Joel Edgerton, de profesión actor estrella y director con futuro
‘El regalo’, debut como realizador del intérprete australiano, es un 'thriller’ convincente con referencias a Kubrick, Haneke y Polanski
Resulta que Joel Edgerton (Blacktown, 1974) no es solo el actor australiano ecléctico que lo mismo hace de Ramsés en Exodus: dioses y reyes o da la nota de calidad en El gran Gatsby, La noche más oscura, Warrior, El rastro del delito, El rey Arturo o Black Mass. Edgerton, que se hizo conocido gracias a Animal kingdom y El ataque de los clones (al dar vida al tío Owen, en sus manos queda Luke Skywalker), se maneja muy bien en un estilo camaleónico cercano al de Tom Hardy.
Pero va más allá: guionista, productor, el año pasado se estrenó como director de largometrajes con El regalo, un thriller que juega al esquema “nada es lo que parece”, que le ha reportado buenas críticas, el premio a la mejor interpretación en el certamen de Sitges –se guardó para sí el personaje antagonista de la pareja protagonista, el hombre que con sus regalos desestabiliza la vida feliz del matrimonio en reconstrucción-. “Me gustan mucho los ambientes turbios de Stanley Kubrick”, cuenta por teléfono con un acento australiano desatado. Lo dice para explicar el aroma de El regalo, estrenada en España el pasado viernes, y para aclarar que el detalle de un número de habitación, 237, en su filme, es efectivamente, un guiño a El resplandor. “Es una de mis películas favoritas. Me fascina esa electricidad que desprende todo el metraje. Y cómo Kubrick controla toda una película descontrolada. Otra de mis influencias personales a las que he recurrido en El regalo es La semilla del diablo. Es más, he hecho que un médico se llame como el de la película de Polanski”. A Edgerton le atraen los thrillers de los setenta, cuando al miedo se unía una lectura soterrada de la sociedad del momento. “Ahora eso solo sabe hacerlo muy poca gente, como Michael Haneke en Caché, que me ha inspirado esa idea de alguien que vigila desde fuera, la huida de Haneke de los esquemas clásicos del género. Aunque para mis primeros minutos reconozco que me inspiró más Harry, un amigo que os quiere”.
Está claro, Edgerton sabe de cine. Y para no perderse en el rodaje decidió filmar del tirón todas las secuencias de su personaje y dejar para después a la pareja protagonista, a la que dan vida Rebecca Hall y Jason Bateman (astuto el uso de un cómico para un personaje tan siniestro). A su lado puso a su hermano, Nash Edgerton, también director, guionista, y coordinador de especialistas en numerosas superproducciones. “Él ha sido mi sombra. Se ponía al lado de la cámara y subía o bajaba el pulgar y así yo decidía si repetir o no las tomas. Entendemos el cine de la misma manera”. Ha tardado en debutar como director de largos, más de lo que él hubiera querido. “No lo he hecho hasta que he sentido que tenía entre manos el material adecuado. En el guion y en la producción, porque he visto muchas películas hundirse en ese paso. Como cineasta, creo que el público debe de recibir lo mejor. En este caso, que en mi thriller encajaran todas las piezas para que no se perdiera en ese juego de ‘nada es lo que parece’. Como actor, busco siempre las honduras, la oscuridad incluso en los personajes más heroicos, porque la vida es compleja, y el cine debe reflejarlo”.
Lo que no ha hecho por ahora es rodar una película solo “por aprender del director”. Aunque sí apostilla: “Es cierto que cuando actúo, absorbo la labor del realizador”. Y ahí su última relación de amor profesional, con Jeff Nichols, que con cuatro películas se ha convertido en uno de los grandes auteurs estadounidenses. “No tengo más que palabras de amor para Nichols”. En la pasada Berlinale, Edgerton acompañó la presentación de Midnight special, una película que Nichols ha tardado en entregar “por culpa de los efectos especiales, que alargaron la posproducción, pero que no logra que se borre el intenso drama que viven un padre y un hijo muy de Nichols”. Ha tardado tanto que Edgerton ya ha protagonizado la siguiente de Nichols, Loving, que estará en Cannes, un drama racial basado en hechos reales ocurrido en 1958 en Estados Unidos. “Mi plan perfecto sería hacer una película o dos como actor al año, y luego dirigir otra. Enlazar así una cadena… y que me llame mucho Nichols".
Babelia
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