Alejandro Marcos ofrece una buena imagen entre turistas en Las Ventas
El novillero salmantino pudo cortar una oreja y dio una vuelta al ruedo de mucho peso
El novillero salmantino Alejandro Marcos ofreció ayer en Las Ventas una buena dimensión de toreo distinto y de mucha clase, y dio una meritoria vuelta al ruedo al término de su primera faena. Con algo menos de un cuarto de entrada, se lidiaron novillos de Gabriel Rojas, de desiguales volúmenes, con fondo manso los seis, aunque con distinto desarrollo. El cuarto fue el de más posibilidades, noble e insulso, el primero; complicado, el segundo; sin fuerzas el tercero; mentiroso, el quinto, y brusco, el sexto.
Mario Diéguez: dos pinchazos y descabello (silencio tras aviso); y dos pinchazos y descabello (ovación tras aviso); Alberto Escudero: media tendida y atravesada (palmas); y pinchazo y estocada (silencio tras aviso), y Alejandro Marcos: gran estocada (vuelta al ruedo tras petición); y pinchazo, otro hondo y siete descabellos (silencio tras aviso).
Madrid, siete de la tarde, 40 grados y tres novilleros dispuestos a exponer su vida a cambio de sus sueños en la primera plaza del mundo que en pleno verano subsiste gracias, sobre todo, a los turistas, que salva los muebles a la empresa aunque no tengan la más mínima idea de qué va el espectáculo. No importaba ni el tremendo calor en los tendidos ni tanto aficionado foráneo; Madrid es Madrid de enero a diciembre, debieron de pensar los tres jóvenes espadas que hicieron el paseíllo, de entre los cuales destacó por encima de todos Alejandro Marcos, un salmantino que toreó, y muy bien.
Por delantales saludó Marcos a su primero, novillo que siempre salía suelto de los engaños, además de mansear en varas. Un fuerte volatín antes de banderillas hizo que se quebrantara, y llegó a la muleta con las fuerzas muy justas, parándose en la segunda tanda.
Marcos, que firmó unas bonitas probaturas, abrochadas con un pase de pecho inmenso, anduvo muy metido en todo momento con su antagonista, y firmó una labor que, pese a no tener armazón ni unidad por lo poco que se prestó el astado, tuvo el sello de distinción del toreo de clase y aroma. La gran estocada final, que tiró al novillo sin puntilla, hizo despertar una petición de oreja, que, al final, se convirtió en una vuelta al ruedo, que tuvo su peso en oro.
El sexto fue novillo de armas tomar, a pesar de lo cual Marcos logró pases de buena ejecución, especialmente los doblones del principio y algún que otro derechazo. Al natural hubo colocación y arrestos para sacarlos de uno en uno. Cuatro cositas a modo pusieron fin a una labor que, esta vez, no tuvo rúbrica con la espada.
El primero de la función salió barbeando las tablas, amagando primero con saltar el callejón, y consiguiéndolo en un segundo intento. Como manso declarado, no se empleó en los primeros tercios, venciéndose, con la cara alta, punteando, cabeceando en el peto y haciendo sonar estribos.
Tras las banderillas, donde se dolió e hizo hilo, el utrero, ya berreón, se fue apagando como una vela. Diéguez llevó a cabo una faena larga y tesonera a partes iguales, en la que dejó muletazos aislados dentro de una labor que no fue a ninguna parte. El cuarto fue un novillo con mejor fondo, aunque limitado también por su poca fortaleza. Diéguez tardó en cogerle el aire, demasiado rapidito en todo, pero cuando se asentó afloraron pases más templados; compuso la figura y se rompió con él, muy entregado, tanto que llegó a ser derribado en un momento en el que se confió más de la cuenta.
El primero de Alberto Escudero marcó también pronto la querencia, donde apretó en una primera vara en la misma puerta de chiqueros. No respondió tampoco el novillo en la muleta, donde se acostó por los dos pitones, quedándose corto y revolviéndose. Difícil papeleta para el debutante salmantino, que anduvo firme e hizo un esfuerzo más que notable en la cara de tan incierto y complicado oponente para justificarse sobradamente.
El quinto engañó a todos, pues parecía que iba a ser el bueno, pero en la muleta demostró su deslucida y defensiva condición. Escudero aquí se alargó más de la cuenta en un imposible.
Babelia
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