Paul Weller: “Si no comunico con la música, estoy muerto”
El cantante, que toca hoy en Madrid y mañana en Barcelona, es un icono británico
“¿Qué pasa tío?”. Al otro lado de la línea de teléfono, Paul Weller (Woking, Surrey, 1958) saluda desde Londres con voz ronca, pero de una vitalidad contagiosa. “Estoy en una etapa feliz con mi vida”, reconoce. Uno de los grandes iconos de la música popular, conocido como Modfather, el padrino de la música mod, aquella esplendorosa subcultura que entre los sesenta y los setenta aunó el pop beat y el rhythm and blues británicos con el legado del soul norteamericano, acaba de sacar nuevo disco, Saturn's pattern, el vigésimo cuarto de su carrera desde que debutó en 1977 con The Jam.
“Es un sonido muy abstracto. Definitivamente creo que ha sido un buen experimento”, apunta el músico sobre Saturn's pattern, una nueva vuelta en el camino de ese “sonido propio del siglo XXI” que anda buscando desde 22 Dreams, en el que explora las posibilidades que puede aportar el jazz, el rock progresivo o la psicodelia electrónica. Sin embargo, en este nuevo trabajo, Weller, que ha vuelto a contar en las labores de producción con Stan Kybert, quien colaboró con él en obras sobresalientes como Ilumination o Studio 150, muestra un sugerente barniz más pop en su cancionero, que recuerda a la etapa de Paul McCartney & Wings o a unos Beach Boys ácidos. “Tal vez hay más melodías pop que en otros álbumes anteriores. Me concentré más que otras veces en ese tipo de melodías”.
Con su habitual habilidad para mezclar géneros en un mismo discurso sonoro, el británico, que hoy toca en Madrid y mañana en Barcelona, mantiene un listón bien alto a estas alturas del siglo XXI. En el saturado panorama musical, pocos artistas muestran una inquietud tan imbatible, que consigue conjugar la experiencia con el ansia de experimentar, que se plasma en una obra hiperorgánica y atractiva.
“La vida me ha hecho madurar pero intento no verme muy lejos del chico joven que fui”, sostiene este músico que ya a los 15 años formó The Jam, piedra angular de la música británica, capaces de ofrecer otra vía al desencanto juvenil a través de sus canciones que rivalizaban por impacto con las de The Sex Pistols o The Clash. De hecho, recuerda el día que vio a Joe Strummer en 1976 en un concierto con una camiseta que rezaba que “Chuck Berry ha muerto” y le recordó que no era así. “Me pareció fantástico, pero no había muerto”, dice entre risas. “Por mucho que hubiese un sentimiento de ruptura, el punk británico estaba influido por la música afroamericana que provenía de Estados Unidos”, afirma. The Jam, que insuflaron esa energía de raigambre afroamericana a su música, dieron sus primeros pasos versionando a Chuck Berry, al que llegaron a interpretar en clave punk delante de The Clash ante los desmanes de Mick Jones. Era una época de gran agitación en Reino Unido, pero no la echa de menos. “Jamás caigo en la nostalgia. Miro para adelante siempre”, sostiene. “Por eso es imposible una reunión de The Jam”, añade tras soltar una carcajada.
Esa es su gran virtud. A partir de esta premisa, Weller ha desarrollado una carrera arrolladora, aunque no sea la típica estrella del mainstream, aunque no acapare tantas portadas como Bruce Springsteen o Morrissey. Su lugar es otro, dentro de la independencia artística, sin concesiones a la galería. “Siempre he tenido muy en cuenta las posibilidades que me da este trabajo, poder tener una opinión de las cosas y defenderla con canciones. Por el camino te vas a encontrar a gente que no esté de acuerdo, pero forma parte del negocio. Conviene centrarte en lo que quieres”, señala. Al poner fin a The Jam por voluntad propia, creó en los ochenta The Style Council, un fabuloso grupo, eclipsado por su propio nombre y el de The Jam y en el que dio estupenda rienda suelta a su adoración por el funk, el soul y el rhythm and blues. “No paro de escuchar música de esta cuerda. De ahora me gustan mucho Alabama Shakes y Leon Bridges”. Y luego, ya en los noventa, llegaron sus discos en solitario, donde abundan las composiciones de calidad.
Weller habla en un tono relajado y amable, dejando atrás la máscara de tipo antipático que durante varios años de su vida le persiguió entre los periodistas británicos. A decir verdad, este padrino mod, de una elegancia impecable, al que no le afecta su pelo gris ni su rostro dominado por las arrugas, ya está en otra dimensión con respecto a ese personaje público, que además se pillaba unas borracheras que escandalizaban al propio Noal Gallagher. Padre de siete hijos, los dos últimos unos gemelos que tuvo en segundas nupcias, su actual mujer le puso un ultimátum: ella o el alcohol. Y Weller dejó de beber y se concentró más si cabe en la música. “Me encanta grabar discos y tocar en directo. Mi trabajo es maravilloso y de ahí viene mi productividad. Soy feliz. Si no soy capaz de comunicar con la música, estoy muerto”.
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