Jorge Ribalta, la fotografía como trauma
El fotógrafo barcelonés presenta la muestra 'Johny', con sus imágenes como si fueran un panel de exvotos, creando un elegante y resonante patrón de formas claras y oscuras
Entre las múltiples exposiciones de fotografía repartidas estos días por las galerías y museos de la ciudad, siempre hay alguna que invita al recogimiento, lejos del ansia de la novedad o el despilfarro de medios. La titulada Johnny, del fotógrafo barcelonés Jorge Ribalta (1961), es una de ellas y ofrece algo más que lo que habitualmente "indica" la fotografía llamémosle convencional: más que un simple señalar el mundo que nos recuerde cosas que ya sabemos.
La galería Casa sin Fin es ahora un espacio de reconocimiento capaz de poner en marcha el proceso de interpretación del espectador. El pretexto es la visita a la tumba de John Heartfield (1891-1968) en el cementerio de Chausseestrasse, antiguo Berlín Este, donde también están los restos de Christa Wolf, Bertolt Brecht, Schinkel, Marcuse, Hegel, Fichte o Heiner Müller.
Colocadas en sus marcos correspondientes, una al lado de otra como si fueran un panel de exvotos, cada fotografía es un elegante y resonante patrón de formas claras y oscuras, de paisaje, con la huella humana perpetuada. Johnny pertenece al rango de la fotografía documental pero no hay explicaciones ni situaciones que añadan más que lo que tenemos ahí delante. Las imágenes luchan por expulsar sus contradicciones internas, no quieren ser sólo miradas, pero sí comprendidas. Ribalta cuestiona la autonomía del arte -de la fotografía- de una manera subversiva: el formato pequeño, la factura impecable, casi decimonónica -una forma de control subjetivo- sirve sólo como invitación para que el público las observe de otra manera. Se asegura así de que se lean como complejidad deseable más que como gesto convencional o fracaso. Como en toda fotografía-documento, hay una pretensión de verdad.
John Heartfield, Johnny, padre del fotomontaje, dadaísta, editor y estrecho colaborador de Bertolt Brecht, representó la locura destructiva nazi de una manera muy singular. Suyos son los ya conocidos montajes en las portadas de la revista AIZ (1932) con la radiografía del dictador "tragando oro y soltando chatarra", la que muestra el "sentido del saludo hitleriano" o la cruenta y sarcástica El rearme es necesario, donde hace ostensible la alianza entre las guerras y el capital. Las imágenes de Ribalta denuncian el vaciamiento combativo de la fotografía. La fotografía como trauma. Y qué mejor metáfora que la de un cementerio.
Johnny. Jorge Ribalta. Galería Casa sin Fin. Doctor Fourquet, 11. Madrid. Hasta el 5 de julio
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