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FESTIVAL DE CANNES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cannes también es feminista

'Con la cabeza alta', de Bercot, que inauguró el certamen, es inmediatamente olvidable

Foto: reuters_live | Vídeo: REUTERS LIVE
Carlos Boyero

El Festival de Cannes nunca ha sentido simpatía por el azar. Todo obedece a razones artísticas, pero sobre todo prácticas. Por ejemplo: gran parte del cine asiático y africano que acostumbran a programar está coproducido por Francia. Tampoco se cortan un pelo a la hora de exhibir cine francés. En esta edición va a haber sobredosis del producto patrio. Y un mimo especial hacia el cine europeo de autor. ¿Y el cine estadounidense? Muy escaso. En la sección oficial se podrá ver lo último de Gus Van Sant y de Todd Haynes, dos directores habituales en este festival que tanto les ama. Yo, un poco menos. Y fuera de competición se proyectarán Irrational Man, la nueva película de Woody Allen, y la cuarta entrega de Mad Max.Digo yo que se habrán realizado en Estados Unidos unas cuantas películas que merezcan la pena, pero en esta edición la oferta de Cannes de cine imperialista es más que rácana.

Tampoco es casual la abundante presencia de mujeres en los diversos jurados ni que se exhiban numerosas películas de directoras. El año anterior hubo quejas sobre la mínima participación del género femenino en la programación, sospechas de discriminación. Problema resuelto. En mi caso me da igual que haya directores o directoras, a condición de que sea atractiva la oferta de unos u otras. Tampoco ha olvidado Cannes homenajear a Ingrid Bergman en la fotografía que ilustra el cartel de esa edición. No tengo nada en contra de mujer tan hermosa y legendaria actriz, pero sería más lógico que en el centenario de aquel creador total llamado Orson Welles nos topáramos con su rostro en todos los lugares de la ciudad. Incluso en la sopa.

Ha inaugurado el festival la película francesa Con la cabeza alta, de Emmanuelle Bercot. Cine social centrado en la infancia y adolescencia de un chaval problemático con todas las papeletas y las circunstancias para terminar siendo un residente habitual de las cárceles, o que le ocurra algo aún peor. Es una película entre discreta, bienintencionada y tibia, inmediatamente olvidable. Su desenlace revela que la educación de críos díscolos, de proyectos de delincuencia, funciona modélicamente en Francia. Entre una jueza humanista y un comprensivo educador lograrán que el chaval no se descarríe a perpetuidad.

La sutileza de Kore-Eda

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El muy personal y sensible director japonés Kore-Eda Hirokazu ha bautizado el cine a concurso con la bonita y también alargada Umimachi diary, que describe la adopción que hacen tres hermanas cuyo padre las abandonó, y posteriormente la madre, de la hija que éste tuvo con otra mujer. Curiosamente, en esta historia que habla del calor familiar, de la necesidad de construir un refugio afectivo y sólido para evitar el frío del mundo exterior, las hermanas no se abrazan, no se besan, no se tocan ni una sola vez. Imagino que la relación familiar en la cultura japonesa evita el contacto físico. Pero la sutileza de este director para describir sensaciones y sentimientos, lo que se expresa y lo que se calla, las emociones con matices, sigue siendo primorosa. No ocurren grandes cosas y en el montaje podía haber abreviado algunas situaciones repetitivas, pero su atmósfera y su capacidad de sugerencia son envolventes.

El Rimbaud que escribió ese breve poema llamado Sensación se hubiera identificado con la imagen de una adolescente enamorada que junto a su amigo pedalea en una bicicleta para ver los cerezos en flor, en la plenitud que siente observando la belleza, cerrando los ojos mientras el sol y el viento la acarician. Este director no es un sensiblero ni un cursi. Es otra cosa. Es un poeta identificable.

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