Buñuel en ‘The Leftovers’
El rastro del genio hispánico ha calado hondo en la edad dorada de la ficción televisiva
Cuando Salvador Dalí y Luis Buñuel se reunieron para concebir Un perro andaluz armaron un método de trabajo mediante el cual encadenarían imágenes inconexas sin ligazón o explicación lógica aparente, que rodarían en planos continuos. Trasladaron así al naciente invento del cine el surrealismo. Buscaban un camino alternativo a la expresión que les encorsetaba en la pintura y la literatura para abrir una veta creativa que no se ha agotado aún.
Un ejemplo de dicha herencia es la fascinante The Leftovers (Movistar +). Tras un arranque que te arroja ante la fría desnudez de un profundo desconcierto, los argumentos, personajes, situaciones, escenarios se suceden ante el espectador con una arriesgada incoherencia que va construyendo el lenguaje y el mundo propios de una de las series más originales de los últimos años.
Cuando al comienzo de la segunda temporada, en la plaza de ese pueblo con vocación de Meca llamado Miracle, plantan a un profeta de alpargata encima de una columna emulando a Simón del desierto, sus creadores —el Damon Lindelof de Perdidos y Tom Perrotta, autor de la novela— dejan clara una de sus mayores influencias: Luis Buñuel.
El rastro del genio hispánico ha calado hondo en la edad dorada de la ficción televisiva. Ya se dejaba sentir en el tono negro, irracional y fetichista de A dos metros bajo tierra, pero es en The Leftovers donde cobra toda la fuerza su radical profecía moderna. Hasta aquí llega la sombra en simiente de su genio universal. Hasta el mundo apocalíptico, atávico, tenebroso, violento y devastadoramente inquietante de The Leftovers. Una obra que nada entre las lagunas de lo inexplicable, conecta hilos de mundos en gestación con ocasos de civilizaciones presentes sin que sepamos nunca bien lo que está ocurriendo, pero no podamos dejar de ver hacia donde quieren llevarnos.
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