Union Chapel, el templo musical de Londres
La iglesia corrió el peligro de ser derrumbada, pero ahora es lugar de interés histórico. Patti Smith, Amy Winehouse, Ryan Adams o Damien Rice han dado conciertos memorables
La sala de reuniones es el camerino. Unos sofás destartalados, unas sillas y una mesa componen un backstage presidido por una enorme caja fuerte llena de partidas de bautismo. El jardín es el lugar del pitillo y donde se cuenta que Hugh Laurie fumó a destajo para calmar los nervios. Para salir al escenario se pasa junto a la sacristía y en el piso superior ya no vive el pastor que prefiere descansar del ajetreo semanal de actuaciones. Los artistas no dan misa pero bendicen casi a diario esta iglesia del barrio londinense de Islington.
El público espera en los bancos de madera la caída de las luces mientras los ángeles que conforman las vidrieras del rosetón chisporrotean de color. Un silbido intuye la llegada del artista y el espacio de estilo gótico victoriano se convierte en una íntima sala. Desde el escenario el susurro se hace perceptible en la galería. El sonido se dispara y la música fluye gracias al diseño octogonal del edificio. La Union Chapel, además de conservar sus funciones religiosas, es uno de los recintos de conciertos más emblemáticos de Londres. “Grandes artistas deciden tocar aquí por la acústica y porque pueden tener contacto visual con el público”, dice Andrew Gardner, responsable de patrimonio y participación de la Union Chapel.
Música salvavidas
El compromiso de la iglesia con la comunidad no deja de lado a la música. Además de sufragar el mantenimiento y la conservación de la Union Chapel, los beneficios provenientes de la venta de bebidas y comida durante las actuaciones son una parte esencial del “Proyecto Márgenes”.
Este programa intenta asistir a aquellas personas abocadas a la marginalización y da cobijo a muchos sin techo del barrio, así como a personas con problemas de salud mental. “La música es clave para el trabajo caritativo que hacemos ya que hace posible la autofinanciación del proyecto”, explica la responsable del programa Linda Turton.
Esta iglesia no conformista, de teología liberal y abierta a todo el mundo no se concibe sin la música. A mediados del siglo XIX el pastor Henry Allon fomentó la creación de un coro para realizar servicios cantados. Eran tiempos de domingos atareados y mucha influencia. Tras la I Guerra Mundial y con la expansión del metro, la feligresía se mudó a los suburbios londinenses y hasta el órgano, único en Inglaterra que mantiene un sistema hidráulico para hacer sonar sus más de 2000 tubos, dejó de utilizarse. Lo único que sonó fue el estruendo en una mañana de 1944. Una bomba alemana cayó en los aledaños del templo y las reparaciones no pudieron ser costeadas por una comunidad en declive.
Desamparado, el edificio estaba en la lista de demoliciones en 1981. Pero un grupo de personas unió esfuerzos para buscarle un nuevo uso. Su acústica facilitaba la reconversión de la Union Chapel en una sala para la música en directo.
“El concierto de Chrissie Hynde de Pretenders, fue uno de los más memorables. En mitad del bolo Hynde paró para continuar desenchufada”, recuerda Gardner. Una de las muchas anécdotas que se graban en un púlpito que ha visto a pasar a músicos como Elton John, Patti Smith, Amy Winehouse, Ryan Adams o Damien Rice desde 1991.
La lista de artistas que han pisado el mismo escenario en el que cada domingo se da misa se hace eterna. El recinto ha sido votado como el lugar favorito de conciertos en Londres en varias ocasiones por los lectores de la revista de ocio Time Out. Sin embargo, tras su primer reconocimiento la iglesia volvió al silencio en 2003. El pastor en el cargo por aquel entonces tenía reticencias sobre su utilización para los conciertos a lo que se unió las quejas de los vecinos por los niveles de ruido. Ante la falta de consenso, aquellos que habían salvado el templo gracias a la agenda musical no tenían más remedio que echar el cierre. Y rezar.
Los fondos se estiraban para custodiar una Union Chapel que seguía en reformas y la buena nueva llegó tras casi tres años en silencio cuando los músicos volvieron al escenario. Desde entonces las bebidas sólo se sirven en el salón de la planta superior y el toque de queda hace que el bis no se alargue más allá de las diez y media. Cualquier amenaza de derrumbe se olvidó y el edificio aseguró su futuro cuando consiguió el carácter especial de interés arquitectónico e histórico. Y la música siguió sonando. Y continúa cercana, incluso desnuda, en uno de los rincones más especiales de la capital para disfrutar de música en directo.
Babelia
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