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El hombre que fue jueves
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

David Hare al desnudo

Marcos Ordóñez

He vuelto a zambullirme en Acting Up, de David Hare, y me gusta todavía más que la primera vez que lo leí, hará quince años. Hare, uno de los dramaturgos británicos más importantes, viaja a Oriente Medio en 1997, habla con israelíes y palestinos, lo cuenta luego en Via Dolorosa y al año siguiente decide representar el texto a las órdenes de Stephen Daldry. Se jugaba mucho en el envite: acababa de cumplir los cincuenta, no había pisado nunca un escenario, y se enfrentaba a un monólogo en el que daría vida a treinta y tres personajes.

Acting Up (Faber & Faber) es un apasionante diario que comienza en Londres, en agosto de 1998, con el primer día de ensayo en el Duke of York, y termina en junio de 1999, en Nueva York, tras catorce semanas de representaciones en el Booth Theatre. ¿Por qué se lanzó David Hare a la palestra? Porque creyó que aquel viaje era demasiado personal para que lo interpretara un actor, porque le tentaba el riesgo y porque, como cuenta en el prólogo, pensaba que quizás aprendería a ser mejor director y a entender “el inagotable misterio de la actuación”. Las dificultades se suceden: el Royal Court, que produce Via Dolorosa, no le apoya como prometió, y los ensayos de The Blue Room, su nueva obra, en el Donmar, dirigida por Sam Mendes y con la estelar Nicole Kidman, tampoco están saliendo como debieran. Luego viene la larga temporada neoyorquina, mezcla de exaltación y calvario. Asistimos a sus conversaciones con Stephen Daldry, que va siguiendo el montaje, y a sus encuentros, compartiendo experiencias, con Simon Callow, con Mike Nichols, con Wally Shawn, con Judi Dench (que está representando su comedia Amy’s View en un teatro vecino) y muchos más.

Acting Up no solo deslumbra por la inteligencia de sus análisis sino sobre todo por la sinceridad con que Hare afronta y relata su aprendizaje, sin ocultar sus errores o maquillar los peores aspectos de sí mismo. (“Dios, qué patéticamente lento y estúpido soy a la hora de llevar a la práctica mis propias lecciones”). Se hace la eterna pregunta de todo comediante: ¿Cómo mantener, a lo largo de las funciones, la energía y el ímpetu de las primeras noches? Y vemos cómo va creciendo un espectáculo y cómo va “haciéndose” un actor.

Sería imposible resumir Acting Up, lleno como está de incontables anécdotas y reflexiones sobre la actuación, sobre la puesta en escena, sobre los críticos, las giras, el West End y Broadway. No parece fácil que se traduzca este libro al castellano: ni David Hare es demasiado conocido aquí ni Acting Up es “de actualidad”. Pero valdría la pena, porque es una continua y vivísima fuente de enseñanzas.

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