Prohibiciones, vetos, censuras
No hay nada como prohibir un libro para convertirlo en fetiche: miren el éxito de la edición crítica de 'Mein Kampf', publicada en enero
No hay nada como prohibir un libro para convertirlo en fetiche: ¡la de bodrios del Instituto de Marxismo-Leninismo de la URSS y de malas traducciones de novelas “con sexo” que leyó mi generación, atraída por el veto de la censura franquista y por el misterio de las trastiendas de las librerías más audaces durante el franquismo, imaginadas como auténticas cuevas de Alí Babá repletas de pretendidos tesoros bibliográficos! El amante de Lady Chatterley (D. H. Lawrence) o Sexus (Henry Miller), por ejemplo, dos de las joyas más cotizadas en el apartado de ficción prohibida, no sólo nos abrían los ojos a otras literaturas, sino que realizaban una función consoladora bastante más imaginativa que la que hoy cumplen los videoclips de la exuberante rapera Nicki Minaj entre los varones adolescentes con hormonas disparadas. En todo caso, el éxito espectacular de la edición crítica de Mein Kampf —2.000 páginas de texto con 3.500 notas que lo contextualizan, discuten o contradicen— confirma, a pesar de su disuasorio precio (59 euros), que su eventual prohibición constituye uno de los más poderosos reclamos de cualquier libro. Desde que se publicó en enero, ya se han vendido decenas de miles de ejemplares de este nuevo y muy rentable best seller (beneficiario del copyright: el land de Baviera), que ha conseguido encaramarse en la lista de más vendidos de Alemania, al tiempo que se multiplican las peticiones para traducirlo (hasta la fecha denegadas, excepto al inglés). Tras 70 años de prohibición, el libro que más difusión ha tenido en la historia de la edición alemana puede volver a leerse. El morbo respecto a la obra “cumbre” de Hitler —una mezcla estúpida y siniestra de autobiografía reinventada, feroz antisemitismo, prejuicios raciales y machistas, delirios imperialistas irredentos y letales mensajes de incitación al odio— tardará en disiparse al menos hasta que Mein Kampf pueda ser leído y discutido abiertamente por las generaciones posteriores a la guerra y el Holocausto. Hasta entonces, las ediciones primitivas seguirán alcanzando precios fabulosos, como esos 20.655 euros obtenidos recientemente por un ejemplar encuadernado que perteneció a su autor (es decir, que fue tocado por Hitler). En todo caso, las nuevas camadas de nazis, grupos afines y movimientos antimigrantes y antirrefugiados (como los cada día más rampantes Pegida o Alternativa por Alemania) no han necesitado leerlo para trufar de odio su discurso xenófobo. Mi lucha, la historia del libro que marcó el siglo XX, de Sven Felix Kellerhoff, publicado por Crítica, es el mejor y más asequible vademécum para entender los orígenes, la historia editorial y la difusión del libro, así como una buena introducción a la mediocre inteligencia de quien lo imaginó y escribió. Si se desea leer un complemento de ficción al libro de Kellerhoff, puede recurrirse a Su lucha (editorial Adriana Hidalgo), primera novela del argentino Patricio Lenard, de reciente distribución en España. Utilizando el viejo artificio narrativo del “manuscrito encontrado”, Lenard transcribe el imaginario diario de Rudolf Hess, confinado en la cárcel de Landsberg con Hitler, para ofrecer una perspectiva inédita de las relaciones entre el futuro Führer y su fanático discípulo durante el periodo en que, entre los dos, fueron componiendo el maldito libro maldito.
Clandestino
De entre las obras prohibidas adquiridas en las trastiendas de las librerías, todavía conservo la Historia de España del estupendo periodista socialista Antonio Ramos Oliveira (1907-1973). Comenzado en Londres, donde ARM permaneció exiliado hasta 1950 tras haber trabajado durante la Guerra Civil como agregado de prensa en la embajada dirigida por Pablo de Azcárate, el libro —tres pequeños pero compactos volúmenes en tapa dura de color rojo— fue publicado en México en 1952 por la Compañía General de Ediciones. Visto con perspectiva, no se trataba de un trabajo historiográfico excepcional (se basaba sobre todo en fuentes secundarias y carecía de aparato bibliográfico), pero constituía una tentativa honesta, desde una perspectiva socialista, de contar el devenir peninsular desde la prehistoria al desastre de 1939. Y para muchos de nosotros fue, junto con la brevísima Histoire de l’Espagne (1947), de Pierre Vilar (1906-2003), una herramienta para contrarrestar, aunque fuese débilmente, el relato de la peripecia histórica española que contaban la mayoría de los manuales y que enseñaban algunos profesores aún firmemente anclados en el nacionalcatolicismo (recuerdo, por ejemplo, que Vicente Palacio Atard, también preceptor real, dedicó media docena de clases universitarias a contar a sus adormecidos alumnos los entresijos del Manifiesto de los Persas —1814—, probablemente porque viera en aquel reaccionario apoyo al regreso del absolutismo un posible modelo para combatir la temida evolución “liberal” del régimen de Franco). La historia de Ramos Oliveira dedicaba amplio espacio a las estructuras económicas y sociales y a la descripción de los diversos nacionalismos españoles. Y, aunque sólo sea porque fue en su libro donde leí por vez primera (y completos) la Constitución de 1931 y los Estatutos de Cataluña y el País Vasco, le sigo estando agradecido. He pensado estos días en ARM a propósito de su libro Controversia sobre España (Renacimiento; prólogo de Ángel Viñas), que reúne, además de una interesante y breve correspondencia con el director del ultraconservador The Morning Post —hostil a la República, como buena parte de la prensa británica de la época—, otros dos escritos de tono pedagógico acerca de asuntos españoles, que fueron escritos durante su etapa de agregado en la embajada del Gobierno de la República en Londres. Me ha parecido particularmente interesante el dedicado a demostrar al —en general— pacato y escasamente solidario público inglés de clase media que no todos los católicos españoles iban tras el Caudillo botafumeiro en ristre.
Nuevos
Pasan volando mis sillones de orejas sin tiempo para ocuparme de tantas cosas. Por ejemplo, de que siguen surgiendo, inasequibles al desánimo digital y corsario, pequeñas editoriales independientes. De entre las últimas selecciono dos dignas de tener en cuenta. Arpa es la última (por ahora) aventura de Joaquim Palau (antes en RBA —allí llegó a mandar mucho—, y aún antes en Planeta, Destino, Edicions 62 y qué se yo dónde más) y de su hijo Álvaro: explican que su sello se especializa en “humanidades, ciencias sociales, y pensamiento crítico”. De su catálogo me fijo particularmente en De cómo tratar con las personas, de Adolph Freiherr Knigge, una especie de manual de filosofía moral orientada a la vida social que tuvo enorme influencia en Europa Central durante el Siglo de las Luces. Más nueva aún es Ultramarinos, otro sello barcelonés, dirigida por Julia Echevarría y Unai Velasco, que se inicia con sendas atractivas recuperaciones poéticas, Los eróticos y otros poemas (1976), del mexicano Efraín Huerta (1914-1982), y Mi más hermoso texto, de Alberto Cardín (1948-1992), que recoge los poemarios compuestos entre 1977 y 1982 por el ya casi olvidado antropólogo, escritor y feroz polemista y provocador que brilló fugazmente en la vida cultural barcelonesa durante la Transición. Qué tiempos.
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