Toreros jóvenes, viejas decepciones
Ni la desigual y descastada novillada de El Parralejo ni la esperanzada terna calentaron el ambiente
Álvaro Lorenzo, tres años como novillero con caballos, y Ginés Marín y Varea, dos años en el escalafón, toman la alternativa la semana próxima en la ciudad francesa de Nimes, y, horas antes, han hecho un hueco y se han presentado en Las Ventas para que no se diga… Los tres componen la crema de la novillería andante y en ellos están depositadas las esperanzas para el futuro. Pues se podían haber ahorrado la visita porque no han conseguido más que agravar la preocupación que ya existía sobre el porvenir de esta fiesta.
El Parralejo / Lorenzo, Marín, Varea
Novillos de El Parralejo, —el tercero, devuelto— desiguales de presentación, mansos y descastados. El sobrero, de José Vázquez, inválido.
Álvaro Lorenzo: dos pinchazos, estocada baja y un descabello (silencio); estocada trasera (vuelta con división de opiniones).
Ginés Marín: media tendida (aviso) (silencio); media perpendicular (silencio).
Varea: media baja, un descabello y el novillo se echa (silencio); tres pinchazos (aviso) y estocada (ovación).
Plaza de Las Ventas: Cuarta corrida de feria. 9 de mayo. Casi tres cuartos de entrada.
Para empezar, no se anunciaron con una ganadería exigente con la que pudieran demostrar ante la cátedra madrileña las muchas cualidades que, sin duda, atesoran; no. Se enfrentaron a una de las más cómodas del mercado nacional, que les viene como anillo al dedo a novilleros poco entusiastas del riesgo y de las gestas.
La verdad es que estos tres jóvenes no han llegado hasta aquí solo por recomendación. No. Los tres tienen mimbres para ser toreros, mejores o peores, pero para ser toreros. El problema es que, como aparentan tener futuro, —sinónimo de beneficio económico—, los apoderan casas importantes, y estas tienen especial cuidado en que los muchachos no se lastimen. Así, han llegado a Madrid entre algodones, y han lidiado los novillos más bonitos del campo bravo. Y Madrid no iba a ser una excepción; por ello, El Parralejo venía que ni pintada para ocasión tan especial.
El problema ha sido que los novillos no han respondido como se esperaba de ellos —los apoderados mandan mucho, pero hasta ahora no han conseguido colocar un chip de nobleza y bondad—, y los jóvenes toreros han pasado por Madrid sin pena ni gloria.
Porque esa es otra: ninguno de los tres ha demostrado talla de héroe, ninguno se ha presentado con madera de líder. Los tres han dicho que tienen maneras, más preocupados por las formas que del fondo, que saben ponerse bonitos, que son frágiles y toreros de espejo; en ocasiones, parecían bailarines más que toreros. Es lo que les han enseñado.
Tampoco les han enseñado a torear como mandan los cánones, y los tres dieron buena muestra de los defectos de la modernidad, del muletazo fuera cacho, al hilo del pitón, despegado y sin templanza.
Álvaro Lorenzo, por ejemplo, maneja el capote con soltura y gracia, se le ve con oficio y suficiencia, y baja mucho con la muleta en las manos. Su primero fue un inválido, soso y parado, que no le permitió más que expresar posturas de salón. En el cuarto, manso y noble, se empeñó en ligar los muletazos, pero no reparó en que todos surgían muy despegados, consecuencia de su deficiente colocación y trazo. Tras una voltereta dio una vuelta al ruedo animado por sus partidarios y reprendido por los más exigentes.
En Marín se atisba calidad, pero no fue su tarde; animoso con el capote, no pudo lucirse, y solo detalles dejó con la muleta; en su primero aburrió (al novillo le costaba embestir y él se empeñó en no cruzarse), y en el quinto, dificultoso, no encontró el camino del triunfo. En fin…
La corrida de hoy
Martes, 10 de mayo.
Quinta corrida de abono.
Toros de El Vellosino, que sustituyen a los de Robert Margé, rechazados en el reconocimiento, para Eugenio de Mora, Juan Bautista y Octavio García El Payo.
Apasionadas resultaron las verónicas con las que Vareas recibió a su primero, pero el sobrero resultó un tullido insoportable que se puso perdido de arena después de tantos desplomes. Se le vio más entonado ante el soso que cerró el festejo, aunque su labor no levantó el vuelo y todo decayó aún más al errar con los aceros.
En una palabra, toreros jóvenes llamados para la gloria que han dejado una estela de preocupante decepción. Mucho deberán demostrar Lorenzo, Marín y Varea si quieren erigirse en los líderes del toreo que viene.
Javier Ambel, con el capote, e Iván García, en un par de banderillas, sí calentaron los enfriados ánimos.
Babelia
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