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“El defecto nacional es que nadie escucha ni cambia sus paradigmas”

'Diario del anciano averiado', una nueva entrega de la serie de textos diarísticos del filósofo, editor y empresario catalán ven la luz

Andrea Aguilar
Salvador Pániker, en su domicilio de Barcelona.
Salvador Pániker, en su domicilio de Barcelona.Massimiliano Minocri

El eco de las palabras de Salvador Pániker (Barcelona, 1927) parece en ocasiones casi profético ahora que ve la luz una nueva entrega de la serie de textos diarísticos en la que el filósofo, editor y empresario catalán se ha volcado en las últimas décadas. Su Diario del anciano averiado (Literatura Random House) recoge el principio, el tiempo en el que trabajó en el Cuaderno amarillo, el exitoso primer libro de la serie —que continuó con Variaciones 95 y Diario de otoño—. En la primera entrada del 2 de enero de 2000, Pániker comenta los buenos pronósticos económicos con que se saludaba entonces el nuevo año y escribe que “habrá que ver qué pasa con el empleo”.

Unas páginas más adelante emprende una anatomía de los tópicos y concluye: “Tampoco hay tanta diferencia entre pensar mediante tópicos o refranes y acogerse a mitos seculares que están de moda. Lo contrario del pensamiento crítico. El refugio de unas narrativas que dan forma incluso a nuestros sentimientos. Porque también los sentimientos pueden ser muy tópicos”. También adelanta su visión sobre el problema catalán afirmando que “asimilar nación con Estado conduce a conflictos innecesarios”. ¿Cómo ve ahora las cosas? “Se ha hecho muy mal por ambos lados. El problema se superará por elevación, y creo que está en Europa”, explica. “Hay que poner más racionalidad. El defecto nacional es la hiperemotividad, que nadie escucha, ni cambia sus paradigmas”.

Entre presentaciones, comentarios sobre las noticias, cenas con amigos, veraneos en el Ampurdán y complicidades con la pareja, Pániker introduce su pensamiento filosófico. “Ahora tienen más importancia mis ideas que mis anécdotas”, afirma, sentado en un salón de su particular torre en el alto de Pedralbes. “Creo que lo atractivo es simultanear vida y escritura. Hay muy buenos escritores como Pessoa o Borges que en el fondo han vivido poco”.

Dice Pániker que él da mucha importancia a las primeras impresiones, porque ahí se computan muchas cosas inconscientemente. Vestido de impecable azul, con voz grave, se muestra como un ágil conversador pendiente tanto de la conexión inmediata como de la idea más abstracta. Sin aspavientos, introduce sus ideas taoístas, niega la rivalidad con su hermano Raimon Pániker, cita a Nietzsche, enmienda a Sartre o rompe una lanza a favor de su amigo Francisco Umbral, mientras explica el propósito que hay tras sus libros: “Mis libros tratan de la condición humana y me tomo a mí como pretexto. Es un recurso narrativo”, asegura.

Carlos Barral, el otro gallo en el corral

El 14 de diciembre de 2004 se celebró un homenaje a Salvador Pániker en el Colegio de Periodistas de Barcelona. En una de las últimas entradas de su Diario del anciano averiado, el filósofo recuerda el éxito de aquella convocatoria en la que Jorge Herralde tomó la palabra para recordar la irrupción de Kairós en los sesenta. "Medio indio y medio pijo, filósofo e ingeniero, rico empresario, con una casa en Pedralbes y otra en Ibiza, y lo que es más sorprendente, autor de dos inesperados best sellers, dos magníficos libros de entrevistas, Conversaciones en Madrid y Conversaciones en Cataluña",parafrasea Pániker de aquel discurso, y añade, "Menciona que Carlos Barral y yo, inevitablemente, nos detestábamos".

¿A qué se debió ese antagonismo? "Según Herralde, éramos dos seductores, dos gallos en el mismo corral barcelonés. Él era muy vanidoso y yo tenía fama de serlo también", explica Pániker. "Él era más importante como editor, yo salí más tarde a la palestra porque antes resolví los problemas de intendencia, cosa que el pobre Carlos no hizo. Acabamos relativamente amigos". La publicación de Segundas memorias, sin embargo, molestó al carismático Barral, como recuerda Pániker.

¿Qué era lo que más le sorprendía del poeta y editor de Seix Barral? “Creo que él, como muchos de esa generación, tenía algo muy religioso, protestaba como por un contrato no cumplido, porque la vida no tendría que ser desagradable, el dolor no tendría que existir, las cosas debían ir bien... Pero las cosas van mal, el dolor existe y la vida puede ser desagradable. La vida no está aquí para juzgarla sino para vivirla. No hay que protestar porque junto a la montaña hay un desfiladero”.

Hijo de un empresario indio y una catalana, su primer diario se lo regaló un tío suyo a los 15 años. Dice que de ahí han salido sus libros de ensayo. Licenciado en Ingeniería y Filosofía, empresario de éxito, Pániker quería ser escritor, pero no sabía en qué género emplearse. “En los años cincuenta mi grupo generacional descubría la lucha de clases y yo descubrí que era medio indio. ¡Caray! Me había educado como un españolito nacional-católico. Estaba casado con una mujer maravillosa, Nuria Pompeia, que me animó a montar la editorial Kairós”, recuerda. Ahí quiso recoger sus genealogías y tender un puente entre Oriente y Occidente.

¿Cómo afronta la tarea de editar sus diarios? “El diario es un método para lo que Ortega llamaba ponerse de acuerdo con la propia vocación. Yo lo llamo la música propia. Tienes que afinar mucho. Todo individuo consistente alberga un secreto y el diario es la ronda con este secreto”.

Se define como “primario” y poco rencoroso. En sus escritos evita saldar cuentas. Dice que es demasiado superficial para sentirse culpable. Se siente agnóstico pero místico —“porque tengo oído para la mística”—. Una de sus grandes batallas ha sido la legalización de la eutanasia, desde la Asociación Derecho a Morir Dignamente que fundó. “La población está madura con este asunto, pero los políticos aún no. Deseo que se solucione”.

Religión como arte

La religión ha sido otra preocupación recurrente para Pániker. “Identifico la religión con el arte: la conciencia estética y la religiosa van absolutamente de la mano, aunque el artista sea ateo”. ¿Cómo explica el fanatismo religioso que cuaja violentamente en una sociedad laica como la francesa? “Cuando empiezan las palabras con mayúsculas (partido, patria, Dios) empiezan los crímenes. El hombre no puede vivir sin absoluto, pero esto es lo más delicado, íntimo y peligroso que hay. Estos chicos se enganchan a un absoluto de cortocircuito que demuestra que la paideia, su formación, está mal hecha. No se integran. Más que una postura de tercer mundo es cansancio de civilización. La pedagogía es importantísima”, sostiene.

En esa idea griega de la paideia Pániker integra tres pilares básicos: el estímulo de la curiosidad, la fe no como sentimiento religioso sino como confianza en el mundo, y el inculcar el arte de aprender. “Esta manía de quitar, suprimir las humanidades y la filosofía del bachillerato me parece suicida”, apunta.

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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