Realidad aumentada
'Pequeño catálogo sobre el fanatismo y la estupidez' es un choque con la vida
Una ciudad plagada de militares; dos periodistas escapando en la oscuridad de una sentencia de muerte; un hombre que escucha la bomba que mata a su familia; unos padres que matan por venganza y se suicidan junto al cadáver. 'Pequeño catálogo sobre el fanatismo y la estupidez' es la noticia convertida en carne, la disección de lo incomprensible bajo la mirada de Ignasi Vidal
Una mujer se acuclilla para apagar una televisión en una habitación sin luz, y llora. Una lágrima brillante por el reflejo de la pantalla se desprende de su párpado y después todo queda a oscuras. La síntesis de cuatro historias en apenas 15 segundos: una pequeña cantidad de líquido segregada por la glándula lagrimal como expresión de la tristeza. O de la incomprensión, de la rabia, del arrepentimiento, de la nostalgia.
'Pequeño catálogo sobre el fanatismo y la estupidez'
Texto y dirección: Ignasi Vidal
Intérpretes: Miriam Montilla, Diego Molero y Paco Churruca.
En La pensión de las pulgas (Calle de Huertas, 48, Madrid) los martes, miércoles y sábados.
Alrededor de dos horas le bastan a Ignasi Vidal (Barcelona, 1973) para desmigar las emociones que rodean a actos fanáticos y estúpidos. Pequeño catálogo sobre el fanatismo y la estupidez es la postura de este actor y director teatral frente al conflicto y el efecto que tiene el miedo sobre los seres humanos. “El bloqueo frente a una situación violenta, tener miedo a algo siempre me ha parecido lo más dramático que le puede pasar al ser humano. El miedo provocado por la acción de otra persona”, comenta Vidal frente a unos cuantos cafés en una churrería y rodeado de todo su equipo, incluido el ayudante de dirección y el técnico de luces.
Miriam Montilla (Villanueva del Arzobispo, 1969), Diego Molero (Madrid, 1974) y Paco Churruca (Jaraíz de la Vera, 1965) son, de forma impecable y creíble, nueve personajes. Dos periodistas secuestrados en Oriente Medio arrastrándose en medio del barro en mitad de la noche para escapar de su sentencia de muerte; una madre y un hijo discutiendo por la incapacidad del padre para tolerar otra idea que no sea la nacionalista; Pierre Trudeau y su “just watch me” frente a Tim Ralfe después de convertir Montreal (Canadá) en una ciudad sitiada por militares como respuesta a un secuestro terrorista en 1970, durante la crisis de octubre; un barbero que capea con soltura las atrocidades verbales de un ultra; unos padres que envenenan a ese ultra porque acaba convirtiéndose en el asesino de su hijo.
La muerte y la barbarie pasan de la barrera de la información diaria a un lugar cercano, el de las intrahistoria de esas historias de las que solo solemos ver el después. Un artículo de 2014 sobre el número de periodistas muertos en conflictos bélicos desató el primer borrador de la pieza. “Iba a ser corta y al final quise tratar el fanatismo desde varios ángulos: el nacional, el internacional, el de barrio y la conversación de Trudeau con los periodistas”. Este cúmulo de conflictos y emociones pueden casi tocarse en dos de los espacios de La pensión de las pulgas (Madrid), donde se representa los martes, miércoles y sábados.
Miriam Montilla dice que duele: “Te vas a casa con un carga de tristeza tremenda, duele mucho”. Reales, basadas o relacionadas con historias que lo son, los cuatro relatos se quedan en la exposición de los hechos, y es exactamente eso lo que las afila, sin morbo y apenas sin atrezo. “A mí, la de los padres que se vengan del asesino de su hijo asesinándolo me hizo pensar en si la venganza elimina el dolor, o el odio. Y no lo hace. Recordé muchas veces al padre de Mari Luz, la niña de Huelva a la que asesinaron”. Paco Churruca, el otro en ese matrimonio perdido, asegura que uno nunca sabe cuándo va a querer morir: “La máxima ilusión de su vida se ha ido. Ya no sienten nada, y quieren dejar de sentir esa nada también”.
Descerebrados o insensibles, los personajes (los que se ven y los que no) de esta obra han “removido” algo en la conciencia y en la vida del equipo. Diego Molero, que hasta ahora solo había hecho comedia, está de acuerdo con la premisa del director: “Todo parece ser la consecuencia de una falta o ausencia de educación”. Vidal, minucioso y contundente en el texto y en la dirección, no sabe si hay futuro o no. “Decía Montaigne que nuestro mal reside en el alma y nos es imposible escapar de esta. Hay que leer a los clásicos, abrir las mentes y las pasiones, mejorar, porque todo está ahí. Todo ha pasado ya en algún momento”.
Los que someten, los que controlan, los sometidos y los controlados. La historia de siempre, las consecuencias de un caldo de cultivo en el que la incapacidad de ver, aceptar y respetar la diferencia se convierte en odio. "Pura estupidez".
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