El universo de Ana María Matute en imágenes
Ángeles González Sinde dirige un cortometraje en el que da voz a la protagonista de 'Demonios familiares', la novela inconclusa de la autora, y se imagina la vida de esta mujer
Se llama Eva y cuando estalla la Guerra Civil española tiene 16 años. Un verano crucial que cambiará para siempre su vida y la de tantos otros. Eva, la protagonista de Demonios familiares (Destino), la novela inconclusa de Ana María Matute, fallecida en junio del año pasado a los 88 años, es ya una mujer mayor, pintora, que cuenta a cámara lo que narró en primera persona en el libro. La cineasta y exministra de Cultura Ángeles González Sinde se ha imaginado una falsa entrevista con esa Eva, en la que va contando su infancia y sus miedos, sus amores y sus fantasmas. Es su manera de recordar a esa escritora deslumbrante y libre, académica de la Lengua y premio Cervantes en 2014 . El cortometraje, dividido en siete capítulos, se presentará el próximo 3 de junio en un homenaje que rendirá la Biblioteca Nacional de Madrid a Ana María Matute, y que contará también con la participación de su gran amiga, la escritora Juana Salabert.
Fue Carmen Balcells quien le propuso el encargo a González Sinde para compensar de alguna manera la ausencia de la autora con la publicación de este libro inconcluso. González Sinde, muy familiarizada con la obra de la escritora, era ministra de Cultura cuando le concedieron el Cervantes, y posteriormente tuvo una relación asidua con ella. "Me costó tiempo encontrar la manera de llevar a cabo este encargo de una novela inconclusa. Hubiera sido un atrevimiento por mi parte el hecho de intentar inventarme un final, y tampoco quería chafar o fastidiar a un lector potencial descubriéndole el contenido de la obra. Atraer al lector pero sin desvelarle ni anticiparle nada. Por eso pensé en esta falsa entrevista e imaginarme cómo podían haber sido esta mujer y su vida. Sin alterar una coma de la novela, se me ocurrió dar algunas claves, como dar a entender que es una pintora y elucubrar sobre ese futuro que el libro no llega a contar”.
Buscó entonces a la actriz Alicia Hermida, una gran conocedora del verso y de la dicción perfecta —”quería una intérprete mayor, pero que no fuera muy conocida, alguien que resultara familiar al espectador, pero sin ser un rostro poderoso a nivel popular”—, y a El Hortelano, un pintor cuya obra figurativa pudiera encajar bien en el mundo de Matute. A lo largo de una única jornada, en el estudio madrileño de El Hortelano, entre pinceles, pinturas, óleos y personajes ensoñados y coloridos, y en unos jardines aledaños, se rodó este cortometraje, de 10 minutos de duración. “Ella daba una gran importancia a la ilustración y tenía una gran vertiente de artista plástica. Creo que si hubiera podido elegir un tipo de pintura se habría decantado por la de El Hortelano”, añade convencida la cineasta y también escritora que ha unido en este proyecto dos de sus pasiones: el cine y la literatura.
Juana Salabert: "Fue una autora deslumbrante. Nadie como ella narró los conflictos de las conciencias y el ser humano"
Demonios familiares engloba una serie de pequeños capítulos, a través de los cuales se va dando rienda suelta al texto de la obra de la escritora barcelonesa. “Muchos de los elementos de la Ana María Matute más clásica están en esta novela. Lo que me interesaba era preservar la voz de esta mujer, que aunque no lo explicita en la obra entiendes que lo cuenta pasados los años”, añade González Sinde, que ha imitado en la realización a esas entrevistas personales y profundas que se hacían en Televisión Española hace años con grandes personajes.
Y así va apareciendo en Demonios familiares el universo de la literatura “matutiana”, recogiendo fielmente frases de aquí y de allá de la última novela: ‘La casa y el bosque’ (“las paredes de esta casa estaban hechas de silencio”), ‘La infancia’ (“era una niña más atemorizada que triste”), ‘Los fantasmas’ (“es que en mi casa los había”), ‘Yago’ (“era mi hermano, tardé mucho en saberlo”), ‘La guerra’ (“en la guerra aprendí a silenciar muchas cosas aunque no coincidiera con mis pensamientos, aprendí a disimular”) y ‘El amor’ (“era el olor de las raíces, de las hayas, de los robles, de la tierra… Le amé como nunca antes había amado a nadie).
Juana Salabert, de 52 años, compartió muchos encuentros llenos de carcajadas y reflexiones con Ana María Matute. Salabert, estos días en promoción de su último libro, La regla del oro, apacigua la tristeza de la desaparición de su amiga con el recuerdo deslumbrante de su literatura. “En Demonios familiares están también presentes los grandes temas de su obra apuntados en todo su esplendor, la infancia, el desconcierto, el desasosiego, la guerra. Ese desasosiego infantil de alguien que ha crecido bajo las bombas”. El día 3, en la Biblioteca Nacional, Juana Salabert hablará de la Matute cervantina, de la luz que desprendía su obra en medio de un mundo de odios y codicias. “Nadie como ella narró los conflictos de las conciencias y del ser humano”.
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