_
_
_
_
63º FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sordidez habanera muy de Villaronga

'El rey de La Habana' tiene retratos con vocación naturalista, desgarro y sentido fatalista

Carlos Boyero

Además de ingeniárselas para practicar sexo todo el rato y darle al trago sin tregua, es dudoso que Henry Miller pasara hambre en París. Charles Bukowski lo tuvo más crudo en Los Ángeles, pero podía trasegar el alcohol más barato y tampoco se podía permitir ser selectivo con sus borrachas amantes y putas, fijas o pasajeras. El escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez también hablaba en primera persona, con tono bronco o cínico, de su complicada supervivencia (y la de la mayoría sus paisanos) buscando incansablemente ron y las piernas abiertas de cualquier mujer, incluidas las no bendecidas por la hermosura o por la edad, con la que se topara en su nihilista vagabundeo por las calles de La Habana.

La sinceridad carnal, el lirismo desesperado y la fuerza expresiva de Miller me deslumbraron (y otras cosas) cuando era muy joven. No he vuelvo a visitarlo. Por si acaso. Leí con cierta fascinación los primeros libros de Bukowski. Después me cansó. Solo era más de lo mismo. Inevitablemente, el mundo y la narrativa del escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez, te hacen pensar en Bukowski, cambiando California por el Caribe. Era brutal, se defendía con su corrosivo sentido del humor, sabía de lo que hablaba, de lo que malvivía. Pero mi fidelidad a su obra no duró mucho. Por ejemplo, no he leído El rey de La Habana, que el director Agustí Villaronga acaba de adaptar al cine y en la que disfraza esa ciudad en ruinas (mucho tipo de ruinas) en los escenarios de República Dominicana, como hizo Francis Ford Coppola en la segunda y sublime parte de El Padrino.

El universo de Villaronga siempre ha sido tormentoso y tortuoso, subterránea o transparentemente violento, bañado de sangre, sexo turbio, pasiones extremas. Y el angustioso presente de estos cubanos a la permanente búsqueda de dólares o pesos para sobrevivir un día más al desastre, comer lo que puedas, disponer de un techo aunque esté agujereado, robar, prostituirse, agredirse, protegerse mutuamente, maldecir, hacerse trampas es un territorio emocional en que Villaronga se siente en su salsa. Otra cosa es que su fascinación por los marginales logre la complicidad del espectador. Las sórdidas aventuras de un semental negro que está huyendo de su infancia, de travestis expertos en supervivencia y con pretensiones de glamour, chaperos, putas notablemente tiradas con anverso y reverso, sueños en una estabilidad imposible, retrasadas mentales, una fauna con todo tipo de carencias, esos paisajes excrementicios, ese tono volcánico, esa militancia en el feísmo, está retratado con vocación naturalista, desgarro y sentido fatalista. En mi caso, acaba provocándome más pereza que hipnosis. Y de acuerdo en que la secuencia final, ese vertedero, esos acechantes buitres, esa desolación sin límites, supone una imagen impactante y poderosa. Pero en el balance total, tampoco compensa.

¿Les suena el argumento de un hombre que al salir de la cárcel intenta en vano rehacer su existencia? ¿A que sí? Es lo que retrata la película georgiana Moira. Lo hace de forma aceptable pero te la sabes de principio a fin.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_