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CRÍTICA | HITMAN: AGENTE 47
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sin huella

Un fotograma de 'Hitman: agente 47'.
Un fotograma de 'Hitman: agente 47'.

Primera adaptación cinematográfica de la serie de videojuegos inaugurada en el año 2000 con Hitman: Codename 47, Hitman (2007) de Xavier Gens demostró al menos dos cosas: a) que el autor de Frontier(s) (2007) -interesante opera prima de terror capaz de combinar, de modo algo imprudente, denuncia social y alto conocimiento de la historia del gore-, acababa de vender el alma al diablo del cine de consumo sin identidad en el mismo año de su debut, y b) que un rapado de cráneo no convertía necesariamente a un actor como Timothy Oliphant en un tipo duro. Ocho años después, Hitman: Agente 47 intenta refundar la franquicia corriendo un tupido velo sobre el recuerdo de esa desangelada primera adaptación de ese shooter distinguido por su enigmática figura central y su iconografía de certeros tiros en la cabeza.

HITMAN: AGENTE 47

Dirección: Aleksander Bach.

Intérpretes: Rupert Friend, Zachary Quinto, Hanna Ware, Thomas Kretschmann, Ciarán Hinds, Emilio Rivera, Irrfan Khan, Rolf Kanies, Jerry Hoffmann.

Género: thriller. Estados Unidos-Alemania, 2015.

Duración: 96 minutos.

A los mandos está Aleksander Bach, un realizador publicitario sin trayectoria cinematográfica que traicionar y que alcanzó su particular pico de gloria con un spot para Cruz Roja –Stars-, que intentaba armonizar violencia y lirismo, a través de una afectación formal capturada en blanco y negro. En Hitman. Agente 47, Bach no se revela mucho más imaginativo que su predecesor: lo que quizá le distinga sea una pasmosa capacidad para desaprovechar situaciones que un buen estilista del cine de acción hubiese convertido en memorables set-pieces. Ahí están, por ejemplo, esa escena que transcurre en una nave industrial de motores de avión o el momento en que el vehículo del protagonista se ve capturado por una telaraña de cables –quizá la única imagen que se sitúa levemente por encima de la media en el conjunto-.

Hitman: Agente 47 pone su énfasis narrativo en el origen del personaje –un asesino implacable fruto de la experimentación biotecnológica-, pero acaba demostrando, quizá de manera menos escandalosa que su predecesora, que el personaje del videojuego de IO Interactive pierde contundencia y misterio en cuanto se encarna en una presencia de carne y hueso. Rupert Friend, que sustituye al malogrado Paul Walker, inicialmente previsto para el papel, hace lo que puede para borrar el recuerdo del muy desubicado Oliphant de la primera película, pero lo único que queda tras la proyección es una persistente sensación de déjà vu, la exasperante reiteración de algo que se diría diseñado, desde un buen comienzo, para no dejar huella.

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