Oreja de paisanaje para Antonio Linares en la novillada de Las Ventas
A pesar del calor de sus partidarios, el novillero de Tomelloso mostró muchas carencias
El novillero Antonio Linares cortó la única oreja de la tarde del domingo en Las Ventas, premio muy amable por el factor de paisanaje, que a punto estuvo de abrirle una puerta grande más que desmedida.
Con algo menos de un cuarto de entrada y entre una llovizna intermitente, se lidiaron seis novillos de Hermanos Sánchez Herrero, muy bien presentados y de juego variado.
Daniel Ruedas: silencio tras aviso y silencio. Jorge Escudero: silencio tras dos avisos, y silencio tras aviso. Y Antonio Linares: oreja y palmas tras leve petición.
Un triunfo en Madrid es algo grande, el salvoconducto para empezar a funcionar o relanzar una carrera taurina. Pero hay triunfos y ‘triunfos’, ya que para alcanzar el que pone de acuerdo a todos hay que hacer méritos en el ruedo en cuanto a actitud y aptitud que convenzan, sorprendan y despierten interés. Sin embargo, hay otra manera más fácil de llegar al éxito, que es el que se consigue gracias al fervor del paisanaje, que, lejos de ayudar a su torero, pueden equivocarlo cuando le jalean todo lo que hace, bueno o malo, y, algo aún peor, otorgándole las mieles de una gloria que no merecía.
Eso le ocurrió al debutante Antonio Linares, que cortó una oreja de su primero tras una faena argumentada en su buena actitud, lo que se dice estar en novillero, y en la gran estocada final, pues en lo artístico le faltó más serenidad para aprovechar convenientemente uno de los dos mejores novillos de la tarde, el tercero. Fue este un utrero alegre y con buen son por el pitón derecho, al que el joven espada de Tomelloso le ligó tandas que despertaron la pasión desbordada de sus partidarios, que fueron legión en Madrid. Pero a los muletazos les faltaron finales y, sobre todo, huir de ese latigazo que instrumentaba a mitad de viaje, para que pasara más rápido el novillo en lugar de templar y mandar en sus acometidas. La estocada final, eso sí, fue impecable por ejecución y efecto, ya que tumbó sin puntilla al novillo.
En el sexto se rozó lo que hubiera sido algo irrisorio, pues si llega a acertar con la espada Linares hubiera abierto casi con toda seguridad una puerta grande que le hubiera pesado como una losa, pues otra vez se mostró como un novillero con muchas carencias; tantas que le hicieron desaprovechar un muy buen novillo. Toreó pausado, limpio, pero sin ajuste y demasiado burdo en las formas.
Ruedas sorteó un primer novillo manso de salida y con malas ideas en la muleta, midiendo mucho, siempre al acecho, pegando arreones y quedándose corto. El novillero madrileño, que volvía a los ruedos tras varios años apartado para hacer su debut en Madrid, acusó la inactividad, pues, aunque anduvo voluntarioso, le pudieron las lógicas dudas, consecuencia de su largo retiro. En el cuarto volvió a pasar desapercibido.
Escudero anduvo digno con su primero, un toro que se movió sin clase. El torero vallisoletano dejó los pasajes más entonados por el pitón izquierdo de una labor dilapidada por completo en la suerte suprema; tanto, que el presidente le perdonó el tercer aviso. En el quinto anduvo Escudero un tanto a la deriva, sin acoplarse con un novillo de buena condición.
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