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CRÍTICA | HISTORIAS DE USERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Kung Fu contra Lou Reed

La sala Kubik echa el cierre con un espectáculo memorable sobre la singularidad de la gente común y corriente, dirigido por Fernando Sánchez-Cabezudo

Javier Vallejo
Representación de 'Historias de Usera'.
Representación de 'Historias de Usera'.

Su título no hace honor a este espectáculo emocionante, cuya atmósfera, raigambre y calidad poética parecen fruto de la confluencia entre Les éphémères (Los efímeros), opera magna de Ariane Mnouchkine con el Théâtre du Soleil, y Roma, felliniano mapa de sombras de la capital italiana. En Historias de Usera se entrecruzan y enhebran un ramillete de escenas sobre la singularidad de la gente de a pie, escritas ex profeso casi todas por autores jóvenes de primera línea, y dirigidas y arregladas sutilmente por Fernando Sánchez-Cabezudo, que vuelve así a tomarle el pulso a la vida aquí abajo.

HISTORIAS DE USERA

Autores: Denise Despeyroux, Alberto Olmos, José Padilla, Alberto Sánchez-Cabezudo, Alfredo Sanzol, Miguel del Arco, Pilar Franco, Yolanda Menéndez y Flor Cabrera. Intérpretes: Inma Cuevas, Jesús Barranco, Ana Cerdiriña, José Troncoso, Huichi Chiu, Iván Jiménez, Juan Ramón Saco, Juan Antonio Rodríguez, María Teresa Prado (May), Juan Antonio Montes y Luis Sureña. Vestuario: Paola de Diego. Luz: David Picazo. Escenografía: Alessio Meloni. Dirección: Fernando Sánchez-Cabezudo. Madrid. Sala Kubik Fabrik, hasta el 3 de julio.

En esta función memorable, personajes que parecen salidos de Calle Mayor alternan con una pareja en ciernes (imaginada por Denise Despeyroux), que bien podría meter baza en cualquier comedia de Tolcachir, y con un adolescente chino de vocación vampírica (creado por Alberto Olmos), cuyos vuelos ensoñados acaban topando con la iglesia. Sorpresivos, el doble mortal con pirueta que da el relato del sereno, escrito por Alberto Sánchez-Cabezudo, y la escena triangular de José Padilla, llevada al filo de lo grotesco por el director, para que el giro dramático final contraste mejor. Conmovedora, la humorística evocación del Club Copacabana, de Alfredo Sanzol. Feliz y vigorosa, la huida a lo Roberto Zucco de dos rockeros, con el bombo de Lou Reed a cuestas, tras su espantada histórica, recién iniciado el concierto, en el campo del Moscardó, recreada por Miguel del Arco.

La factura de la producción, a la medida de la Kubik (cuya altura y fondo de escenario superan los de la mayoría de salas alternativas madrileñas), nada tiene que envidiar a las mejores que puedan verse en el teatro parisino independiente o en los teatros públicos berlineses. Todo es pertinente aquí: desde el afinado vestuario de Paula de Diego y la luz cuasi táctil de David Picazo, hasta la escenografía, diáfana pero jalonada de hitos, de Alessio Meloni, que focaliza la acción alternativamente en sendos escenarios a dos niveles, situados a ambos extremos de la sala, sobre la arena extendida entre los dos graderíos de espectadores o en lo alto de una cucaña.

En La Narcisa, pieza de tres prometedoras autoras noveles, Inma Cuevas parece una más de entre los seis vecinos del barrio que, en papeles característicos o desempeñando labores corales, acrecientan la edad media, organicidad, vigor y autoridad moral de un reparto extraordinario. Jesús Barranco y la Cuevas forman un dúo enternecedor en la escena de Sanzol, y, con José Troncoso, un trío calavera genial en la de Del Arco. Ana Cerdeiriña y Troncoso son candor puro en las secuencias de la pareja incipiente. La pantomima y la caligrafía humorística de Huichi Chiu están tocadas por la Divina Providencia. Sobresaliente, la vis cómica de Luis Sureña, jubilado y actor debutante. El público dominical, conmocionado, aplaudió en pie a los actores, y deseó larga vida a la Kubik, manque cierre.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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