado también goza de un gran prestigio internacional, como son los estudios de Cruz y Ortiz, Nieto Sobejano, Chipperfield, Gluckman y Garcés De Seta Bonet.

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Todos ellos competirán para intervenir en el Salón de Reinos de Madrid, antiguo Museo del Ejército, con el fin de que la pinacoteca gane unos 2.500 metros cuadrados de espacio expositivo sobre un total de 5.400 metros cuadrados útiles, para dar otros servicios. Felipe IV solía recibir en esa estancia, de techos altísimos, a los embajadores extranjeros con el ánimo de amilanarlos. Esta sala podría albergar una gran exposición sobre la relación con América y el proceso de independencia de los países latinoamericanos, según explicó Miguel Zugaza, director del Prado, en el acto de entrega al museo del edificio celebrado el pasado mes de octubre.

Un campus para un referente del arte

El actual campus del Prado está formado por el edificio histórico de Villanueva, el claustro de los Jerónimos y el Casón del Buen Retiro. Se prevé que a partir de 2019, cuando se cumplan 200 años del museo, se incorpore al campus el Salón de los Reinos, del siglo XVII.

La rehabilitación del Salón de Reinos, en la calle de Méndez Núñez, proporcionará al museo del Prado 5.400 metros útiles, 2.500 de los cuales serán para espacio expositivo y supondrán un 16% más de las actuales dependencias.

Ocho equipos de arquitectos han sido seleccionados por un jurado, entre 47 propuestas recibidas, para redactar el proyecto de ampliación. El jurado, integrado por arquitectos como Rafael Moneo (autor de la última ampliación), entre otros, deberá elegir el ganador antes de fin de año.

El horizonte de apertura de la ampliación se sitúa en 2019, justo en coincidencia con el bicentenario del nacimiento del museo, pero parece más la expresión de un deseo que un cálculo ajustado a los tiempos. No obstante, los plazos se están cumpliendo de momento, al menos en lo relativo a la convocatoria del concurso, para el que el Gobierno destinó un millón de euros en el presupuesto.

Un concurso cuyo éxito de convocatoria (se han presentado 47 estudios) viene a demostrar que el Museo de Prado es un reclamo, porque el volumen de negocio y el presupuesto del proyecto son inferiores a otras intervenciones arquitectónicas de esta índole. No en vano, los cálculos iniciales pasan por que el coste de la ampliación ascienda a cerca de 30 millones de euros.

Es una cifra indicativa, que pretende ser moderada, pero no está cerrada, dado que aún no hay un proyecto definido. Dependerá en gran medida de si el plan elegido propone una remodelación profunda de la fachada recayente al Casón del Buen Retiro (de cuyo palacio formaba parte en el siglo XVII) y de las cubiertas, que fueron modificadas a principios del siglo XX.

Acuerdo político

La pretensión del Prado y del Gobierno es que la iniciativa privada sufrague al menos un tercio de la financiación del proyecto y que el resto corra a cargo del Ministerio de Cultura a través de partidas plurianuales. Responsables del museo inciden en que los planes de ampliación del museo emanan del acuerdo firmado entre los partidos políticos en 1995.

Sólo cuatro o cinco elementos que deben ser preservados, y los más importantes son la sala árabe y el citado Salón de Reinos, donde se llegó a exhibir La rendición de Breda, de Velázquez. La intención del museo es solucionar también el acceso al edificio por la parte del Casón Buen Retiro, además de destinar el nuevo espacio a exposiciones temáticas transversales, más duraderas que las habituales, y abiertas a la colaboración con otros museos. Se quiere desarrollar un programa de muestras sobre temas de patrimonio histórico español.

Para ello, el pleno del Real Patronato del Museo del Prado aprobó ayer la elección de los ocho equipos finalistas a partir de la decisión de un jurado del concurso internacional. Los ocho equipos están invitados a redactar una propuesta como estudio previo entre las que el jurado escogerá una. Podrán presentar sus propuestas hasta el 30 de octubre de 2016, y el fallo del jurado se emitirá antes de finalizar el año.

Según el orden de registro en el concurso los seleccionados han sido Cruz y Ortiz Arquitectos; Nieto Sobejano Arquitectos; la UTE (Unión Temporal de Empresas) B720 Arquitectura-David Chipperfield Architects; Office for Metropolitan Architecture (liderada por Rem Koolhaas); Stedebouw B.V.; la UTE Souto Moura Arquitectos-Juan Miguel Hernández León-Carlos de Riaño Lozano; la UTE Foster+Partners-Rubio Arquitectura; la UTE Garcés de Seta Bonet Arquitectes-Pedro Feducci Canosa; y la UTE Gluckman Tang Architects-Estudio Alvarez Sala-Arquitectura Enguita y Lasso de la Vega.

La medalla es el Prado

Que ocho de los grandes arquitectos internacionales hayan quedado finalistas para el Salón de Reinos indica que todavía hoy asociar su nombre a la mejor pinacoteca del mundo supone para un proyectista mayor ganancia que para el Prado. Al margen del resultado, está claro que la medalla es el museo.

La lista de los finalistas revela la ambición de poner a la ciudad por delante del icono. Molestar lo menos posible. Salvo Rem Koolhaas, todos los elegidos han apostado más por el rigor que por la imaginación. El currículo de los competidores no parece indicar que aspiren a cuestionar o contrastar lo existente. La sobriedad y un clasicismo moderno son el sello que une a Nieto Sobejano (Premio Aga Khan por su intervención en Medina Azahara), Cruz y Ortiz (que ampliaron el Rijksmuseum de Ámsterdam) o Eduardo Souto de Moura (Museo Paula Rego en Cascais).

La paulatina realización del Museo Picasso de Barcelona de Jordi Garcés es un ejercicio que demuestra que desde un objeto se puede comprender la ciudad. Pero puede que sea la mano de David Chipperfield la reina del cuidado artesano. Y él mismo, el rey —junto a Renzo Piano— de las ampliaciones de museos. La Neue Pinakothek de Berlín es un ejercicio tan exquisito que merecería la pena una visita aunque el rostro de Nefertiti no estuviera allí. La museística no es la especialidad de Norman Foster; su ampliación del Museo Británico demuestra que su elegantísima arquitectura toca la historia con guantes.

Como Herzog & De Meuron con la Tate Modern, Lacaton Vassal con el Palais de Tokio parisino o Gehry con el Guggenheim de Bilbao, Koolhaas es el único de la lista que sí ha revolucionado la tipología museística, al convertir sus intervenciones en ocasiones para reinventar. Y eso que, salvo el que levantó en su ciudad en 1993, los museos son de las pocas tipologías que se le han resistido al holandés (su estudio OMA firma también la Fundación Prada en Milán o el Garage de Moscú).

Con esta preselección, el Prado demuestra que no busca sumarse al baile de museos icónicos que disfrazando su continente han puesto en evidencia la debilidad del contenido. Salvo que gane un imprevisible Koolhaas o que Foster decida oponer el mundo tecnológico al de la tradición, lo esperable sería que el proyecto firmado por cualquiera de los brillantes finalistas nacionales e internacionales se sumase, crítica o acríticamente, al original de Juan de Villanueva, al que recurrió Rafael Moneo para justificar su ampliación.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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