“Los espectadores no son mis fans, sino mis jefes”
El actor estrena en España 'Black Mass', 'thriller' sobre la vida del mafioso James Bulger
Con el tiempo, a Johnny Depp solo le mueve convertirse en el hombre de las mil caras. Está Johnny Depp el pirata, el Manostijeras, el sombrerero loco, el libertino. Imaginario. También está el alter ego de personajes reales, como su Ed Wood, el Raoul Duke de Miedo y asco en Las Vegas, el Kemp de Diarios del ron o el John Dillinger de Enemigos públicos. Black Mass -que se estrenó en España el pasado viernes- pertenece a esta segunda categoría, y Depp pone su rostro (muy caracterizado) al servicio de James Whitey Bulger, protagonista de una de las historias más absurdas y sangrientas de la mafia, en concreto de las bandas irlandesas en Boston en los años 70, un criminal alimentado por el FBI como informante que acabó en la lista de los más buscados solo por debajo de Osama Bin Laden. A priori huele a candidatura al Oscar, en una película dirigida por Scott Cooper, con pedigrí a la hora de conseguir estatuillas para sus actores. Pero dado que Depp (Kentucky, 1963) ha dejado claro en los medios que no busca ese premio, ¿por qué ha dejado sus mundos de fantasías por esta brutal realidad? Como siempre con Depp, la respuesta es inesperada: “Lo que me interesó fue su humanidad, la adoración por su madre, por su hermano, la lealtad a su comunidad. El resto es el idioma que hablaba en su negocio, la violencia”, detalla el actor acentuando la faceta de Robin Hood de este monstruo del terror que fue declarado culpable de dos cargos de crimen organizado y de participar en 11 asesinatos. Actualmente cumple cadena perpetua en una prisión de Florida.
El método tiene algo de masturbación mental"
No es la primera vez que Depp se adentra en el mundo de la mafia. Donnie Brasco (1996), Blow (2001) y Enemigos públicos (2009) son ejemplos anteriores de bajos fondos similares, experiencias que el actor asegura han alimentado su trabajo como Bulger, un trabajo que no se habría atrevido a interpretar con anterioridad. Con Donnie Brasco, recuerda, tuvo la oportunidad de pasar tiempo con mafiosos reales, una experiencia que le enseñó que no existen “grandes diferencias entre los agentes del FBI y los gánsteres”. A quién no pudo conocer es a Whitey, que continua su condena en la penitenciaría de Sumterville. “Quería sentarme a su lado como una esponja, conocer su idiosincrasia”, reconoce el intérprete antes de explicar que tramitó sin éxito su petición a través del abogado de Bulger, Jay Carney. El convicto no quiso tener nada que ver con el filme. Sin embargo su abogado le ofreció a Depp el mejor de los piropos. “Me dijo que a mi lado podía sentir a su viejo amigo”.
El método esponja es la mejor definición de la forma en que trabaja Depp. En Black Mass el actor echó mano de una caracterización radical, desapareciendo tras unas lentillas pintadas a mano para ocultar sus ojos -“tan negros como el as de picas”- y una calvicie en realidad inexistente en su cabeza. Como dice, es su deber darle al público algo diferente. "Para mí no son fans sino jefes, son quienes me dan empleo". No va muy descaminado alguien que a lo largo de su carrera ha recaudado unos 7.500 millones de euros con una filmografía ecléctica con la que disfruta sueldos de 17,60 millones de euros y cuya fortuna personal asciende a 353 millones de euros según la revista Forbes.
Si el público es su jefe, empieza a flojear su empleo con sus últimos estrenos, con películas como El llanero solitario, Transcendence o Mortdecai que no han encontrado su público. También flaquea el interés de Depp a juzgar por sus insinuaciones de un posible adiós. Sus palabras se contradicen con una cartera laboral que incluye la nueva entrega de las aventuras de Jack Sparrow (Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell No Tales) que acaba de finalizar el rodaje, el próximo estreno de A través del espejo y filmes como Yoga Hosers y Fields of London en los que Depp cuenta con pequeños cameos que hicieron posible su financiación, películas donde quiso echar una mano a sus dos amores actrices, su hija Lily-Rose y su esposa Amber Heard, respectivamente. El intérprete no confirma su marcha del cine pero sí habla de "la melancolía de ser actor", alguien que asegura se pasa más horas al año diciendo las palabras de otro que las suyas propias: “Nunca he sido de los que cree en pedir patatas fritas como si fuera Enrique VIII", dice en referencia al método de interpretación. "Me parece innecesario y tiene algo de masturbación mental. Aunque es cierto que me paso más horas siendo cualquiera de mis personajes que yo mismo y con cada papel, ya sea el capitán Jack, Eduardo Manostijeras o James Bulger, llega al final el momento de descompresión, de melancolía, en el que echas de menos la seguridad de ser otro”.
Al final de un rodaje te entra la melancolía y echas de menos la seguridad de ser otro"
Babelia
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