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TEATRO

Grito a la libertad en Aviñón

El actor Pedro Casablanc roza una cima de su trayectoria teatral con el estreno en el festival francés del monólogo ‘Hacia la alegría’

Rocío García

Es Pedro Casablanc un hombre vocacional. Subió a un escenario con 15 años y aquí sigue. El último que ha pisado tiene ecos magistrales. Por primera vez ha viajado al Festival de Teatro de Aviñón (Francia) donde ha presentado Hacia la alegría, el monólogo que es todo un grito por la libertad, dirigido por Olivier Py, que ya estrenó en la temporada pasada en el Teatro La Abadía, de Madrid. Con llenos absolutos los 10 días que se ha representado la obra y críticas excelentes a su interpretación —de “actor monumental” le calificaron en una reseña de un periódico, Casablanc ha rozado una cima de su trayectoria teatral. Ha disfrutado con la experiencia y el contacto con ese público que en su mayoría viaja a la ciudad francesa de vacaciones con el único objetivo de ver teatro. “No tengo palabras. Ha sido un encuentro excepcional. Para mí es un sueño cumplido, y más con un monólogo como es Hacia la alegría. Solo el hecho de estar en la ciudad es una locura, en un festival que ofrece unos 1.000 espectáculos y con pequeños montajes en circuitos paralelos continuamente”, explica el actor. Estos días está rodando la serie de televisión Mar de plástico en los invernaderos de El Egido, Almería. El proyecto —que graba a unas temperaturas de hasta 40 grados—, es un thriller sobre el negocio de los cultivos en los años ochenta, en esa época de bonanza económica, en la que él interpreta al dueño del invernadero.

La experiencia de Aviñón le ha recordado a actores a los que ha admirado desde siempre y que le han precedido en este majestuoso escenario —como Flotats o Casares—, pero le ha dejado un regustillo amargo por las comparaciones exclusivamente con la escena teatral en España. “El teatro se está convirtiendo en nuestro país en algo cada vez más complicado, estamos viviendo un periodo de desencuentro, una época quizás alto autocomplaciente. Creo que todos los montajes de microteatro son necesarios para los creadores y actores pero no aporta estructuras sólidas ni industria. En España creemos que el teatro es espectáculo y el teatro es el arte pobre y ahí se debe de mantener. No es un espectáculo, es un ritual diferente y entra dentro del terreno de lo sagrado. En el teatro no hay alfombras rojas ni glamur y eso está bien. Hay cierto interés por frivolizar el teatro para así acercarlo más al ámbito de lo comercial y es un error”, asegura Casablanc.

El actor huye como intérprete y espectador de las excentricidades que muchas veces se hacen en las adaptaciones de los clásicos. “No aportan nada, porque lo trascendental ya está escrito. No quiero parecer reaccionario, pero a mí me gusta el teatro más clásico. A los clásicos hay que respetarlos, se pueden hacer experimentos pero dentro de un orden. Vengo asombrado de la pasión que hay en Francia por sus clásicos. El público francés está abierto a la lengua total del teatro, pero no solo el público, también todo lo que se refiere a la repercusión mediática”, añade el actor. “yo nunca haría un Otelo con una bolsa de basura en la cabeza”, le gusta explicar a Casablanc.

Hacia la alegría, una obra escrita y dirigida por Olivier Py, el actual director del propio Festival de Aviñón, es la reflexión en voz alta de un arquitecto que un día se despierta sobresaltado y reflexiona sobre la vida ajetreada que no le lleva a ningún sitio, solo dinero para consumir y consumir. Este viaje hacia la espiritualidad conlleva una interpretación muy física de este personaje que corre y corre sin parar hasta la extenuación, en un claro deseo de despojarse de todas las rémoras que le impiden la felicidad. En La Abadía nunca se llenó el teatro, algo que no ha sucedido en Aviñón. No tuvo, se lamenta el actor, apenas más que alguna crítica. “No es una queja, es una constatación”, remacha. Una constatación que siembra la tristeza de este sólido actor que vive un momento dulce.

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