El cazatalentos de dibujantes de cómic
Frédéric Niffle, editor de ‘Spirou’, examina en Madrid la obra de jóvenes creadores. “Los españoles necesitan más ego. Todo parece copia de Disney”
Juanjo López lleva una carpeta gigante bajo el brazo. Está a punto de enseñar sus dibujos por primera vez a un profesional. Quiere comprobar si es posible tener un futuro en el mundo del cómic. Al otro lado de la mesa, Frédéric Niffle, una autoridad en la industria del tebeo francobelga, se aparta las gafas y mira cuidadosamente los bosques en las viñetas. “Es un comienzo, pero te faltan diez años. Debes mirar los detalles de la naturaleza, rocas y caras. Tras dibujar un millón de árboles, te guías por instinto y no por cabeza”, le explica a través de su intérprete de francés.
Niffle ostenta desde 2008 uno de los puestos más codiciados del cómic, es editor jefe de la revista de tebeos Spirou, una institución fundada en 1938 de la que salieron algunos de los autores y personajes francobelgas más famosos: Lucky Luke, Los Pitufos de Peyo y, por supuesto, el escuálido botones que da nombre al semanario cuyas aventuras publica Dibbuks. Es, además, la revista familiar decana, capaz de sobrevivir a la tecnología: “El resto o encarnaba un tiempo y una generación de autores o estaban dirigidas sólo al público infantil. No evolucionaron con el ser humano”, explica Niffle: “El público ya no busca poseer. En el futuro, será partícipe de la revista en eventos y actividades”. Spirou mezcla historietas, reportajes, juegos y un regalo semanal, pero para su responsable el secreto es que “los antiguos modernos son hoy los dibujantes maestros. Todos conviven”.
Niffle maqueta y diseña, pero reconoce que descubrir talento exitoso es lo que más le gusta: “Cada día recibo varias obras. Pero los buenos artistas son como las mujeres guapas, tienes que ir a buscarlas y seducirlas”. López espera atento su veredicto. Desde que era niño copiaba Tortugas Ninja y Bola de Dragón. Esa era su pasión hasta que hace 10 años otras labores lo pararon todo. Poco a poco fue relegando sus ideales artísticos para ayudar a su padre en su tienda de alimentación. “Te frustras y quieres intentar hacer algo que te libere de la rutina. No puedes dejarlo pasar”. Hace un año volvió a sacar sus lápices y compró folios. Comenzó a escribir y dibujar una historieta de fantasía que presenta en esta mesa de la Expocómic de Madrid.
Spirou con 'Charlie Hebdo'
Frédérick Niffle vivió el pasado 7 enero su mayor prueba de fuego como editor de una revista de cómic, pero también como persona. Habían entrado a tiros al semanario satírico Charlie Hebdo. "Cuando comenzaron las noticias el miércoles, estábamos conmocionados. Conocía a todos, había colaborado con ellos. Era inimaginable que pasara eso".
Esa misma tarde llamó a todos sus contactos: "¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos luchar? ¿Estamos preparados?". En un día, 300 autores le ofrecieron sus servicios. "Queríamos hacer reportajes, recoger la información y contar lo que pasaba. Era periodismo en estado puro". En tres días estaba hecho. "No dormí durante dos días". El lunes se imprimió el número de Spirou especial Je Suis Charlie. En la portada, el famoso personaje destapándose la camiseta para enseñar su mensaje de solidaridad: "Queríamos demostrar que estábamos todos unidos y que no éramos Superman. Todos somos humanos. Nos pegan un tiro y morimos".
Niffle lleva 30 años descubriendo talento. Comenzó dirigiendo fanzines en su adolescencia y a los 14 años conoció al editor de Spirou, que hoy todavía lanza casi 400.000 números. “La revista nos acompaña a lo largo de nuestra vida. Si publicamos algo distinto, recibimos cientos de quejas. El lector lo siente algo propio”.
El editor, que pasó más de una década sacando adelante su sello independiente, le ha imprimido, sin embargo, un carácter distintivo al Spirou del siglo XXI, con historia más adultas y dibujos contemporáneos. El rincón de Spirou y Fantasioes inalterable, pero sus aventuras se mezclan con Zombillenium, protagonizada por un grupo de monstruos en un parque temático, o Dad, sobre un padre soltero con cuatro hijas de distintas madres. “Me guío por instinto. Si me impresiona algo original a mí que llevo tantos años, le impresionará a cualquiera. El público hoy es más exigente, conoce los códigos”.
López es consciente de que la industria española es casi inexistente. Pocos se ganan la vida del noveno arte y casi todo el que triunfa, lo hace más allá de los Pirineos. En España, además, no hay fenómeno comparable a Spirou. Nada queda de TBO, Pulgarcito, Tío Vivo o Super Mortadelo. “La cultura lectora es diferente. Aquí no se respeta”, reflexiona Niffle. Desde la llegada de Niffle a la revista, varios españoles han logrado, sin embargo, un hueco: Luis Munuera, creador de los piratas de Los Campbell, o Pau. En la Expocomic, el editor ha logrado al menos dos acuerdos. A uno le pide que le mande un diseño para un nuevo personaje de Spirou y a otro una historieta original completa. López no tiene suerte.
“La mayoría de lo que veo es muy malo. Los españoles necesitan desarrollar su ego y personalidad. Todo parece copia de Disney y Marvel. Como no hay industria, se meten en la piel de otro para triunfar”. La crítica es constructiva, pero se nota cuando no está convencido con lo que ve. “¿Seguro que quieres dibujar en Francia?”, dice frente a un dibujo de X-men: “Quiero trabajar donde sea”, responde Raúl Moreno. Ese es, según Niffle, parte del error: “Un autor debe tener claro lo que quiere hacer y morir por su obra”, le explica a este madrileño de 32 años que hace dibujos para Podemos.
Ese error se repite una y otra vez. “A veces ves claro que no hay nada de talento. Incluso desde que se presentan, sin confianza y sin saber por qué quieren hacer esto. Necesitan un psicólogo”. Frente a él tiene ahora a una chica con pelo morado. Mira varias veces sus bocetos. Son copias estáticas de ilustraciones famosas: Sailor Moon, Zelda... Todo lo que rodea el fenómeno de masas del cómic, disfraces y Manga le es ajeno, incómodo y “enfermizo”. “Esto son dibujos de fan adolescente ¿Qué quieres hacer?”. La chica responde sin confianza: “aprender”. Su no es rotundo, pero su lección es tranquila y elegante. Trata de enseñarles algo.
Pero cuando algo le gusta, se nota. Toñi Gil es gaditana, tiene 27 años, un fanzine que edita ella misma y lleva tres años presentando su portafolio. Niffle se para en un retrato de una mujer aristocrática. Lo mira una y otra vez. Le encanta: “Es muy bueno”. Pero cuando pasa al arte en viñetas, su respuesta es otra: “falta narración y movimiento”. Busca dibujos bonitos, pero también que le cuenten una historia. “El autor del cómic tiene que ser completo”. López es la primera vez que lo intenta. “No me voy a rendir. Esta es mi pasión. Estas lecciones te animan a seguir. Siempre aprendes. Tendrán que ponerme cemento en los pies para pararme”.
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