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crítica teatro | adentro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nadie elige dónde nace

Carolina Román nos introduce en un laberinto doméstico al fondo del cual en vez de minotauro hay un chivo expiatorio

Javier Vallejo
De izquierda a derecha, Noelia Noto y Carolina Román en la obra de teatro 'Adentro'.
De izquierda a derecha, Noelia Noto y Carolina Román en la obra de teatro 'Adentro'.

Se llama Carolina Román, es una actriz como una catedral (románica) y escribe sobre lo que duele. Si la vieron en En construcción, ya saben a qué atenerse. Si no la vieron, tienen por delante un descubrimiento precioso. Adentro, tercera obra que estrena como autora (dice Unamuno en su ensayito homónimo, que adentro y no arriba ni adelante debería ser la divisa de los inquietos), es un ejercicio de espeleología por las simas que esconde la convivencia entre miembros de una familia cerrada sobre sí misma. Con pericia de conocedora, Román nos introduce en un laberinto doméstico en el que, una vez recorrido, encontramos, en lugar de minotauro, un chivo expiatorio.

Adentro

Autora: Carolina Román. Director: Tristán Ulloa. Madrid. Teatro María Guerrero. Hasta el 17 de mayo.

La autora, argentina nieta de danesa y de guaraní con ancestros zambos (hijos de amerindia y negro), recrea un universo opresivo que, en la puesta en escena de Tristán Ulloa y en la interpretación hiperreal de los actores, recuerda al universo que ponía en pie Andrzej Wajda en su soberbio Crimen y castigo antes que a los que recrean con distancia crítica los jóvenes dramaturgos europeos actuales, aunque, como estos, Román renuncie a usar los diálogos para pasar información. En Adentro todo se explica por la acción, a su debido tiempo. Entretanto, el público es llamado a equívoco; por ejemplo, en la primera escena entre Dina y El Negro, que se desarrolla sin que imaginemos siquiera el parentesco que hay entre ellos, y (tal y como la monta Ulloa) sin que tengamos tampoco idea de donde sucede, lo cual sirve para que más adelante descubramos con sorpresa que el joven se encuentra preso.

Las interpretaciones son superlativas, empezando por las de Araceli Dvoskin, en el papel de madre que no quiere enterarse de lo que su hijo hace ante sus narices; Nelson Dante, cuyo afilado personaje esconde cierta ternura, allá al fondo, y Noelia Noto, actriz que dibuja con exactitud cada pliegue del carácter de Male, escapista emocional y a su vez válvula de escape para Dina, la coprotagonista, joven tiernísima pero fuerte, de una dulzura entreverada de pena amarga, reencarnada felizmente en el donoso cuerpo chico de la Román.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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