“Escribir canciones solo para que suenen en la radio es sucio”
Los británicos The Maccabees asientan su discurso con el disco ‘Marks To Prove It’
Nunca lo tuvieron fácil para sacar la cabeza. Emergieron justo cuando el pop británico experimentaba un superávit de bandas que parecían canalizar el torrente de energía de algo parecido a un segundo advenimiento brit pop: mientras Franz Ferdinand o Bloc Party o Kaiser Chiefs copaban portadas, ellos iban acomodándose en una discreta segunda división. Cuatro álbumes en 10 años jalonan su trayectoria, en la que el último, Marks To Prove It, marca un punto de inflexión: es su primer número uno en Reino Unido. La perseverancia de The Maccabees ha dado sus frutos. La semana pasada lo presentaron en Barcelona y Madrid, meses antes de volver al FIB.
“Nunca hemos tomado una decisión global sobre nuestra carrera”, comenta al teléfono desde Londres el frontman del grupo, Orlando Weeks, al preguntarle si su trayectoria, habida cuenta de su actual buena estrella y del ocaso de algunas de las bandas que oscurecían su repercusión hace años, se traduce en la validez de la frase “resistir es ganar”. “Si hiciéramos un disco de jams instrumentales seguramente no aparecería en la radio; claro, somos lo suficientemente sensatos para saber las implicaciones que eso traería, pero tampoco hemos editado nunca una canción con la que la gente o los medios nos identificaran”, confiesa. Motivo por el cual reclama, con orgullo, su propio espacio como artífices de un discurso propio: “Nos hemos acostumbrado a aprender sobre la marcha y hacer cosas que creemos que nos representan, y este último disco suena a The Maccabees más que a ninguna otra banda”.
Aunque el quinteto ha allanado su propio camino y lo ha concretado mejor que nunca, no es difícil detectar la huella de Wild Beasts o Radiohead o Arcade Fire en algunos cortes de Marks To Prove It, un trabajo que, pese a su cálida acogida comercial, les distancia de los estribillos diáfanos: “No queremos sonar obvios o repetirnos. Escribir canciones con el único fin de que sean singles y suenen en la radio nos parece un poco sucio, y ya desde el anterior álbum, Given To The Wild, tratamos de traducir a los discos la intensidad de nuestro directo”, afirma. Y el parto no fue fácil, decididos como estaban a autoproducirse y prescindir de productores de campanillas como Tim Goldsworthy o Stephen Street, con los que trabajaron antes: “Teníamos mucho ya escrito, hasta que nos dimos cuenta de que no nos gustaba, nos quedamos bloqueados. Además, nuestra forma de trabajar se basa en agotar las opciones hasta que creemos que algo funciona: continuamente reciclamos ideas hasta dar con las definitivas”.
Sí asume que este álbum “es más realista, con una atmósfera menos fantástica, más enraizada en el día a día”, algo en lo que tiene mucho que ver su coartada temática: su portada muestra una estampa nocturna de la rotonda principal de Elephant & Castle, el barrio del sur de Londres en el que residen y graban, amenazado por la gentrificación. “Cualquier vecindario puede ser aburrido y gris, pero al mismo tiempo puedes indagar en su historia y extraer su misterio, especialmente por la noche”.
Una idea que enlaza con el videoclip de Marks To Prove It, en el que el clásico oficinista londinense con traje y maletín se ve atrapado en un inquietante submundo acuático: “Esa rotonda de Elephant & Castle es zona de intercambio de viajeros, y ese personaje se siente confinado a formar parte de una manada, pero también queríamos reflejar el misterio del Neckinger, un río subterráneo y casi secreto que atraviesa el barrio, y que aparece en los relatos de Dickens, porque redunda en la singularidad de la zona”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.