Muriel Barbery quiere salvar al mundo en su nueva novela
La exitosa autora de 'La elegancia del erizo' vuelve, nueve años después, con ‘La vida de los elfos’ en favor de la naturaleza
El éxito no siempre refleja la realización total de un sueño. Quince años y tres novelas ha necesitado Muriel Barbery para descubrir lo que realmente quiere escribir. Es una de las escritoras francesas más esperadas de los últimos nueve años, tras el millonario best seller de La elegancia del erizo, que por fin logra conjugar en una novela lo que quería hacer: “El placer de jugar con el lenguaje francés y la construcción de un universo más comprometido y político con la humanidad”. Ese sueño lo envuelve el tono de la fábula y se titula La vida de los elfos (Seix Barral).
¿Da la espalda Barbery a aquello que le ha dado un nombre? No del todo, es una nueva ruta sin perder el espíritu. “Muchas cosas han cambiado de lo que yo quería escribir al comienzo. Yo misma lo he hecho. Mis dos primeros libros los hice de manera diletante. En cambio esta tercera novela la he escrito con toda conciencia. Escribo de forma más madura. Quería recrearme más en el uso de la lengua”. Eso reconoce esta exprofesora de Filosofía en un instituto y de la Universidad de Borgoña, nacida en Casablanca (Marruecos) en 1969.
Los más de seis millones de libros vendidos de manera inesperada en 2006 por La elegancia del erizo no la bloquearon creativamente. “El bloqueo es el de siempre, el miedo a decepcionarme a mí misma”, reconoce la narradora. Al contrario, agrega, “lo que me dieron fue más libertad para hacer lo que realmente me apetecía. Y si ha sido más difícil de escribir es porque quiero hacer otras cosas”.
Esa nueva ruta la ha iniciado con un homenaje a la naturaleza y una crítica a la sociedad, “sobre todo la occidental, que cree que la naturaleza le pertenece; cuando la verdad es que pertenecemos a ella. En Asia esa armonía se conserva mejor, aunque se ha ido perdiendo en los últimos tiempos”.
No es que Barbery se haya olvidado de señalar los asedios de la soledad en las personas. Ni que tampoco haya disminuido su ánimo por recordar la incapacidad de algunos individuos para entablar relaciones y tener una mejor comunicación y solidaridad entre todos. Eso sigue presente en La vida de los elfos, aunque con menos protagonismo porque ese mismo espíritu lo ha trasladado a la relación entre los seres humanos y la naturaleza. Armonía y comprensión. “Lo que intento transmitir es la idea de un mundo reconciliado”.
Para esa nueva misión ha recurrido a una parte de su infancia en el campo y a la fantasía. A J. R. R. Tolkien, a quien leyó por primera vez con 12 años. El autor de El señor de los anillos parece apadrinar este recién estrenado nuevo mundo que empieza a crear Barbery donde se vive una batalla abierta entre el bien y el mal. La novela, que transcurre entre la I y II guerra mundial, cuenta la vida de dos niñas con poderes especiales abocadas a la misión de salvar el planeta y sus pobladores.
Hay dos pasajes clave del libro que conectan el mundo real de Muriel Barbery y el de su nueva ficción: “Aunque jamás le hayan acariciado, todo el mundo posee una conciencia innata del amor, y aunque todavía no ame a nadie, lo conoce por una memoria que atraviesa los cuerpos y las edades”. La escritora está convencida de que no solo heredamos los genes físicos sino también emocionales, sensoriales: “Escribiendo siento mi pertenencia a una larga herencia de mujeres que no conozco pero que tuvieron gran impacto en mi vida”.
El otro pasaje esconde una parte fundacional de la novela: “¿Saben qué es un sueño? No es una quimera engendrada por nuestro deseo, sino otra vía por la que absorbemos la sustancia del mundo y accedemos a la misma verdad que desvelan las brumas, acallando lo visible y desvelando lo invisible”. Eso lo ha descubierto Barbery cuando escribía porque, confiesa, “a medida que escribo voy descubriendo el mundo. Lo que sé de él lo aprendo en mis textos”.
Así es que Muriel Barbery espera que el mundo de hoy, o la Europa de hoy cruzada de nuevo por rutas de emigrantes que huyen por falta de armonía en sus tierras, cause un efecto positivo en la gente y un impacto en los políticos y gobernantes. Sobre todo, agrega, “porque nuestra generación que no ha conocido las guerras sino por los relatos o historias de nuestros parientes esta situación enseña una verdad que no debería ocurrir”.
Babelia
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