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Variedad de vanidades

Un thriller psicológico, con carga de profundidad, interpretado con precisión quirúrgica por Manolo Solo y Sonia Almarcha

Javier Vallejo
Sonia Almarcha y Manolo Solo en 'Cocina'.
Sonia Almarcha y Manolo Solo en 'Cocina'.marcosGpunto

Un thriller psicológico, con carga de profundidad. A Antonio Merino, el anfitrión, miembro de un consejo editorial, le revienta la suficiencia con la que Cristóbal Jáuregui de Haro y Fitz-James, director general (por herencia paterna), asevera sin empacho que ha conseguido “desapegarse del oropel ilusorio de la existencia”, durante una comida a la que también asisten Mario Di Chiricco, su rival en la empresa familiar, galeristas y artistas plásticos, enfrascados todos en una conversación cínica, repleta de citas, puro fuego de artificio. Emma, esposa de Antonio, aparte, le reprocha que ataque a su jefe: la editorial va regular y si tienen que echar a alguien no será al pelota de Mario. Pero, espoleado por las circunstancias, Antonio pone a prueba la flema y el supuesto desapego de Cristóbal, con una ocurrencia funesta.

COCINA

Autora: María Fernández Ache.
Intérpretes: Sonia Almarcha, Bruno Lastra, Luis Martínez Arasa.
Director: Will Keen.
Madrid. Teatro María Guerrero, hasta el 21 de febrero.

La primera parte de esta vibrante pieza de María Fernández Ache transcurre casi toda ella a resguardo de la vista del público: en el comedor, al otro lado de la cocina que llena el escenario. De allí fuera proviene el fragor de la retórica, en un ejercicio radiofónico y pinteriano, entre la comedia costumbrista y el drama filosófico, que mantiene al público con la curiosidad a flor de piel y el cuerpo al borde mismo de la butaca.

Tras un gran golpe de efecto, en la segunda parte se abre paso el thriller doméstico, conducido con pulso de orfebre por Will Keen, actor británico residente en España, aquí en funciones de director; por Manolo Solo, en el papel del cada vez más urgido, desconcertado y atemorizado consejero; y por Sonia Almarcha, en el de su lúcida, tenaz y calculadora mujer, que, ante el desmoronamiento progresivo de Antonio, da ejemplo de cómo gestionar en caliente una situación extrema. Al éxito de la limpia puesta en escena contribuyen decisivamente la precisión de sus intérpretes, la escenografía hiperreal de Esmeralda Díaz y la iluminación de Pedro Yagüe, tajante como guillotina.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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