El estruendo del silencio
El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo celebra su 25 aniversario con una muestra que aúna seis siglos de creación
Los silencios estruendosos, aquellos que devuelven a la persona hacia el pensamiento, a la introspección o a la naturaleza, son los elegidos por el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) para conmemorar sus 25 años de existencia, cinco lustros en los que no ha contado nunca con más de seis millones de euros de presupuesto (el Reina Sofía ha llegado a disponer de 60), durante los que ha conseguido pasar de 623 obras a 3.269 en su colección permanente y a lo largo de los cuales ha organizado 200 exposiciones que han atraído desde 20.000 personas los primeros años a 175.000 el último.
Con este balance, la consejera de Cultura, Rosa Aguilar, ha inaugurado este jueves El gran silencio, la exposición con la que, hasta el 7 de febrero, el CAAC tiende un puente de seis siglos para unir su sede, el monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas en Sevilla, con la creación más actual.
Para esta vinculación, el comisario de la muestra y director del centro, Juan Antonio Álvarez, ha utilizado varios elementos claves del monasterio: el silencio, la afición cartuja al coleccionismo de arte de su tiempo, el aislamiento y la contemplación.
El ensayo de Susan Sontag La estética del silencio (1967), sobre cómo el arte debe llegar a la abstracción total, la autonomía del mensaje y la ruptura del instrumento, sirven para adentrarse en la idea narrativa de la muestra, que se abre con una imagen de Hiroshi Sugimoto de una pantalla en blanco en un cine vacío y la obra de John Cage 4 minutos y 33 segundos, una composición creada con el sonido de la tapa del piano y el recogido mientras permanece frente al instrumento sin presionar una sola tecla, “escribiendo el silencio”, como afirma Álvarez.
Durante los tres meses de exposición, un bailarín representará con su cuerpo sobre el suelo de una habitación vacía una perfomance de Tino Sehgal, León de Oro de la Bienal de Venecia en 2013. Esta obra antecede al sobrecogedor trabajo del andaluz Pepe Espaliú, que representa en jaulas el aislamiento social que sintió durante el Sida que le terminó causando la muerte en 1993, o al vacío de la represión que muestra el colectivo ruso Chto Delat en una videoinstalación.
La contemplación, común a toda la muestra, se acentúa en las grabaciones de lo desconocido de Susan Hiller, en el “monumento a la ambición” de Tacita Dean, como describe el comisario la obra, y en el documental de Philip Gröning que da nombre a toda la muestra, El gran silencio (2005), una cinta que tardó 21 años en completar desde que pidió permiso para realizarla, premiada en Sundance y que recoge la vida en un monasterio cartujo en los Alpes franceses.
Para esta exposición, el CAAC ha recuperado también obras de Alonso Cano, Juan Martínez Montañés, Velázquez , Valdés Leal y Zurbarán, entre otros, que fueron arte contemporáneo coleccionado por los monjes, que ocuparon sus espacios de silencio durante siglos y que fueron desperdigadas con la desamortización de Mendizábal en el siglo XIX.
Por obligación, la muestra se atiene a la regla cartuja de la austeridad y ha supuesto una inversión de solo 80.000 euros de los 220.000 que cuenta este año el CAAC para exposiciones. Pero cumple con la premisa de crear público, un objetivo que destaca Álvarez en su balance de 25 años de historia del centro, que nació sin sede propia y con más voluntad que fondos. Ahora, pese a los últimos cinco años de recortes, alberga la colección de arte contemporáneo más importante de Andalucía y una de las más relevantes de España.
Babelia
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