Antony and The Johnsons, la fragilidad mesiánica
El músico británico es un alma sensible que sabe plasmarlo en su cancionero
Poco queda ya de aquel chico timorato que cantaba junto a Lou Reed en la gira de The Raven colaborando después en el directo Animal Serenade. Tampoco del personaje que abría tímidamente para Coco Rosie. Era la primera vez que venía por su cuenta a Barcelona y su actuación pasó desapercibida, apenas hubo dos peticiones para entrevistarle. Era la antesala a la edición de I Am A Bird Now. Al cabo de seis meses, todo había cambiado.
Desbordado por el exceso de atención, en su visita promocional no puede atender a todos los medios que le pretenden, muta en esclavo de su propia abundancia. De anónimo a sujeto público de la noche a la mañana. Parte de la culpa de su ascenso meteórico y el éxito imparable la tiene Isabel Coixet, en aquella estremecedora historia en la plataforma petrolífera de La vida secreta de las palabras se cuela Hope there´s someone. Se trata de la canción perfecta para mostrar cuán necesario es el cariño y la bondad en situaciones límite como la que viven Sarah Polley y Tim Robbins, en la primera estrofa deja una pista sobre sus intenciones. “Espero que haya alguien que cuide de mi cuando muera, cuando me vaya/ Espero que haya alguien que mantenga mi corazón libre, alguien bueno para sujetarme cuando esté cansado”. Ese anhelo, común al resto de los mortales, también le preocupa a alguien al que se insinúa que está por encima del bien y del mal, que canta como los ángeles, tan frágil como las alas de una mariposa, tan puro como la nieve.
Antony Hegarty nació en Londres, y tras una estancia puente en San Francisco, desarrolló sus inquietudes, culminó sus sueños y banalizó sus miedos en Nueva York. Ambicionaba travestirse y recorrer los cabarets más decadentes de la ciudad, sobrevivir a un mundo sórdido, cruel y a la vez desagradecido como el de la noche. Su idea, según sus palabras, era sentirse como Isabella Rosellini en Blue Velvet. Por otra parte, también toca en festivales de jazz, en museos. Tiene esa doble cara, dispone con sabiduría y buena mano de varias facetas, sale en revistas de alta moda y protagoniza portadas en publicaciones de carácter gótico. Hasta que llega David Tibet de Current 93, despierta su duende. No obstante, con quien tiene el instinto de protección que manejan almas sensibles como la suya es con Boy George. Ese es su modelo, el que persigue Antony. En cambio, con Rufus Wainwright comparte generación y filia extravagante.
Mientras modela su mesiánica figura, juega un papel como convicto andrógino en Animal Factory dirigida con Steve Buscemi, con George Atlas tramaba el experimento audiovisual Turning (que vio la luz ocho más tarde, de nuevo a caballo de esa obsesión perpetúa por seres con dudas sobre su identidad sexual), y en cierto modo, no imaginaba que el acabaría aglutinando el reconocimiento masivo que se le escapó a Jimmy Scott (y en cierta manera a Nina Simone a quien le unen lazos transversales, si bien también cohabita con el melodrama de Billie Holiday a quien defiende como la primera punk de la historia).
Tras I Am A Bird Now, con esa preciosa portada con Candy Darling, la musa travestida de Andy Warhol, secuencia la eventualidad de sus discos de estudio con experiencias acordes con esas vertientes de la cultura que él domina, ya sea poesía, fotografía o pintura, al hilo de la pluralidad que formula Patti Smith. Y sí para transformar su cancionero solemnemente en Cut The World, corte perteneciente a la obra teatral The Life And Death Of Marina Abramovic de Robert Wilson, levantando polvareda por lo explícito de sus imágenes, contó con la Danish National Chamber Orchestra, en su pase en Primavera Sound afinará junto a la OBC. Mientras tanto, intentará convencernos de la idoneidad de movernos hacía sistemas femeninos de gobierno en su discurso Future Femenism. Para que nadie le acuse de falta de compromiso. Consigo mismo y para con los demás.
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