España ante el espejo
La escena se suma con decisión al debate del cambio con obras que retratan y denuncian la realidad más fea del país: corrupción, impunidad, despilfarro… ¿Es teatro político?
Está pasando, lo está viendo… sobre el escenario. El interrogatorio del juez Ruz al extesorero del PP, procesado por blanqueo de dinero y fraude fiscal, en Ruz-Bárcenas, un espectáculo con libreto de Jordi Casanovas dirigido por Alberto San Juan. Un viajero perdido en un aeropuerto sin aviones, símbolo de la España del despilfarro, obra que Antonio Morcillo ha dado en llamar Bangkok. El proceso contra el juez Baltasar Garzón en El pan y la sal (juicio a la memoria histórica), de Raúl Quirós y dirigida por Andrés Lima…
El mundo del teatro mira sin complejos al presente más feo del país, el del paro insoportable, la corrupción, los recortes, la ley mordaza, los banqueros sin escrúpulos y los medios vendidos al poder para poner a España ante el espejo. "Espejito, espejito, ¿quién es la más hermosa?", planteó el movimiento de los indignados en 2011. Y se le resquebrajó el cristal. "Espejito, espejito", asumió entonces parte de la escena, ¿podemos ignorar todo lo que está pasando o queremos ser partícipes del momento?
“Recuerdo estar haciendo Hamlet, que para todo actor es un sueño”, cuenta el actor, director y dramaturgo Alberto San Juan, “y me dije: ‘Yo no quiero hacer esto, quiero hablar de lo que está pasando en mi país, y no a través de metáforas ni de príncipes daneses, quiero hablar con nombres y apellidos de lo que ocurre ahora y de lo que ha ocurrido en los últimos 100 años porque, si no, no entenderé lo que sucede hoy’. Y pensaba: ‘¿Cómo es posible que nadie en el teatro estemos haciendo nada?”.
Hoy ya sí, hoy hay un teatro español al que no le gusta lo que ve ni lo que ha visto y que se está posicionando sobre las tablas con obras que toman la realidad inmediata, la elaboran y se la devuelven al público. Unas veces, reproduciendo sin cambiar una coma el hecho que relatan; otras, con una dramaturgia más libre si por libre se entiende aquella que hace una interpretación menos literal de los acontecimientos.
El fenómeno no es ni mucho menos generalizado en la cartelera, donde brillan comedias, musicales, clásicos…, pero está llamando la atención a los especialistas por su creciente presencia. Sobre todo, porque este es un país que nunca se ha destacado por su tradición de replicante escénico. Teatro comprometido —luego llegarán las etiquetas— ha existido siempre, pero es una anécdota si se compara con Reino Unido, donde los espectáculos teatrales y televisivos sobre la Reina o políticos de primera fila son el pan nuestro de cada día. O con Alemania, epicentro del teatro político que trabajaron Bertolt Brecht, Erwin Piscator y Peter Weiss, donde ha habido una legión de dramaturgos que tras la II Guerra Mundial se ha dedicado a reflexionar sobre su pasado para comprender su presente. La explicación hay que buscarla, coinciden los expertos, en la madurez democrática de esas sociedades y en la educación, en la consideración del teatro como una parte más del desarrollo cultural e intelectual del país, algo que aquí solo puede soñarse.
“Hubo en España un teatro de resistencia al franquismo, grupos como Goliardos, Els Joglars, Tábano y autores como Juan Margallo que utilizaban las fisuras de la censura, aunque hubo poca experimentación formal”, explica José Sanchis Sinisterra, dramaturgo y renovador de la escena en España. “Hubo después autores como Alfonso Sastre y Buero Vallejo que planteaban una reflexión política, pero cuando llegó la Transición pareció que el teatro quedaba dispensado porque la política asumía esa función. Y los partidos no trabajaron lo suficiente en la reconstitución del tejido cultural y teatral que había devastado el franquismo. Se priorizó el consumismo, el ser europeos, la modernización más que un programa de restauración de la cultura. Es verdad que se introdujeron reformas importantes, la creación de teatros públicos, el apoyo a las compañías, pero se descuidaron el contenido, la educación y la formación cívica. Entonces fueron esos años de pensamiento único y temáticas frívolas donde el tema de la pareja floreció”, recuerda el fundador de Nuevo Teatro Fronterizo.
San Juan: “Recuerdo estar haciendo Hamlet y pensar: ‘Yo no quiero hacer esto, quiero hablar de lo que está pasando en mi país”
¿Qué ha ocurrido para que esa tendencia se rompa? ¿Qué ha ocurrido para que un país que, como dice el dramaturgo, guionista y director Gabi Ochoa, “es mucho de protestar pero poco de ponerse y hacerlo” se haya puesto ahora a ello?
¿Una exigencia del público?
“El público necesita que le cuenten lo mismo que recibe en los medios y en las redes, pero de carne y hueso, con emociones”, dice el dramaturgo Jordi Casanovas.
¿Una necesidad de los autores?
“Desde el 15-M hay una ampliación de la conciencia política, que estaba anulada por la cultura de la Transición”, afirma San Juan. “Pero cuando se acaba en el anestésico de los créditos y descubrimos que el dinero no era nuestro y que lo que habíamos comprado tampoco, empezamos a pensar que la política es cosa de todos y que si no la haces tú te la hacen mirando por su interés. Entonces, desde el 15-M somos un país entero hablando de política todo el día y el teatro está formando parte de esa conversación colectiva”.
“La crisis ha hecho salir a los autores de la cápsula en la que estaban metidos”, dice el dramaturgo López Mozo
El Teatro del Barrio que fundó como cooperativa cultural en 2013 junto a activistas de distintos ámbitos es el emblema de esa voluntad incipiente por sumarse al debate del cambio. Ubicada en el corazón del barrio madrileño de Lavapiés y muy en sintonía con Podemos, esta sala arropada por 300 socios ofrece un espacio docente, la universidad del barrio y producciones que evidencian la transformación política de esta España en la que el bipartidismo ya es historia y vive angustiada por la aritmética imposible que dejaron las urnas el 20-D. San Juan ha escenificado en este teatro Autorretrato de un joven capitalista español, una diatriba contra las empresas del Ibex 35, los partidos y los medios; El Rey, protagonizada también por Luis Bermejo, Javier Gutiérrez, y Willy Toledo, una mirada crítica a la Monarquía y la Transición, y ha dado cobijo a producciones como 23-F, la versión de Tejero, sobre la caída y ascenso del teniente coronel golpista, y Las guerras correctas, un montaje en el que Gabi Ochoa reproduce la famosa entrevista de Iñaki Gabilondo al expresidente del Gobierno, el socialista Felipe González, en 1995, sobre el terrorismo de Estado y el señor X.
—¿Organizó usted los GAL?
La mirada al pasado para entender el presente…
“Hay un estallido de ideas. La crisis ha hecho salir a los autores de la cápsula en la que estaban metidos”, dice Jerónimo López Mozo, autor de José Barbacana, sobre el movimiento de los indignados y los desahucios. El dramaturgo cita a Juan Mayorga y a José Ramón Fernández dentro de un panorama nacional en el que pequeñas compañías están también realizando, generalmente desde los márgenes y en salas alternativas, una labor que entraña sus dificultades. “La falta de perspectiva condiciona mucho, pero se ha perdido el miedo. La historia está sucediendo y se está recreando al mismo tiempo”, continúa. “En la Transición, los autores nos mirábamos más a nosotros mismos. Tendíamos a tocar temas autobiográficos. Y estas generaciones miran lo que hay a su alrededor. Están tocando un teatro que tiene mucho que ver con lo que era el teatro documento”.
—Esa afirmación no fue cierta, o sea que no la mantengo.
Bárcenas cambiaba en julio de 2013 con esa declaración ante el juez Ruz su estrategia de defensa, admitía ser el autor de los llamados papeles de Bárcenas y aseguraba, por primera vez, que el PP había mantenido durante años una contabilidad b. El interrogatorio se repite, palabra por palabra, en Ruz-Bárcenas, que ha sido llevada al cine como B. ¿Es teatro documento como plantea López Mozo? ¿Teatro social? ¿Teatro moral? ¿Teatro político?
“Es un teatro casi periodístico. Para mí político es Luces de bohemia (Valle-Inclán), es el que indaga en el porqué”, dice la directora de escena Laila Ripoll. “Ruz-Bárcenas no es teatro político, es teatro moral o social. Teatro político es el que investiga las relaciones de dominación y de poder”, ahonda César de Vicente Hernando, coordinador del Centro de Documentación Crítica. “¿Por qué se tildan estas obras de políticas? Porque el teatro en general se dedica a vodeviles y obras sin sustancia, y cuando alguien pone en escena algo que preocupa a la población y lo trata de manera crítica siendo protagonistas los políticos se dice: ‘Esto es teatro político’. Y es un error. Cuando uno condena la corrupción, condena que haya ladrones, pero no hay una sola obra en España con cierta repercusión que haya abordado la reestructuración del capitalismo como una nueva forma de dominación del capital sobre el trabajo, por ejemplo, que es una forma de poder”.
El autor de la obra disiente tajante: “Es muy antiguo tratar al público de infantil, como alguien sin capacidad de crítica, dárselo todo masticado”.
Sea teatro social, periodístico o político, con su presencia en las salas, el público está dando muestras de que tiene hambre de realidad, hambre de “ese componente transgresor, insurgente y de rebeldía” que el escritor Isaac Rosa, que trató sin éxito de estrenar un montaje sobre el expresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González, atribuye al teatro más que a ningún otro arte. Y, al menos, a corto plazo podrá saciarla porque, lejos de frenarse, el fenómeno está acelerándose por partida doble, haciendo así que la escena, muy afectada por el 21% del IVA, recupere parte de la condición de púlpito que tuvo durante el franquismo. Primero con más espectáculos de nuevo cuño: Gabi Ochoa prepara Que se hunda España que ya la levantaremos nosotros, una obra que personifica en el expresidente de Bankia Rodrigo Rato y el actual ministro del Interior, Jorge Fernández Díez, "la España del campanazo y del campanario”; Casanovas, un montaje con el ilustrativo título de Pujol, president; Carme Portaceli, Solo son mujeres, una obra sobre memoria histórica convertida en homenaje a las mujeres represaliadas del franquismo y la Guerra Civil.
"Esto no es teatro político porque no investiga las relaciones de dominación y de poder", dice un experto
Pero, además, en los últimos años hay una tendencia a recuperar aquellos clásicos que mejor pueden contar el presente. “No es casualidad que Nacho García monte de pronto La cisma de Inglaterra [Calderón de la Barca], o Álex Rigola Coriolano [Shakespeare]”, observa Natalia Menéndez, directora del Festival de Teatro Clásico de Almagro. “Hay algunos autores a los que les gusta más hablar a partir de nombres como el rey Juan Carlos, pero no es la única forma de contar lo que está sucediendo aquí y ahora”.
Nunca antes el rey Juan Carlos había sido el motivo central de un espectáculo como ocurre con El Rey. Los creadores se están atreviendo a tocar temas, hasta ahora tabú, de forma más explícita que nunca. Y eso que el sector está sumido en la precariedad, necesita las subvenciones y su sustento depende por tanto de la voluntad de autoridades muchas veces cuestionadas en los montajes y de programadores sujetos a sus presupuestos. “El poder ve el teatro con indiferencia absoluta, no le tiene miedo”, dice López Mozo. “No hemos notado que condicionen la subvención a las temáticas”, añade San Juan. “Los Gobiernos deben comprender que en el teatro se tiene que poner en duda lo que hacen. Quien manda tendría que cuidar a quienes le critican de forma inteligente porque son los que le darán la pista para hacer lo mejor”, tercia Casanovas. “Si comprendieran que la cultura y la educación son la única forma de salvación de la humanidad, quizá entenderían que una persona culta, con criterio y con capacidad crítica es más feliz porque es más consciente de muchas cosas y puede decidir. Y es mucho más tolerante y por tanto mucho más democrática”, zanja Portaceli. “A lo mejor lo que pasa es que algunos no quieren eso”. •
En cartel
'El Rey', una mirada crítica a la Monarquía y la Transición escrita por Alberto San Juan. Luis Bermejo, Willy Toledo y Javier Gutiérrez protagonizan esta ficción cuyo personaje central es el rey Juan Carlos y a lo largo de la cual van apareciendo figuras como Francisco Franco, Henry Kissinger, Adolfo Suárez o Felipe González. La obra está de gira. En febrero podrá verse en Sevilla (19/20), Getafe (21), Ponferrada (24), Coruña (25), Narón (26-27), Ourense (28). En marzo estará en Barcelona (del 4 al 20), en abril en Miranda (8), Basauri (9) y Alicante (14), en mayo en Valladolid (6), Soria (7), Medina del Campo (8), San Fernando de Henares (14), Vitoria (19),Pamplona (20), Logroño (21), Pinto (28) y en junio en Torrelodones (10) y Rivas (11).
'23F. La versión de Tejero', un texto de Carla Guimarães y Pepe Macías sobre el auge y caída, en menos de 18 horas, del teniente coronel golpista. Interpretada por Lara de Miguel, Nacho Vera, Pedro Santos y Pepe Macías estará en cartel hasta el 25 de febrero en el Teatro del Barrio. Madrid.
'Ruz-Bárcenas', de Jordi Casanovas reproduce literalmente la declaración del extesorero del PP Luis Bárcenas ante el juez Ruz aquel decisivo día de julio de 2013 en el que admitió ser el autor de los famosos papeles de Bárcenas y aseguraba, por primera vez, que el PP había mantenido durante años una contabilidad b. Dirigida por Alberto San Juan, está de gira y recalará en marzo en Salamanca (4); Torrent (5), Catarroja (6), Benicarló (24) y en abril en Pozoblanco (16).
'Las guerras correctas',de Gabi Ochoa. Este filólogo recrea la entrevista de Iñaki Gabilondo al expresidente del Gobierno Felipe González en 1995 sobre el terrorismo de Estado y el señor X. Manolo Sólo, Luis Callejo, César Tormo y Chani Martín interpretan esta obra que se representará el 14 de mayo en Benicarló.
'Autorretrato de un joven capitalista español', un monólogo en el que Alberto San Juan habla de su vida para hablar de España, los partidos políticos, las empresas del Ibex 35y los medios de comunicación. El espectáculo pasará en abril por Almoradí (16), Benicarló (22), Villena (23), en mayo por Tortosa (13) y en junio por Murcia (8) de junio.
'Solo son mujeres', de Carmen Domingo y dirigida por Carme Portaceli, es una obra que habla de las mujeres represaliadas del franquismo y la Guerra Civil, un espectáculo sobre memoria histórica convertido en homenaje a la invisibilidad de aquellas que lucharon por la libertad y la democracia en España. La obra, protagonizada por Míriam Iscla, Sol Picó y Maika Masovski. Solo son mujeres se representará en febrero en Berga (20), Vilanova i la Geltrú (26), Premià de Mar (27), Rubí (28); en marzo en San Cugat (4), Granollers (5), Viladecans (6), El Prat de Llobregat (8), Manresa (11), Vic (12), Mataró (13) y desde el 30 de ese mes al 17 de abril.
'Camargate', de Jorge-Yamam Serrano una ficción teatral basada en la famosa conversación en el restaurante La Camarga entre la exlíder del Partido Popular de Cataluña Alicia Sanchez Camacho y Victoria Álvarez (ex-amante de Jordi Pujol hijo) grabada por Método 3. Interpretada por Cristina Gámiz, Anna Sabaté, Pep Duran cierra hoy, 13 de febrero, esta gira en Vilafranca para retomarla en septiembre.
'A España no la va a conocer ni la madre que la parió', de Lucía Carballal y Víctor Sánchez. La célebre frase pronunciada por Alfonso Guerra al final de la Transición da título a este montaje que pivota sobre dos generaciones de jóvenes en una familia española de izquierdas. La obra recalará desde el 15 de febrero hasta el 30 de marzo en el Teatro Lara (Madrid).
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