El drama de la plaza vacía
Quedan pocos aficionados, y algunos de los que acudieron a la plaza se mostraban desolados por el pésimo juego de los toros
A las seis y media de la tarde, la muy bella plaza de la Maestranza de Sevilla ofrecía una imagen desoladora. Estaba vacía. Entiéndase el término: este coso majestuoso solo está deslumbrante lleno hasta la bandera en días de corrida o solitario en una mañana de visita turística. Pero la tarde del lunes del ‘pescaíto’, horas antes de que se enciendan las luces del real de la feria, media plaza en esta ciudad es una noticia muy preocupante, y la conclusión es que estaba vacía, desarreglá, despeinada…
¿Cuántos años hace que no se veía esta foto en un día como hoy? Posiblemente, nunca. ¿Qué ha pasado para que esto ocurra en una fecha tan señalada, con un cartel de interés para los aficionados?
La primera respuesta es que quedan pocos aficionados, y algunos de los que ayer acudieron a la plaza se mostraban desolados por el pésimo juego de los toros, y aventuraban más tardes de cemento.
Torrestrella/Ferrera, Fandiño, Moral
Toros de Torrestrella, -el sexto como sobrero-, correctos de presentación, mansos, descastados, flojos y nobles.
Antonio Ferrera: bajonazo infame (silencio); estocada (silencio).
Iván Fandiño: estocada (silencio); un pinchazo y un descabello (silencio).
Pepe Moral: estocada trasera y dos descabellos (vuelta al ruedo); estocada (silencio).
Plaza de la Maestranza. 20 de abril. Sexta corrida de feria. Media entrada.
La segunda respuesta es que el público solo quiere ver a las figuras, y con ello y flamear los pañuelos pase lo que pase en el ruedo justifica su diversión.
La tercera: la Real Maestranza de Caballería, propietaria de la plaza, y la empresa Pagés, gestora de la misma, tienen un serio problema. Si no se soluciona el conflicto con los toreros ausentes, el futuro pinta muy oscuro.
Y cuarto: en este plan, la fiesta de los toros -la tauromaquia, según reza en la ley que la regula como patrimonio cultural- corre el peligro inminente de desaparecer tal y como hoy se conoce.
La foto fija de los tendidos vacíos de la Maestranza debiera ser, al menos, motivo de reflexión. Es mucho lo que está en juego, y no está claro que se esté a tiempo de encontrar una salida airosa.
Como hace años que alguien debiera haberse planteado el asunto del toro bravo, la manipulación genética que sufre por exigencias de las figuras, y que ha desembocado en un animal enfermizo e inválido para la lidia moderna, que más parece una consulta de enfermería que un enfrentamiento entre un héroe y un animal salvaje.
La corrida de Torrestrella supuso un nuevo fracaso en lo que va de feria. Toros guapos y armónicos, sin fuerza ni casta; tan nobles que pasaban por tontos; mansos, sin raza, sin nada… Y así es imposible no ya el toreo, sino mantener la fidelidad de los que pagan en taquilla.
No hubo toros, no hubo lidia… Solo detalles sueltos que no justifican un festejo en feria de tanto postín como esta.
Solo Pepe Moral, con la moral y la necesidad por las nubes, se encontró con un bobo tercero y le hizo una faena inteligente, medida y dibujada con esmero. Faltó la emoción del toro encastado, pero Moral toreó con suavidad, conocimiento y empaque, a la altura y velocidad justas, exprimiendo el poco jugo de su oponente. Así, trazó derechazos inmensos y unos hermosos ayudados finales, antes de cobrar una estocada trasera que difuminó una posible oreja. Toreó muy bien al sobrero y soso sexto, y todo quedó en buenas intenciones.
Detalles, solo detalles de Ferrera con el capote ante el primero, un buen par de banderillas en el otro y algún muletazo estimable. Y muy desdibujado Fandiño, perdido y desvaído entre tanta sosería.
Pero desdibujada y tristona de verdad, y eso es lo más grave, estaba la muy bella plaza de la Maestranza.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.