U2 apabulla con su ‘show’ grandioso
El público claudicó entusiasmado en el primer concierto de la banda en el Palau Sant Jordi de Barcelona
Pasaban veinte minutos de la hora de inicio del concierto y comenzaban tímidas quejas. Las acalló el People Have The Power de Patti Smith, y como el público sabía que eso marcaba el inicio se dispararon los flashes. En el escenario principal, aún oscuro, se percibió movimiento de los que luego se supo eran los “operarios” de U2, The Edge, Clayton y Mullen. En eso apareció por el otro extremo, entre el público, dejándose ver de cerca como el papa Francisco, Bono, tal que carismático líder planetario. Subió al segundo escenario y con paso seguro de sargento de infantería caminó por la pasarela hacia sus músicos, recibiendo los vítores de la multitud mientras abría los brazos y bramaba el inicio de The Miracle (of Joey Ramone). Sus tres operarios, ya iluminados, atacaron sus instrumentos y el Palau Sant Jordi se llenó de música y de los anhelos gritados por la multitud que llenó el primero de los cuatro conciertos de U2 en Barcelona. Era sólo el comienzo, pero también pauta de lo que vendría durante las dos siguientes horas.
Primeros compases, recuerdos de juventud. Con The Electric Co se recordó aquellos años en los que ni Bono imaginaba en lo que se convertiría. El sonido, escupido a lo largo del techo hacia todos los rincones del recinto, era alto pero no indefinido, todo y que la vocalización de Bono aún no era nítida -lo sería más tarde-. En el escenario principal, sin techo, luces bajas, un poco evocando la portada de Rattle And Hum, pero jugando con el blanco y el rojo. Austeridad. Siguió Vertigo con ese arranque tan enfático, y si alguien quedaba sentado el resorte melódico de la enumeración del comienzo del tema lo puso en pie, para ya hacer brincar a todo el mundo con I Will Follow, el primer clásico imperecedero de la noche. Luego Bono presentó a sus tres muchachos y loó Barcelona mientras en la base de la pantalla suspendida sobre el pasillo que unía los dos escenarios se traducían simultáneamente sus palabras. Todo un detalle. Puede que un inglés no hubiese caído en ello.
A esas alturas estaba claro que este espectáculo es el mejor que ha desplegado la banda en todas sus visitas a España
Y como Bono introdujo verbalmente sus recuerdos, la tecnología los hizo imagen. La doble pantalla se iluminó –para entendernos estaba alineada de gol a gol del recinto- y comenzó a mostrar imágenes dibujadas con intención evocadora. Sonó Iris (Hold Me Closer). El recurso ganó espectacularidad cuando en Cedarwood Road Bono transitó por el pasillo que separaba ambas pantallas, fundiendo así su figura con los dibujos que recordaban su barrio. Pasmo digital. Siguió Song Of Someone, cerrando así la exposición del grueso de temas que interpretaría la banda de su último disco, y Sunday Bloody Sunday, tocada con cierto hieratismo de duelo ideológico al recordar aquel domingo sangriento, con la banda tiesa en el pasillo, recordó a la multitud, apabullada por el uso de la pantalla y su disposición, que U2 son progres.
El espectáculo, verdadero corazón de un show de rock musculoso y anhelante, con Bono entonando a su estilo, como una suerte de predicador que no habla para menos de 25.000 personas y, en consecuencia, ha de entonar enfáticamente, tenía más ases en la manga. En The Fly, desasosegante, con la banda desaparecida de la vista, toda la pantalla, ampliada aún más por los extremos, se tintó de amarillo para ver estampadas frases en castellano y más tarde, en un recurso conseguidísimo, la banda se hacía de nuevo visible en pequeños desconchados de la tintura amarilla que les dejaba ver tocando Invisible entre las dos pantallas. A esas alturas estaba claro que este espectáculo es el mejor que ha desplegado la banda en todas sus visitas a España, antes presididos por una ingente cantidad de medios utilizados como un nuevo rico organizaría la boda de su primogénito: kilos de caviar aunque sólo sea para que se note la abundancia de la pecunia.
A todo esto el concierto ya estaba mediado y aún quedaba la traca. Misterious Way comenzó la que podría considerarse segunda parte y en cada canción seguía habiendo una sorpresa. Bueno, no es chocante que salga una chica del público, ésta con más salero que el propio Bono bailando, incrédula, la canción. Luego se supo que era venezolana y todo cuadró. A todo esto el líder iba de negro Johnny Cash y con el cabello tirando a rubio, quizás para contrastar. En Elevation la pantalla se convirtió en émula de una de móvil y la venezolana, grabando con un teléfono, envió la señal a todo el mundo, tal y como le aseguró Bono que ocurría. La inmediatez hecha espectáculo. Todo lo es en U2, también la ideología.
Y así, interludio baladístico incluido, el concierto embocó el final… Where The Streets Have No Name, “Pride”, With Or Without You… para acabar con One. Sin grandes sorpresas musicales, U2 suenan ya más grandilocuentes que airados, faraónicos más que majestuosos, el concierto fue maná multisensorial, tecnología que pasma, ola que apabulla con luces, sonido que arrolla, canciones que son memoria. U2 han dado con la tecla. El público claudicó entusiasmado. En la cueva de U2 manda la tecnología, que aplicada lejos de un estadio les funciona mucho mejor.
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