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La Feria del Campo: vacas transparentes y coches enterrados

La Escuela de Arquitectos de Madrid desentierra la memoria de esa "arcadia feliz" para su 'stand' en Arco

Jorge Morla
Un momento de la excavación realizada por alumos de la ETSAM para su stand de Arco.
Un momento de la excavación realizada por alumos de la ETSAM para su stand de Arco.ANA MATOS

Javier y Roberto hunden con rabia el pico y la pala en la dura tierra de la Casa de Campo de Madrid, junto al Alto de Extremadura. A su alrededor hay ya dos hoyos de metro y medio de profundidad. Cuando Roberto se asoma a uno a remover el fondo con la mano, desaparece de la vista. “Traed algo de beber, anda”, pide, secándose el sudor de la frente. Visten como ellos pero no son operarios, son alumnos del máster de proyectos avanzados de la Escuela de Arquitectura de Madrid (ETSAM). Su objetivo: desenterrar un coche. Más concretamente, un PTV, una marca de microcoches españoles que dejó de fabricarse cuando el 600 se impuso en el mercado. Un PTV enterrado cuando aquello era la Feria del Campo, hace un millón de años.

Vista aérea de la Feria del Campo.
Vista aérea de la Feria del Campo.

“Los eslóganes de la época definen perfectamente el carácter de la Feria del Campo: traer el campo a la ciudad”, cuenta José de Coca, profesor de la Escuela de Arquitectura y cuya tesis se basó en la arquitectura y trazado del recinto ferial de la Casa de Campo. Se trataba de una reproducción a escala de España, donde cada provincia tenía su pabellón, que imitaba la arquitectura local: castillos burgaleses, hórreos asturianos, masías catalanas. El escenario físico: una zona de la Casa de Campo bastante devastada por la Guerra. El escenario económico: Una España que salía de la autarquía y quería sacar pecho. "La primera feria, de 1950, fue nacional. En 1953 ya se produce un cambio de mentalidad y se hace internacional", cuenta De Coca. "Fue un impulso importante en cuanto a turismo. Había zona gastronómica, ganadera… También folclórica, era la oportunidad de conocer otras partes de España". Franco no se perdió ninguna inauguración. La Feria se celebraba cada tres años, y duraba un mes, pero el resto del tiempo, familias típicas de cada provincia, traídas desde los pueblos de España, habitaban los enormes pabellones como guardeses. Dentro de Madrid y a la vez alejada de ella, la Feria se convirtió, en esencia, en un pueblo escondido dentro de la ciudad.

"Era una arcadia feliz", cuenta Jesús González, que se crio en el Pabellón de Ciudad Real. "Como un libro de García Márquez. Salíamos al colegio al Alto de Extremadura, pero cuando volvíamos a casa era como teletransportarse a un pueblo. Solo chavales seríamos unos 40. Hacíamos guerras norte-sur, vivíamos rodeados de árboles, teníamos animales y cortábamos leña para calentar las casas", recuerda con emoción. Jesús nació en la propia Casa de Campo, en 1954, y estuvo viviendo allí hasta los 14 años. “Cuando se celebraba la Feria, traían a casa productos típicos de cada provincia, y durante el mes que duraba vivíamos toda la familia apretados en una habitación. Luego traían los avances más punteros de la agricultura y la ganadería. Aún recuerdo a la vaca transparente, es como si la estuviera viendo". Se refiere a una vaca con un orificio en el lomo desde el que se veía su proceso digestivo y cuyas fotografías dieron en su día la vuelta a España. Si no son aprensivos, en Google hay decenas de imágenes disponibles.

"Mi tío vivía en el pabellón de Segovia, y era dueño de un PTV sin matricular. Los chicos lo usábamos como si fuera de juguete. Saltábamos, chocábamos contra los árboles, nos montábamos diez críos en él a la vez", recuerda. "Era gente de campo. Cuando se moría un conejo lo enterraban, igual que cuando se moría un perro o un gato", cuenta. Así que cuando el coche se estropeó, su tío decidió enterrarlo. Así de fácil.

A la muerte del dictador el recinto entró en un limbo. “Con la disolución de los sindicatos franquistas en 1977, desaparece una de las partes del contrato. El recinto pasa a ser del Ayuntamiento, pero muchos pabellones pertenecen a sus respectivas provincias, que en algunos casos dejan de mantenerlos”, explica De Coca. La décima Feria, la de 1975, sería la última en celebrarse. Fue traumático para muchas familias, que dejaban un escenario idílico, unas casas literalmente dignas de exhibición y, claro, sus hogares. Al final se reubicaron en la gran ciudad.

Montaje con varios fotogramas de películas en las que aparece el PTV: 'La boda era a las 12' (Julio Salvador, 1964) y 'Los tramposos (Pedro Lazaga, 1959).
Montaje con varios fotogramas de películas en las que aparece el PTV: 'La boda era a las 12' (Julio Salvador, 1964) y 'Los tramposos (Pedro Lazaga, 1959).

Algunos de los enormes pabellones, los más cercanos a Puerta del Ángel, se han reconvertido hoy hacia la hostelería, como la casa de Burgos. En la fachada de la casa de Toledo, imitación de la Puerta de Bisagra con el águila bicéfala, puede leerse ahora 'Restaurante la Pesquera'. También el pabellón de Segovia, hogar de la familia de Jesús, ha cambiado: ahora es el restaurante Ondarreta, bajo cuya sombra Roberto, Javier y unos cuantos alumnos más de la ETSAM remueven la tierra en busca de alguna pieza del coche que haya sobrevivido. “Tomad, Coca-colas y bocadillos de beicon”, dicen Pedro y Andrea, que también participan en el proyecto, sacando la comida de las bolsas que han traído. Jesús y sus primos han señalado el lugar. Las prospecciones con geo radar indican que es ahí, en ese punto preciso. Los detectores  de metal captan una gran concentración metálica que pide a gritos salir a la superficie. La recuperación de ese trocito de España, de su historia y su intrahistoria, es el eje del stand que la Escuela de Arquitectura de Universidad Politécnica expone en Arco.

No aparece, el coche. Al final, tras tres días sacando tierra, no aparece. “Han pasado 40 años”, razona Jesús González. “Hubo obras en la zona, han movido la tierra. Vete a saber si hace años sacaron lo que quedaba de él”, elucubra. “O quizá se lo haya comido la tierra. Era un coche tan pequeño, tan frágil… esas cosas desaparecen con el tiempo”. Lo único encontrado de esa gran concentración metálica que señalaban los radares y los detectores es tierra dura. Tierra dura y enrojecida, como si hubiera absorbido el color de la carrocería, que sigue gritándole al detector de metal y que llaman "Polvo de PTV". Tierra que será, con decenas de imágenes, planos y vídeos, lo que se expondrá al público dentro de su proyecto Auto-psia, capitaneado por el arquitecto Federico Soriano, director del máster. No hay coche pero es lo de menos porque, al final, ¿de qué va todo esto? ¿De arqueología? ¿De arquitectura? ¿De memoria? ¿De mecánica? Desengáñense. De todo eso y mucho más. De arte.

Un momento de la excavación de los alumnos de la ETSAM.
Un momento de la excavación de los alumnos de la ETSAM.Ana Matos

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Sobre la firma

Jorge Morla
Jorge Morla es redactor de EL PAÍS. Desde 2014 ha pasado por Babelia, Cierre o Internacional, y colabora en diferentes suplementos. Desde 2016 se ocupa también de la información sobre videojuegos, y ejerce de divulgador cultural en charlas y exposiciones. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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