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“Me niego a ser optimista”

La directora de 'Tomboy' regresa con una historia de jóvenes negras en Francia

Gregorio Belinchón
Céline Sciamma, retratada en el último Festival de San Sebastián.
Céline Sciamma, retratada en el último Festival de San Sebastián.XAVIER TORRES-BACHETTA

La carrera de Céline Sciamma (Pontoise, Francia, 1980) se estaba encerrando sobre sí misma: cada película se encadenaba con la anterior tratando de mostrar todas las identidades que pueden verse en el siglo XXI. Y el mejor ejemplo era Tomboy (2011). Con Girlhood,un éxito en su Francia natal, no traiciona esos personajes en construcción, que esperan adivinar quiénes son en el camino —esta vez un grupo de chicas de los suburbios de París, donde rigen las leyes de las pandillas—, pero hay un gran movimiento. “Siento que esta película es más grande, tiene más ambiciones. La idea me surgió al ver por la calle y en el metro a grupos de chicas negras preciosas. Me fascinan sus fuertes personalidades; son carácteres recios. También me percaté de que en realidad son casi invisibles para el resto y sabemos muy poco de ellas. Empecé a escribir y me enganché: no hay nada más interesante en Francia estos días que ese movimiento social”.

El cine francés tiene una larga tradición de mostrar cómo son sus adolescentes. ¿Se siente Sciamma parte ya de esa herencia cinematográfica? “Bueno, sí, es parte de mi cultura. Pero me siento como un puente entre mi país y la misma tradición estadounidense. En Francia quizá hemos hecho demasiadas películas sobre la juventud enfrentada a la autoridad, lo que lleva a tener una visión adulta. Y menos sobre su propio mundo, algo más común en EE UU. Yo ya tengo 35 años, pero poseo un fuerte espíritu adolescente y espero que se mantenga y se vea en pantalla”. Ella misma deja fuera de pantalla cualquier reflejo de esa autoridad: “Las importantes son ellas”.

‘Girlhood’ se centra en un grupo de chicas negras de los suburbios de París

En esa adolescencia, la protagonista acaba cayendo en un lado oscuro y sufre por ello: sabe que se está perdiendo y más aún cuando su hermana sigue sus pasos, pero no logra salir de ese sistema de dominación. “La adolescencia es terreno fronterizo: te estás construyendo. Y tienes derecho a equivocarte. Me documenté mucho porque no quería que el espectador juzgara a las chicas sino que viajara con ellas. Y sí, son violentas, algo que en Francia nadie quiere ver”. Sciamma pulió el guion con las actrices, reclutadas en las calles, ya contratadas: “Cada una tiene miradas y energías distintas; había que amoldar los personajes a sus rasgos, aunque no mucho”. La directora rehúye la etiqueta de cine social “para acabar cayendo en ella”, confiesa entre risas. “Me interesaba ese crecimiento… pero se da en un sitio y un tiempo concreto. Las identidades dependen de los entornos. En una chica hay presiones añadidas”. Y eso lo plasma en cómo ven a su protagonista al inicio y al fin del filme sus vecinos adolescentes masculinos. “Me niego a ser optimista. Sin embargo, ellas son fuertes. En el rodaje, como no eran profesionales, también fueron madurando. Intenté no ser su madre, pero no quedó más remedio, en el mejor de los sentidos, que dirigirlas”.

Uno de los grandes momentos llega cuando las chicas cantan Diamonds, de Rihanna. “No quería que fuera un videoclip, sino que se sintiera su rabia, su felicidad, melancolía, algo de nostalgia, amor, camaradería, un cóctel de sentimientos. Es una canción icónica, y ellas la bailaron como quisieron, de una forma muy sorprendente para mí. Hubo magia”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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